Haití - ¿Todavía hay que definir la ocupación?

Posted by Correo Semanal on lunes, junio 16, 2014


Marc-Arthur Fils-Aimé *
Alterpresse
Traducción de Susana Merino – Rebelión

La república de Haití está viviendo uno de los momentos más patibularios de su existencia. La gran potencia nórdica, es decir los EE.UU. de América, que la ocupó en 1915, se retiró luego bajo la presidencia del fantoche Stenio Vincent. Fue en 1934. Sin embargo esa flagrante violación de la soberanía de un país, que debería hallarse inscrita entre los crímenes contra la Humanidad, continúa en la actualidad. Según las coyunturas nacionales e internacionales, la ocupación toma la forma en boga con el objeto de satisfacer los intereses del gran capital y responder a las necesidades de un presidente estadounidense por razones exclusivamente electorales. Previendo su eventual retirada los militares yanquis crearon en 1916 la Gendarmería que aparenta ser una institución haitiana pero que es en realidad un verdadero cuerpo sustituto. Una institución sucesivamente conocida como Guardia de Haití y Ejército de Haití. Cuando el viejo presidente Aristide la fagocitó en 1995, se llamaba ya Fuerzas Armadas de Haití, según el antojo de 1957 de Francois Duvalier. Karl Levêque, tuvo una visión profética cuando en uno de los editoriales de sus emisiones radiofónicas dominicales dijo esta frase tan reveladora como significativa: “no hacen falta marines para mantener la ocupación”. La ocupación cambió de careta, pero no modificó su carácter depredador.

Haití es víctima de sus propias riquezas
Actualmente, con su nuevo poder ejecutivo, el poderío estadounidense y sus marines bajo un nombre encubierto, Misión Internacional para la Estabilidad de Haití (MINUSTAH), ejercen una poderoso dominio sobre todas las facetas de la vida social y cultural, incluidas la religiosa y la económica del país. Todos los gobiernos que se han ido sucediendo desde aquella fatídica fecha del 29 de julio de 1915 que dejó para siempre su huella sobre nuestras riquezas y nuestra política nacional, este ejército que los invasores han creado, no fracasó jamás en su misión de proteger el capital local y extranjero. La policía que improvisadamente armó el expresidente Aristide no ha hecho más que seguir los pasos de esos militares hostiles a las menores veleidades de reivindicación popular. Solo el nombre y las jerarquías de las graduaciones han cambiado Pero este segundo cuerpo armado instalado en el marco de una atmósfera nacional e internacional de tendencia más o menos unilateral, más o menos diferente por su naturaleza y su misión de la de hace una treintena de años, ha abrazado la misma preocupación monomaníaca antinacional y antipopular que el predecesor. Si el comunismo es vigilado actualmente de refilón por las fuerzas represivas, el capital mantiene ambos ojos abiertos para contrarrestar toda reivindicación de la clase obrera aunque solo se trate de reclamar mejoras en su vida cotidiana. En cada movilización de esa clase obrera que germina en las “fábricas” de subcontratación en Puerto Príncipe, en el noroeste, en Caracoles o en Ouanaminthe, los policías han procedido con represiones violentas, inversamente proporcionales a la verdadera situación como si el pueblo no tuviera derecho a reclamar por lo menos una parte de las ganancias de su fuerza de trabajo. ¡Que los obreros y las obreras mueran! ¡Que se enriquezcan los patrones, incluso aquellos que abrigan pretensiones presidenciales!
La manifiesta obsesión de los estadounidenses desde buena parte de la mitad del siglo XIX de acaparar todas las riquezas mineras y estratégicas de los países que se encuentran en su órbita imperialista, continúa envenenando a la sociedad haitiana. Bajo su nueva máscara de amigos bienhechores y de maestros de democracia imponen su interesada voluntad, con el benevolente paraguas de la comunidad haitiana. Allí reside todo el juego de turbulencias que, desde hace lustros, ahogan el normal desarrollo de la sociedad haitiana. Haiti está siendo víctima víctima de sus propias riquezas gracias a la complicidad de la oligarquía y de los políticos tradicionales.

