Gaza - La infancia palestina y la evocación del Holocausto
Pablo Gentili *
Brecha, Montevideo, 8-8-2014
Gaza es un enorme gueto, una ciudad sitiada, amurallada, que sobrevive,
como Cisjordania, en un régimen carcelario que se agrava cada vez que Israel,
bajo el argumento de su autodefensa, inicia un proceso de destrucción masiva de
la ya deteriorada infraestructura urbana palestina. Escuelas y hospitales,
edificios públicos y calles, la red eléctrica y las cañerías son destruidas
sistemática e intencionalmente por las bombas israelíes. Los ataques dejan a
cielo abierto los desagües y vertederos, acabando con el agua limpia, siempre
escasa, de los territorios. Las consecuencias del ataque seguirán cuando
terminen las bombas. Algún día los tanques israelíes se retirarán, esperando el
nuevo ataque. Pero en Palestina seguirán muriendo niños y niñas por enfermedades
que podrían haberse evitado. La muerte permanece en Gaza y Cisjordania. La
muerte permanece, siempre.
El viernes pasado el embajador israelí en Washington sostuvo que el
Estado de Israel merecía el premio Nobel de la paz. El primer ministro,
Biniamin Netaniahu, expresó su derecho a producir muerte y dolor. Dijo: “No hay
guerra más justa que esta”. Mientras tanto comenzaba en el mundo islámico la
fiesta del fin del Ramadán, el Eid al-Fitr.
En Gaza no hubo festejos. A las cinco de la tarde un dron israelí disparó
un misil contra un grupo de niños que jugaban en el campo de refugiados de
A-Shati, asesinando a ocho de ellos. Hamas no perdió el tiempo y declaró que se
trataba de un Eid a-Shuhada, el “Eid de los Mártires”. Israel asesina niños,
Hamas los vuelve mártires, como si su muerte justificara la necesidad de dar
continuidad a la guerra que libra contra la existencia misma de un Estado
judío. Israel asesina niños y niñas indefensos. Hamas se alimenta del dolor
irreparable generado por esta violencia, sembrando sobre los escombros de Gaza
su filosofía de muerte y destrucción.
La delirante y fracasada estrategia militar de Hamas muestra un
repudiable desprecio a la vida dentro y fuera de sus territorios. La
organización yihadista descarga su arsenal de cohetes Qassam y bm-21 contra la
población civil israelí. Algunos han impactado en su propio territorio,
aumentando el número de muertes infantiles. Diversas organizaciones han
denunciado la muerte de niños en accidentes producidos por la construcción de
túneles hacia el territorio israelí.
Pero Hamas es el enemigo que Israel necesita. La justa y necesaria lucha
por la construcción de un Estado palestino soberano no puede sustentarse en una
estrategia militar que trágicamente pretende repetir, con menos fuerza y eficacia
destructiva, la del ejército enemigo. Hamas aspira a exterminar toda y
cualquier posibilidad de existencia del Estado de Israel. El Estado de Israel
aspira a eliminar toda y cualquier posibilidad de existencia de un Estado
Palestino libre, soberano y autónomo. Hamas cree que ganará la guerra cuando
destruya cualquier vestigio de vida israelí sobre la tierra. Israel, cuando
destruya a Palestina y a los palestinos, adueñándose finalmente de una tierra
que cree suya por herencia divina.
Los cohetes disparados por Hamas siembran terror en la población civil
israelí, aunque pocos llegan a su macabro destino. El eficiente sistema de
defensa aérea construido del otro lado del muro lo evita. De los 2 mil cohetes
lanzados por el grupo islámico, no más de una docena han impactado en
territorio israelí: tres civiles han muerto. Por su parte, Israel siembra
terror en la población civil palestina. Sus misiles sí llegan al macabro
destino que le han trazado: escuelas, hospitales, barrios indefensos, campos de
refugiados. Matan a los que nunca pensaron vivir matando a sus hermanos. No
matan a los brutales terroristas cuya coartada Israel continuará necesitando.
Matan a niños y niñas, a mujeres y ancianos, despedazan familias, destruyen el
futuro. Para acabar con Palestina, Israel necesita destruir en el imaginario
palestino la posibilidad de atreverse a pensar, a soñar, a que en el futuro
habrá otra cosa más que escombros. Israel quiere la tierra palestina. Y para
eso debe matar a Palestina por su infancia.
En el conteo de muertes, Israel saca una ventaja espantosa. Gana su
guerra “justa” apoyado en la aparente superioridad moral que le concede su
pasado, pero manchando de ignominia su futuro. Gana su guerra, destrozando una
población reducida a escombros. Desde que se ha iniciado la operación militar
Borde Protector, Israel ha alcanzado más de 3 mil objetivos civiles en Gaza. No
ha errado ni un solo tiro, ni un solo misil, ni un solo disparo de tanque.
Todos han debilitado a los palestinos, los han humillado y doblegado. La
Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina y Oriente
Próximo sostiene que Gaza podría dejar de ser un lugar habitable en 2020.
Israel gana su guerra, la guerra justa. Hamas pierde su guerra santa.
Las afinidades delictivas de Hamas y el ejército israelí no pueden
hacernos ignorar que la responsabilidad de uno respecto al otro es
significativamente diferente. El poderío militar de Israel debería atribuirle
una responsabilidad mucho mayor por el uso de la fuerza contra una población
civil indefensa. Estamos asistiendo a una historia repetida. En los 22 días que
duró la Operación Plomo Fundido, entre diciembre de 2008 y enero de 2009,
murieron 1.931 palestinos, cerca de la mitad de ellos eran civiles indefensos
(759). Cerca de un tercio de los muertos en aquellos trágicos días fueron niños
y niñas palestinos. Sólo en 2009, 315 niños fueron asesinados por el ejército
de Israel. Entre tanto, del otro lado del muro, durante los ataques de la
Operación Plomo Fundido, murieron nueve israelíes, tres de ellos civiles, y
seis soldados. En la actual ofensiva militar, la proporción de civiles muertos
ha aumentado significativamente y ya llega al 75 por ciento.
La única lección que parece haber aprendido el ejército israelí es que
puede ser brutal y sanguinario, pero el nombre de las operaciones militares
debe tratar de ocultarlo. Cinco años después de Plomo Fundido nacía Borde
Protector. Los asesinatos siguen siendo los mismos. El dolor de los palestinos,
también.
* Docente e investigador social argentino, secretario ejecutivo de
Clacso y coordinador del Observatorio Latinoamericano de Políticas Educativas,
radicado hace 20 años en Rio de Janeiro.
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