Enero 2014 en Chile: El factor portuario, las inequidades y una pérdida
Andrés Figueroa Cornejo
1. Los principios metálicos del imperialismo dictados durante la
administración de George W. Bush (2001-2009) para los países dependientes se
sintetizan en la multiplicación de tratados de libre comercio donde el sur es
reprimarizado y se consolida como objeto de saqueo y expoliación de naturaleza
y trabajo humano barato, mientras el norte monopoliza las finanzas y el
conocimiento científico y tecnológico estratégico. Así también se impone
que los territorios periféricos sancionen leyes antiterroristas para reprimir
preventiva y ejemplarmente cualquier gesto popular que lastime de verdad, en
potencia o imaginariamente al capital en general y a los intereses del Eº
corporativo norteamericano en particular; y el establecimiento de democracias
sin pueblo y de sistemas de partidos políticos funcionales al poder geopolítico
central del planeta. En la actualidad EEUU permanece conflictuado por la
emergencia de China y Rusia y su competencia en mercados comerciales y
financieros tradicionalmente considerados de su propiedad. Como parte vital de
la guerra económica por arriba, EEUU apura un pacto de sangre con los
Estados cruciales de la Unión Europea (Asociación
Transatlántica de Comercio e Inversiones) para enfrentar la arremetida
asiática. Lo anterior se dibuja con tiza fresca en la lucha interimperialista
de la repartición del mundo.
Subordinado a los principios previos -cumplidos sobreactuadamente- se
explica y desenvuelve la clase hegemónica en Chile a enero de 2014.
2. Un 30 % menos que el 2012 acumuló el superávit comercial fundado
sobre la exportación de minerales y otros commodities secundarios. Si bien ese
guarismo se mantiene aún favorable, así como el crecimiento y los índices
macroeconómicos –pese a una tendencia gradualmente descendente-, Chile es uno
de los países del planeta donde la desigualdad social y asimetría en la
distribución de los ingresos resulta más tangible y brutal, e incluso se
manifiesta geográficamente en la organización territorial de los empobrecidos y
los pocos enriquecidos, tanto en las ciudades capitales como en la provincia
profunda.
Respecto de las inequidades, el economista Marco
Kremerman de la Fundación Sol afirmó que “Acá,
según un sondeo, el 1% más rico concentra el 31% de los ingresos, cifra que
puede verse como escandalosa si se considera el caso de Suecia, donde el número
llega al 9% o en Alemania (11%). Incluso en Estados Unidos, reconocido por su
alta desigualdad, este valor asciende a un 21%.”
La misma entidad informó que el promedio de los ingresos no alcanza los
USD 450 dólares al mes, que el 75 % de los hogares (4 personas) obtiene USD 1400,
y que desde 2010, de cada 10 empleos asalariados, 7 son tercerizados.
La sobrevivencia económica de la inmensa mayoría de la gente sólo se
explica por una de las dinámicas motoras de la reproducción capitalista: la
deuda y la expansión y diversificación de la industria crediticia. El
capitalismo tiene su primavera ganancial en el momento financiero, sorteando el
momento productivo y donde el momento comercial (intercambio) en el
retailer opera como respaldo y excusa para vender deuda.
La asimetría abismal entre los magros ingresos del pueblo trabajador y
sus precarias condiciones laborales respecto de la minoría enriquecida a su
cuenta y espalda, sólo es el termómetro del estadio de las relaciones de fuerza
entre opresores y oprimidos en la sociedad chilena. Es decir, la fotografía de
la lucha de clases en un momento determinado.
Asimismo, las políticas estatales de contención social hacia la
población más empobrecida a través de programas asistenciales resultan muy
acotadas en relación a otras economías de la región.
Como en Chile todo es mercancía –todo en su sentido más estricto y
literal-, las relaciones sociales resultantes condicionan correlativamente el
acceso precario a la salud y la educación de excelencia, a los derechos
sociales, a la recreación y al tiempo para la producción y consumo de bienes
simbólicos. Este fenómeno redunda particularmente en el no ejercicio de la
política –en términos ampliados-, la ignorancia cívica y en una de las
dificultades principales para los polos anticapitalistas en sus tareas
contra-hegemónicas. Junto a la eficaz usina de la alienación explotada por la
minoría gran propietaria, la falta de tiempo libre de los trabajadores y los
pueblos atentan contra su organización, disposición de lucha y autoconciencia
de sus intereses históricos. Si para el capital el tiempo es oro, para el
trabajo y los oprimidos el tiempo es uno de los requisitos de su recomposición
como sujeto y promesa de protagonismo político.
