Chile - Un aborto poco terapéutico
Arturo Alejandro Muñoz
Politika
– 13 de julio de 2014
Creo no equivocarme al
asegurar que a partir del golpe de Estado de septiembre de 1973 comenzó a
agonizar –hasta fallecer – no sólo la que era una hermosa bohemia santiaguina,
porteña y nortina: Santiago, Valparaíso e Iquique. También se produjo la
degollina de la cultura, la educación pública y la formación profesional: los
genocidas designaron a militares al frente de las universidades y del mayor
instituto de capacitación técnica de Chile en esos años, INACAP.
Militares dirigiendo
claustros de enseñanza superior y de formación profesional… con el perdón –y
sin el respeto que no se merecen– es lo que en esos años designábamos como
`chancho en misa´. Un atentado a la cultura y al saber.
Los tiempos han cambiado
desde entonces, pero no para mejor. Apostando a la mala memoria del personal
–Tony Blair decía que la memoria colectiva dura apenas entre siete y ocho días–,
la cohorte de mayordomos de la cáfila patronal y transnacional coloca todas sus
fichas al visto bueno que puedan otorgar sus mandantes empresariales. Confiando,
obviamente, en caso necesario y extremo, en el veto de la Casa Blanca.
Las promesas electorales
de Bachelet (el famoso Programa), resultado del clamor de la calle ¡por fin escuchado! [Bachelet es algo dura de las portuguesas…] entraron en un largo proceso de transición. Como todo lo obrado por la vieja Concertación, madre
adúltera de esta Nueva Mayoría que ya tiene mal de Parkinson 2.0 (lo que
temblequea no son las manos, sino la cafetera y la protuberancia nalguera).
“El proyecto de reforma educacional es un lápiz grafito, y la derecha
empresarial es el sacapuntas de metal que va desgastando el lápiz hasta dejarlo
chiquito e inutilizable”, me comentó una profesora rancagüina, quien
agregó, “pero el Gobierno y la oposición
seguirán llamándole ‘lápiz’, a pesar
de todo, y lo protocolizarán con vestimentas de ley en el Congreso, junto a una
parafernalia mediática de proporciones vergonzosamente bananeras”.
¡Xux! Mi colega podría
haberlo puesto más fácil y sencillo, diciendo que el proyecto de reforma –que
hasta ahora nadie ha visto– es como una de esas maravillas que intenta
vendernos una publicidad que no se detiene ante ninguna paradoja: el lápiz que
borra.
Los objetivos
fundamentales de una reforma educacional en serio no figuran en el cerebelo de
Nicolás Eyzaguirre, quién no quiere “hacer
una reforma para la calle”, y postula la omnisciencia de las familias para
elegir la buena opción en la feria de los “proyectos
pedagógicos”.
Dicho en cristiano, ganó
Piñera y su estulticia de la educación como un bien de consumo. ¡Fresquito le
tengo el proyecto pedagógico caserita! ¡No benimo a bender, benimo a regalar
edukasion de kalidáh!
El impotente Eyzaguirre [después
de fracasar como ministro de Hacienda de Ricardo Lagos, le confesó a la prensa
española que no había podido hacer nada para mejorar la injusta distribución
del ingreso] olvida un postulado del cristianismo al que se convirtió: Vox populi vox Dei. De ahí que rechace “la calle” que su jefa –a pesar de su
hipoacusia pronunciada– había terminado por escuchar. ¿Para quién quiere hacer
una reforma educacional el converso Eyzaguirre? ¿Para los sostenedores de su
partido y de su coalición? ¿Para los inversionistas que lucran con la
educación-bien-de-consumo?
Eyzaguirre –que como su
jefa estudió en un sistema público, laico y gratuito– quiere seguir con la
segregación clasista afincada en un negocio dedicado, como todos los negocios,
a la obtención de pingües ganancias financiadas esencialmente por el Estado.
La carrera docente, una
vez más, será materia de olvido. El copago, mantenido en vida con asistencia
respiratoria durante un quinquenio, revivirá como el ave Fénix.
El Gobierno y sus
representantes en el Congreso saben que la Educación es un derecho, como ha
sostenido el propio ministro Eyzaguirre [que es casi lo único que ha sostenido sin cambiar de opinión
media hora más tarde]. Por consiguiente, no
puede estar sometida a las reglas y caprichos del mercado.
El lucro forma parte
activa y principal de ese ‘mercado’. Nadie enseña en este país por bolitas de
dulce, ni por amor al arte. El amor al arte pedagógico lo mataron –en
complicidad comprobada– la Dictadura y la Concertación.
Lucro y copago atentan
directamente contra la Educación Pública. Una reforma de verdad debe considerar
la Educación Pública (esa
que formó a Eyzaguirre y a Bachelet) como pilar
fundamental y soporte prioritario de la formación de nuestros niños y nuestra
juventud. Pública, laica y gratuita, Nicolás. Pregúntale a Michelle, ella
frecuentó esa educación y llegó a Presidenta.
El Gobierno –y partiendo
el Ministro de Educación– continúa engañando a la opinión pública cuando
pretende que no apoyar las reformas significa “hacerle el juego a la Derecha”: este gobierno, como los
precedentes, no hace nada sin pedirle su opinión a la Derecha, y sin obtener su
anuencia.
Para decirlo con todas
sus letras, las dificultades que enfrentan Bachelet y sus ministros de
Educación y Hacienda no obedecen a una oposición derechista –que no existe sino
como moneda de cambio–, sino a divisiones internas de una Nueva Mayoría
afectada por el mal de Parkinson político, desde su nacimiento.
Las reformas –Pablo
Lorenzini dice las “reformitas”– ya
fueron abortadas por la derecha política y económica, con la invaluable e
interesada ayuda de sectores de la coalición de gobierno: la Democracia Cristiana,
que en la materia contó con la pusilanimidad de los dirigentes eternos del PS y
del PPD. El mal de Parkinson 2.0 le permitió a esos sectores (graciosamente acogidos por la propia Presidenta) dar vueltas en círculo, para regresar exactamente al lugar
propuesto por quienes, vaya sorna, debían ser combatidos.
Si hace cuarenta años los
militares (horror de horrores) dirigían la Educación, hoy son el bolichero, el especulador
financiero y el banquero quienes la dirigen. Una vuelta de tuerca para quedar
peor.
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