De Marca tu Voto a Presta tu Voto
2 de enero de 2014
Sociólogo y académico Universidad de
Santiago.
El Mostrador
En un escenario político conservador,
la campaña Marca tu Voto apareció como un gesto que limitaba al norte con la
desobediencia civil y al sur con la conquista de la institucionalidad desde la
ciudadanía. Si bien no se trata en sentido estricto de desobediencia civil,
pues no se pide vulnerar una norma legal y convocar a su incumplimiento, sí se
trató de un llamado a vulnerar una práctica normalizada y cuya norma social
imperaba sin contrapeso: esa norma se basaba en la convicción de que un voto
marcado era un voto nulo y, por tanto, un voto perdido. Fue un llamado a
incumplir entonces una norma social. Pero, además, fue un esfuerzo de arribar a
la construcción de la institucionalidad desde la ciudadanía. Y ello fue en un
sentido doble: por el contenido de la propuesta (llamar a una Asamblea
Constituyente) y por su forma (conquistar la Asamblea ocupando caminos que no
estaban hechos para ello).
El espíritu de un acto político como
marcar el voto es de rebeldía y protesta. Y, en tanto tal, calzaba con el
espíritu de impugnación del Chile actual. Pero todo espíritu de rebeldía supone
un aparato que lo administre, un cuerpo de funcionarios que haga operativa la
acción. Los administradores de Marca tu Voto fueron los impulsores para Chile
de esta idea, pero también fueron sus administradores. Y como suele ocurrir en
estos casos, en algún momento la protesta se torna astucia, maquinación y
cálculo. Todo Cristo tiene su Pablo. Y aunque esto no es un problema en sí mismo,
lo es cuando los cálculos son equivocados o cuando vulneran el espíritu del
acto que se está promoviendo. Si marcar el voto con las letras AC para
estimular la convocatoria a una Asamblea Constituyente nacía de la rebeldía a
un orden institucional y político que niega ese camino o, al menos, lo objeta
significativamente, no se puede pretender caminar por la institucionalidad ni
menos jugar a la seducción de los poderosos. De lo que se trata es de
irritarlos. Y nada de eso ocurrió. Cuando mucho, molestó a la derecha, cosa
nada difícil y a estas alturas irrelevante.
Marca tu Voto tuvo numerosas
oportunidades para radicalizar su postura e irritar a la institucionalidad. La
tuvo cuando Juan Emilio Cheyre demostró desconocer la diferencia entre voto
impugnado y nulo. Debió apostar a su salida del Servicio Electoral. No lo
intentó siquiera. Luego los administradores de Marca tu Voto tuvieron reuniones
con el Servel y señalaron que el camino estaba abierto para la iniciativa. Pero
el Servel contestaba en todos los medios de comunicación que “el único voto
válido es el que marca una preferencia y no tiene otras anotaciones”, para
luego dar una serie de referencias sobre posibles excepciones. El Servel no era
la solución, era el problema. No había que darle la pelota, había que
quitársela.
Las reglas del método de la campaña Marca tu Voto
fueron erráticas. Su relación con la Nueva Mayoría fue oblicua. Nació como una
forma de presionar a Bachelet para avanzar por la ruta de la Asamblea
Constituyente, pero terminó siendo otra forma más (de las tantas) que se usaron
para evitar la abstención (sin éxito). La iniciativa Marca tu Voto no supo
asumir el principal rasgo de la Nueva Mayoría: la posibilidad de influir sobre
ella es ser un peligro para ella (el movimiento estudiantil, por ejemplo) o ser
una solución (el Partido Comunista, por ejemplo, como forma de maquillar una
aproximación al movimiento estudiantil).