Por otro lado (de la totalidad sistémica), la uniformidad de los
ingresos de la mayoría social –más allá de la segmentación aparente y
balanceada por la deuda- debería colaborar objetivamente con la unidad orgánica
y, por tanto, de sentido de las clases subalternas a la hora del combate
social. De hecho, esa misma uniformidad obra como un facilitador
provocado contradictoriamente por la forma nacional de la acumulación y
reproducción capitalista en Chile.
3. Una semana antes del fin de 2013 y todavía cuando se escribe este
artículo, los trabajadores portuarios de San Antonio y Mejillones, marcando a
fuego las primeras líneas de 2014, realizan una paralización de actividades,
tanto contra los incumplimientos del empresariado, como contra una de las
formas más eficientes de la apropiación privada del excedente producido por el
trabajo: la tercerización o subcontratismo o trabajo basura.
La pelea dura de alrededor de 4 mil trabajadores de los puertos ha
obtenido la adhesión y solidaridad militante de los asalariados de 9 puertos
chilenos, sectores estudiantiles y organizaciones populares de todo tipo.
Si la demanda central –la superación de la precarización contractual,
laboral y salarial de los trabajadores- es una reivindicación transversal para
la mayoría de los asalariados del país, por causas asociadas a la coyuntura de
la recomposición orgánica de la clase trabajadora, hasta el momento otras áreas
del extractivismo y los servicios sólo han manifestado una solidaridad
declarativa.
Sin embargo, las condiciones materiales para una huelga general están
dadas. Los portuarios han ofrecido poderosa resistencia a la represión policial
y política. El poder estatal y empresarial los criminaliza desde el gremio de
los dueños (Confederación de la Producción y el Comercio), como desde el
Ejecutivo de turno en su ocaso anunciado, empleando policía militar,
rompehuelgas, falsos representantes sindicales, celda y amenaza.
El capital exagera sus pérdidas y como desde el nacimiento del
movimiento obrero en Chile, acusa a los trabajadores de ‘anarquistas’ y
digitados por la ‘infiltración’, como si sus demandas no fueran genuinas.
Pero lo anterior es repertorio conocido de los opresores. El dato grave
es el silencio obsecuente de la dirección de la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT), compuesta por militantes de comités centrales y planas
mayores de los partidos políticos de Nueva Mayoría (o ex Concertación más el
Partido Comunista de Chile). Antes de que asuma Michelle Bachelet en marzo de
2014, la CUT revela una vez más su rol contencioso y complementario de la
estrategia antipopular del capital desde el inicio de los gobiernos civiles
post tiranía.
Los trabajadores portuarios, los estudiantes secundarios y
universitarios, y el pueblo mapuche constituyen el movimiento real visible que
contingentemente pugna contra los intereses del empresariado. Su unidad y
ampliación de fuerzas sociales es posibilidad para conquistas de los oprimidos.
Ningún sector puede alcanzar victorias estructurales por sí solo.
La tragedia tras este enero promisorio capitaneado por los portuarios,
es la vuelta de tuerca explícita, formal, real y legal, de la dirección del
Partido Comunista chileno al integrarse a Nueva Mayoría, un compuesto apoyado
por el empresariado y la embajada norteamericana por su teórica capacidad de
gobernabilidad, represión social probada y sin temblores y continuidad
ultraliberal. Pero Nueva Mayoría no es
el Frente Popular de los años 40 y 50 del siglo XX y su política nacional
desarrollista y de sustitución de importaciones. Nueva Mayoría es el
instrumento en crisis de representatividad del capitalismo realmente existente
arriba descrito de manera apretada.
Resulta tremendamente dolorosa la pérdida de una tienda en cuya cuna se
forjó una enorme franja de luchadores sociales que interpretaron, condujeron y
protagonizaron episodios extraordinarios para los intereses históricos de los
trabajadores y pueblos de Chile. Todavía no se ha basculado suficientemente
este vuelco, impensable hace un par de décadas. Al respecto, la conducta
reprochable de la dirección de la CUT ante la huelga de los portuarios es sólo
un botón de muestra de las negativas repercusiones para el movimiento popular
en el presente período y fase de su reestructuración. La propia realidad se
encargará de hacer su diagnóstico.
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