¿Qué clase de elecciones quieren para Haití los cómplices haitianos y extranjeros?
Lo que el enviado especial de las Naciones Unidas, Edmond Mulet [1] preparaba para supervisar las elecciones de noviembre de 2010, refiriéndose al film documental de Raul Peck Asistencia mortal es lo que ya estamos viviendo; si la llamada comunidad internacional, de acuerdo con el libro recientemente publicado por Ginette Cherubin [2] un exmiembro del Consejo electoral, Le ventre pourri de la bête (las entrañas podridas de la bestia) manipulaba los resultados del centro de cómputos a espaldas del gran público para invertir el nombre de los ganadores, algunos meses más tarde las intervenciones del portavoz de la democracia se hacen a cara descubierta. Representantes de la OEA como el secretario general Miguel Insulza, el expresidente de Chile y miembro del club de Madrid Ricardo Lagos y la señora Sandra Honoré en nombre del secretario general de la ONU engatusan a las actrices y actores haitianos para montar la máquina electoral tal cual es a pesar de los problemas que conlleva.
La embajadora estadounidense Pamela White y otros miembros del establishmen de EE.UU. entran en el Grand Corps y en la Cámara legislativa para exigir a los elegidos que obedezcan sus calendarios políticos. El miércoles 23 de abril un enviado especial del Departamento de Estado de EE.UU., Joel Danis, se reunió con cuatro de los seis senadores que enarbolaron su estandarte nacionalista. El emisario les instaba a respetar el moribundo acuerdo de "El Rancho" o verían bloqueados todos los fondos destinados a Haití. El descaro de Danis llegó al paroxismo cuando declaró más o menos lo siguiente: “los EE.UU. están dispuestos a apoyar al presidente Martelly sin el respaldo del poder legislativo, es decir como presidente de facto, si este año no se celebran elecciones” .
El clima general que prevalece en el país requiere un análisis completamente diferente a despecho de los inmediatos intereses de la oligarquía y del gran capital multinacional. La movilización antigubernamental crece día a día y la falta de confianza hacia todo poder existente se contagia a todo el territorio. Encarar el camino de las urnas en tales condiciones correría el riesgo de empeorar la situación. A menos que los grupos sociales cuyos únicos objetivos han sido el acrecentamiento del provecho y el prestigio político crean útil de acuerdo con sus experiencias que no hay nada mejor que actuar en aguas turbulentas. Sin embargo la democracia cuenta con ciertas reglas universales.

El núcleo universal de la democracia también es aceptable para Haití
El mundo actual no vive en compartimientos estancos ni forma un bloque nonolítico en el que todas las culturas se confunden. Dentro de la gran civilización moderna, cada nación cuenta con sus propias peculiaridades, de las que ha surgido esta regla dialéctica: “La unidad dentro de la diversidad”.
En las democracias modernas existe un núcleo universal que permite que un país sea clasificado o no de democrático. En ese núcleo es necesario reconocer entre otros el respeto a las instituciones públicas, a las leyes propias de cada país y los derechos a la educación y a la salud para todas las personas. Pero se diría que las fuerzas extranjeras por su forma de tratar nuestro caso quieren hacernos pasar por la excepción que conforma la regla. Y nos endosan epítetos a cual más extraordinario como “país ingobernable”, “país caótico”, “el único PMA del hemisferio occidental”, pese a que rebosa riquezas para cubrir sus gastos. Es evidente que la democracia que nos imponen las potencias tutelares es de muy diferente naturaleza de la que ellas mantienen en sus propios países, aun cuando sus elecciones son siempre sospechosas de fraudes o directamente fraudulentas como en el recurrente caso de México, por ejemplo. Uno se siente con derecho a preguntar qué es lo que realmente buscan estos donantes que financian ese ejercicio de gran porte patriótico como lo son las elecciones por sufragio universal de los principales responsables del país. ¡Nada de democracia sin duda alguna!
Cuando uno sabe cómo succionan nuestros recursos naturales las grandes multinacionales con absoluto desprecio de las normas nacionales e internacionales en muchas áreas geográficas, con la vista gorda, muchas veces, de las autoridades locales: cuando uno ha conocido a través de ciertos balances, aunque no oficiales, la enorme cantidad de fondos que la CIRH dirigida por el expresidente Clinton, fondos otorgados a Haiti luego del terremoto de enero de 2010 y cuya totalidad no se ha transferido, se comprende mejor la violencia con la que nos acosa ultramar. Una violencia ejercida de muy diferentes formas hasta la de pinchar a ciertos personajes del gobierno estatal que se muestran reticentes o totalmente hostiles a los dictados imperialistas porque se niegan a pisotear las leyes básicas del país.

