Capitalismo/ la sexualidad mercantilizada
Brasil
La Copa del Mundo instituye el nuevo estado de guerra de guerra
El gobierno brasilero practica una escalada de barbaridades para asegurar el lucro privado de la FIFA y de sus patrocinadores. Adivinen quién paga la cuenta.
Hamilton Octavio de Souza (1)
Correio da Cidadania
En el futuro, cuando una Comisión de la Verdad y de
la Justicia castigue todos los crímenes practicados por el gobierno brasilero
para imponer al país la realización de la Copa del Mundo de Fútbol de 2014, en
los moldes exigidos por la FIFA, las autoridades actuales tendrán que explicar
porque ordenaron el desalojo de tantas familias de sus casas, desviaron dinero
público para el evento privado, amenazaron el derecho de libre manifestación y
colocaron a las Fuerzas Armadas en funciones policiales para intimidar a los
pobladores de los barrios, comunidades y favelas de Río de Janeiro y otras
ciudades de Brasil.
Los presidentes de la República, los ministros de Justicia, Defensa y de Deportes, entre otros, y los comandantes militares serán llamados a declarar por que hirieron los artículos 142 y 144 de la Constitución, que tratan respectivamente, de las atribuciones de las Fuerzas Armadas y de la Seguridad Pública, siendo que aquellas "se destinan a la defensa de la Patria, a la garantía de los poderes constitucionales y, por iniciativa de cualquiera de estos, de la ley y del orden, en tanto que la seguridad pública "es ejercida para la preservación del orden público e inconmovilidad de las personas y del patrimonio", a través de la policía federal, policía caminera federal, policía ferroviaria federal, policías civiles y policías militares y cuerpos de bomberos militares.
¿Desde cuándo los pobladores de las comunidades cariocas y de otras ciudades representan una amenaza a la Patria, a los poderes constitucionales, a la ley y al orden? ¿Desde cuándo esos ciudadanos y ciudadanas fueron considerados subversivos u otra categoría de enemigos internos para ser vigilados directamente por las Fuerzas Armadas? ¿Desde cuándo gobiernos constituidos bajo el Estado Democrático de Derecho se valen de medidas previstas en la antigua Ley de Seguridad Nacional aprobada por la dictadura Militar originada en el golpe de 1964?
Los dirigentes de la República precisan justificar por qué crearon en el país un verdadero Estado de Guerra contra todos los tipos de manifestaciones democráticas y contra las poblaciones de los barrios más pobres y desprovistos de servicios públicos. Finalmente, por qué utilizaron el aparato policial y militar de las tres fuerzas (Ejército, Marina, Aeronáutica), para, de un lado, intimidar al pueblo, y, de otro, asegurar que una elite económica y un contingente de turistas puedan disfrutar del campeonato de fútbol sin el menor vestigio de las maldades que atormentan cotidianamente a la mayoría de la población?
Muy probablemente, ellos serán llamados por la futura Comisión de la Verdad y de la Justicia para decir si las protestas populares relativas a la Copa de Mundo, habrían ocurrido si el megaevento del capital hubiese quedado reducido al ámbito exclusivo de la iniciativa privada, si no hubiese gastado recursos públicos escasos para actividades prioritarias del Estado, como la salud, educación, vivienda, transportes, etc.
Ciertamente precisarán exponer, detalladamente, por qué vislumbraron utilizar la Copa de 2014 como trofeo político con fines electorales, explotando el sentimiento popular para hacer una exaltación ufanista de un sistema económico que causa la desigualdad y la exclusión. ¿Tal procedimiento no reproduce la misma lógica del gobierno Médici en relación a la Copa de 1970, cuando pretendió fundir la euforia deportiva con el régimen dictatorial? ¿Eso ya no fue ampliamente condenado por el pueblo brasilero junto con otras barbaridades y violencias practicadas por la dictadura?
Vale recordar que las izquierdas brasileras siempre se posicionaron contra la utilización del fútbol, así como de cualquier otro deporte, como instrumento de manipulación de las personas para fines mercantiles, electorales o simplemente como forma de alienación política y de la ciudadanía. Las izquierdas brasileras criticaron duramente a la dictadura argentina, en 1978, cuando usaron la Copa del Mundo para encubrir el genocidio de millares de militantes opositores al régimen. Hay innumerables registros sobre eso en la prensa alternativa de la época y en la producción académica de las principales universidades del país.
Las autoridades no podrán escapar de la responsabilidad por todo aquello que están causando hoy a la nación, en función de un espectáculo patrocinado por el capital. Los daños son evidentes. No solamente a los más pobres, que fueron privados de los recursos públicos y tratados como clases peligrosas. No solamente a los perseguidos de siempre, los jóvenes, negros y pobladores de las periferias, que reciben golpes de todos los lados y son vigilados de cerca, inclusive en los más inocentes "rolenzinhos".
Pero el estrago se da también en la incipiente democracia brasilera, en los pasos dados en el proceso civilizatorio, en las más diferentes relaciones de la sociedad. Al traer a las Fuerzas Armadas al centro del escenario, el gobierno (de Dilma) reactivó una derecha nostálgica y retomó la vieja retórica de los gobiernos militares con "orden, progreso y mucha seguridad". Esparcieron la desavenencia, la discordia y las inequidades por todos lados, en los rombos presupuestarios de los estadios, en las exoneraciones fiscales para las empresas vinculadas al megaevento. Resultando todo eso en actuaciones policiales, procesos judiciales, protestas públicas y todo tipo de degradaciones y reparaciones.
La Copa de la FIFA tendrá lugar, pero para el país será la Copa de la Cizaña, de la agudización de todas las diferencias, el campeonato de la degradación. Alguien, algún día, va a tener que pagar por eso. Va a tener que disculparse públicamente porque llamó a las Fuerzas Armadas para actuar contra el pueblo. ¡Deporte sí, viva el fútbol¡ ¡Hacer que los brasileros se enorgullezcan de la Copa de la FiFA de cualquier manera¡ Autoritarismo nunca más.
(1) Hamilton Octavio de Souza es periodista y profesor.
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