Estados Unidos - La ola de inmigrantes menores amenaza con desbordar a Obama
Marc Bassets,
desde Langley Park, Maryland
EL País, Madrid, 15-7-2014
Miles de centroamericanos que desde hace años residen en Estados Unidos
afrontan un dilema: permitir que sus hijos se queden para siempre en sus países
de origen, expuestos a la violencia de las bandas, la droga y la miseria, u
ofrecerles la esperanza de una vida mejor, aunque el precio sea que, para
reunirse con ellos, los menores viajen solos a EE UU en un trayecto largo,
peligroso y caro.
Brenda Alonzo, guatemalteca de 38 años, se decidió por la segunda
opción. Esta empleada de la limpieza en un hotel del estado de Maryland explica
que hace dos años pagó 9.000 dólares a un coyote —el hombre encargado de traer
a inmigrantes desde su país de origen a EE UU— para que le trajese a Biery, su
hijo, de 16 años. Un año después pagó 13.000 por traer a Chirley, su hija, de
13 años.
Este es el nudo de la crisis política que enfrenta el presidente Barack
Obama, desbordado por una ola de menores que llegan solos a EE UU huyendo de la
violencia de sus países y con la voluntad de reunirse con sus familiares. En
torno al 3% han sido repatriados a Centroamérica, según algunos cálculos.
“Yo me los traje mojados”, dice Alonzo en una café de La Unión Mall, un
centro comercial en Langley Park (Maryland), la zona con mayor concentración de
centroamericanos en la región de Washington D.C. “Mojados” significa que
cruzaron el río Grande para alcanzar EE UU. “Allá”, añade en alusión a
Guatemala, “pasan cosas que no tienen que pasar. Y una sin saber nada. Allá la
droga está por todos lados. Los mareros están molestando. Las niñas sufren, son
violadas. Por eso me los mandé traer”.
Cada vez más centroamericanos afincados en EE UU, muchos de ellos sin
residencia legal, se deciden por esta opción para unirse con los suyos. La
cifra de menores no acompañados detenidos nada más cruzar la frontera entre
México y el estado de Texas se ha disparado: desde octubre, las autoridades
norteamericanas han registrado a más de 50.000.
La izquierda acusa a Obama de excesiva mano dura con los inmigrantes: es
el presidente que más sin papeles ha deportado, unos dos millones desde que en
2009 llegó a la Casa Blanca. Y la derecha, de ser demasiado laxo e incentivar
la llegada de menores con sus promesas de regularizar a los indocumentados o
frenar las deportaciones.
Una visita de Obama a Texas para hablar de economía y recaudar fondos
para el Partido Demócrata, la semana pasada, acabó dominada por el debate sobre
los menores indocumentados. Políticos demócratas y republicanos compararon la
negativa del presidente a desplazarse a la frontera con la lentitud de reflejos
del republicano George W. Bush, antecesor de Obama en la Casa Blanca, ante la
catástrofe del huracán Katrina en Nueva Orleans, en 2005.
En 2012 la Administración Obama anunció medidas para impedir la
deportación de sin papeles de menos 31 años en ese momento y que llegaron a EE
UU antes de junio de 2007 y siendo niños. Y la ley migratoria que él impulsa,
atascada en el Congreso, contempla la regularización de buena parte de los 11
millones de sin papeles que viven aquí. Pero ahora ha reaccionado al aumento de
menores inmigrantes con el anuncio de que acelerará las deportaciones de los
recién llegados.
En el salón de la casa de Brenda Alonzo, que es madre soltera, los
debates de Obama y el Congreso quedan lejos. Una bandera del F.C. Barcelona en
la que se lee “100% catalán”, una pantalla de televisión gigante y varios
diplomas escolares presiden el salón. Por primera vez en años, esta familia
vive tranquila: los tres bajo un mismo techo, los hijos en la escuela y la
confianza en poder construir una nueva vida en EE UU.
Los hermanos son lacónicos a la hora de hablar de su viaje. Partieron de
Puerto Barrios, la ciudad guatemalteca donde vivían con una tía desde que en
2008 Alonzo emigró sola a EE UU. Biery, en 2012; Chirley, en 2013. Biery tardó
ocho días en atravesar México en autobús “con un coyote de allá, que me dijeron
que era bueno”, dice la madre. Cruzó el río y fue detenido. Los agentes
llamaron a la madre y se reunió con ella en Maryland. Chirley siguió un
itinerario parecido. Estuvo retenida más de un mes en Texas antes de volar a
Maryland para reunirse con su madre.
En noviembre Chirley tiene una cita en el tribunal. Biery compareció en
abril de 2013. El juez le aconsejó que se aplicase en la escuela. “Le dijo que
él se tenía que dedicar sólo al estudio y a sacar buenos punteos: ‘Sólo ese es
tu compromiso, no te vayas a preocupar por las cortes ni nada de eso, sólo por
la escuela’, le dijo”, recuerda Alonzo.
La incógnita es si la intención, por parte de Obama, de acelerar las
deportaciones de los niños responde a una intención real o es un mensaje a los
traficantes de personas y los centroamericanos tentados de emigrar para que
abandonen sus planes. El presidente hace equilibrios entre las razones
humanitarias y el temor a que el efecto llamada desborde la frontera y encienda
la pelea partidista en vísperas de las legislativas de noviembre. Una ley de
2008 impide la deportación inmediata de los sin papeles que no provengan de los
países vecinos de EE UU, México y Canadá.
Brenda Alonzo conoce bien el precio de dejar a los menores en Guatemala.
Su hijo mayor, de 19 años, vive allí. “Él anda en drogas. Me ha amenazado por
teléfono. Ya no lo pude salvar”, dice. “A los pequeños les dije que no quería
perderlos como al grande”.
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