La ruta de Marca tu Voto fue
errática. Cuando la encuesta CEP reveló que el 45% de los chilenos deseaban
Asamblea Constituyente, no hubo celebración. Los convencieron de que era un
problema, que ahora la expectativa era mayor. El mundo político, que siempre
entendió que esta convocatoria era agua para otro molino, insistió en que, de
ahí en más, un resultado muy inferior a 40% de AC era un fracaso para la
iniciativa. Y parte de este discurso penetró las propias filas de Marca tu
Voto. Habían perdido el foco: su objetivo era marcar el voto, no conquistar la
realización de la Asamblea Constituyente. Mientras tanto, la mayor parte del
país todavía no comprendía la posibilidad de marcar el voto sin anularlo, es
decir, el mensaje fundamental no había sido comunicado eficazmente. La
campaña llegaba a la elite informada, estaba orientada a la oligarquía buena
onda.
El momento de mayor confusión de la
iniciativa Marca tu Voto fue con el paso a segunda vuelta de las candidatas
Bachelet y Matthei. Habiendo logrado en primera vuelta un éxito razonable, con
un conteo alrededor del 10% de los votos y sin impugnaciones relevantes (sólo
la Fundación Jaime Guzmán), la iniciativa decidió proyectar la acción para la
segunda vuelta. Era evidentemente un error. Mientras en primera vuelta había
candidatos que llamaban a marcar el voto, en segunda no los había. Matthei era
opositora a la Asamblea. Y lo más cercano a la AC que Bachelet había dicho era:
“No está descartado ningún procedimiento institucional para cambiar la
Constitución”. Ni siquiera había dicho: “La Asamblea Constituyente no está
descartada”. Ni siquiera había dicho: “La Asamblea es un procedimiento
institucional”.
Con esa confusión, la ruta electoral
hacia la transformación radical del orden político en Chile ha dejado de ser un
camino (si alguna vez lo fue), incluso para ejecutar impugnaciones de alcance
medio. No vale la pena prestar el voto, aunque sea marcándolo. Es
imprescindible avanzar por nuevos caminos.
Marcar AC nació para liberar al voto
de sus ataduras lógicas (se vota por candidatos, no por conceptos). Su carácter
conceptualmente subversivo –esto es, su movimiento de subtexto– quedó en nada
al pretenderse que en segunda vuelta siguiera operando la campaña. Era un
llamado explícito a votar, en primer lugar; y a votar por Bachelet, en segundo.
Por lo demás, en el Chile actual sólo la protesta y la abstención han servido
para generar transformaciones. Y marcar AC ya no era protesta. E indudablemente
ya nunca fue abstención.
Cuando era evidente que el fenómeno
central de la segunda vuelta era la abstención, la convocatoria de marcar el
voto dejó de ser subversiva e irritante para el sistema. Pasó a ser una forma
de llamar a votar. Y la estrategia de Marca tu Voto en segunda vuelta pasó de
la ingenuidad a la astucia. Ignacio Iriarte dijo en diversos medios de
comunicación que el llamado era a marcar AC, pero que también era preferible
que marcaran una preferencia. Este discurso nunca fue escrito en ningún sitio,
pero fue dicho en diversos medios de comunicación. Habiendo ya sólo dos
candidatas, el llamado era funcional a Bachelet. Por supuesto, hubo una serie
de sofisticadas argumentaciones para explicar cómo las excepciones son más
importantes que las regularidades y que, dado que hubo algunos votos de Matthei
marcados con AC, entonces habría también un camino por esa ruta. Y aunque lo
hay, es un camino que debe ser construido, que no consiste en esperar que los
votantes de derecha voten por sus candidatos al tiempo que los impugnen. No es
una ruta sencilla. De momento se parece más a la irrupción de la cantante
calva.
Las reglas del método de la campaña
Marca tu Voto fueron erráticas. Su relación con la Nueva Mayoría fue oblicua.