¿Mantendrán esta forzada imposición hasta el final?
Los donantes-compradores de confianza y de conciencias tienden a embarcarnos en elecciones en que las mayorías son excluidas. Por lo tanto son elecciones comprometidas en construir una plutocracia en la que el capital, en la mayor parte de los casos, surge de las más diversas combinaciones. En muchos casos los golpes bajos se producen entre ellos mismos. Es ese el motivo por el que en más de un caso se produce una cierta tendencia a cruzarse de brazos ante las tambaleantes situaciones que nacen y mueren sin explicaciones para la población.
Por lo tanto nosotros, que militamos en el campo progresista y revolucionario, tenemos la patriótica tarea de luchar para sacar a Haití de este laberinto, concertar con las masas populares, las únicas capaces de triunfar con nosotros sobre esta explotación. Nosotros, militantes de la izquierda revolucionaria, retomamos nuestro silencioso trabajo de hormigas para participar en las luchas reivindicativas de las clases explotadas y levantar su nivel. Ellas apoyarán su conciencia en principios, programas que construirán con su consenso, su aparato político y no sobre las falsas promesas de los políticos con las manos sucias.
Es necesario construir un clima electoral en el que nuestras fuerzas estén al servicio de la reconquista de la soberanía nacional. Todo esto a la sombra de las potencias extranjeras que se han beneficiado con la bendición de la oligarquía local, esas potencias extranjeras que siempre han controlado la venta y la compra de nuestros productos.
¿La clase política tradicional dejará algún día de jugar el papel de comparsa para volver a enarbolar la soberanía haitiana? Así lo soñamos. Solo las fuerzas progresistas y revolucionarias tienen la voluntad y la capacidad de cumplir con esa noble tarea.


* Marc-Arthur Fils-Aimé es el director general del Instituto Cultural Karl Lévêque (ICKL)

Notas
[1] “El histórico diálogo, fiel reproducción del violento intercambio mantenido en “Le Villate” entre Edmond Mulet y Pierre-Louis Opont. Mulet: Estoy desolado por lo que voy a decirle. No voy a hablar a título personal, sino en nombre de la asamblea de la comunidad internacional (pausa) Como ustedes saben estamos muy preocupados por las elecciones… (pausa) Queremos decirle que no aceptaremos que el señor Jude Celestin esté presente en el escrutinio de la segunda vuelta, aunque gane en la primera vuelta! Opont: ¡Pero señor Mulet aún no hemos terminado de recibir los informes verbales de las diferentes regiones! Mulet: Sí todo el mundo conoce los resultados. Y usted es el responsable. Del mismo modo, cuando la señora Janet Sanderson, desde sus encumbradas atribuciones como embajadora del país más poderoso del mundo, se presenta en el CEP (Consejo Electoral Provisorio) para comunicarles con una mal disimulada arrogancia “sus instrucciones” con respecto a la esperada decisión de la participación de Fanmi Lavalas en las elecciones, se me revuelven las tripas. Para colmo, siguiendo las normas del CEP sobre la obligación de respetar la ley, el más importante y suficiente personaje del cuerpo diplomático de entonces, el representante de la UE Franco Gossetti que acompañaba a la representante de los EE.UU., intervino apoyándola y permitiéndose insistir. Entonces, cuando expresa de manera perentoria que la violación de la ley es moneda corriente entre los haitianos y que una vez más no puede ser banal, me hierve la sangre.
[2] Ginette Chérubin escribió en Le ventre pourri de la bête, Ediciones de la Université d’État d’Haïti. Pág. 258-259