Nació como una forma de presionar a Bachelet para avanzar por la ruta de la
Asamblea Constituyente, pero terminó siendo otra forma más (de las tantas) que
se usaron para evitar la abstención (sin éxito). La iniciativa Marca tu Voto no
supo asumir el principal rasgo de la Nueva Mayoría: la posibilidad de influir
sobre ella es ser un peligro para ella (el movimiento estudiantil, por ejemplo)
o ser una solución (el Partido Comunista, por ejemplo, como forma de maquillar
una aproximación al movimiento estudiantil). No hay otra ruta. Si la campaña
Marca tu Voto hubiese ayudado a vencer la abstención de un modo detectable,
existiría para la Nueva Mayoría. Si hubiese llamado a no votar en segunda
vuelta, existiría para la Nueva Mayoría. Pero el camino intermedio, la rebelión
timorata de las elites sin masas, no sirve.
El colmo de la “confusión” fue
terminada la segunda vuelta, cuando en carta a La Tercera Ignacio
Iriarte comienza diciendo: “A propósito de una nota publicada el domingo en su
diario, nos parece necesario precisar que la campaña ciudadana ‘Marca tu voto’
no emplazó junto al Partido Progresista a la presidenta electa a convocar a una
asamblea constituyente, ya que la campaña y la estructura que le dio vida cerró
una etapa el 15 de diciembre”. Es decir, se consumó así el error: el
instrumento destruyó el objetivo. El objetivo era marcar el voto, no llamar a
una Asamblea Constituyente. Y, por tanto, acabada la elección, no se llama a
convocar una Asamblea, sino a esperar novedades del cuadro burocrático de Marca
tu Voto (novedades que no llegan). Más aún, se hace un gesto político para
marcar distancias con un partido que apoya la Asamblea y para generar
proximidad con los partidos que la rechazan en silencio. Parece incomprensible.
Y lo es.
Estoy seguro que somos muchos, de
entre quienes apoyamos en primera vuelta la iniciativa, los que hemos percibido
con cierto estupor las señales que conducen a conductas dóciles y amables con
la Nueva Mayoría por parte de Marca tu Voto. Y el estupor es doble: primero,
porque es una iniciativa ciudadana y no partidista y, segundo, porque la
proximidad a Bachelet no ha servido de nada, ni servirá. Por mi parte, estuve
dispuesto a salir del abstencionismo por una vez el 17 de noviembre, por el
solo hecho de apoyar esta iniciativa que, aunque errática, era lo que había
para expresar la ruta de la Asamblea. Sin embargo, hace ya un par de semanas
que las palabras de Francisco Zúñiga, jefe del equipo comunicacional, dieron
cuenta de algo que era evidente para todo aquel que lo hubiese escuchado desde
hace meses: no está en los planes de Bachelet hacer una Asamblea Constituyente.
Si el camino elegido por la campaña era el “monárquico”, esto es, sensibilizar
a Bachelet (y eso era, por desgracia) ha fracasado. Y quienes apoyamos la
acción, simplemente prestamos el voto.
Irónicamente la confusión y consecuente derrota de
la Iniciativa Marca tu Voto es irrelevante. El proceso constituyente en Chile
se ha abierto. La fractura entre lo social y lo político es tan grande que el
mero vínculo jurídico de una nueva norma no alcanzará a producir un espacio de
representación legítimo. Será imprescindible la Asamblea. Si la idea es que la
institución más criticada, como es el Congreso Nacional, se haga cargo de la
nueva Constitución, no cabe duda que dicho camino será pedregoso y lleno de
retrocesos. Si la idea es revitalizar las 54 reformas de 1989 con la forma de
una nueva Constitución de la elite política, no funcionará. La democracia de
los acuerdos está muerta (que no esté enterrada es por culpa de sus
familiares). La crisis de representación en que habitamos es un síntoma de un
problema más profundo, que es la incapacidad del sistema político para contener
en su seno los procesos sociales y políticos. Estos procesos no requieren del
acuerdo de sus líderes. No necesitamos la visión monárquica que espera que
Bachelet se convenza de hacer una Asamblea. La sociedad se basta a sí misma,
los procesos históricos pasan por encima de los individuos. En Chile habrá una
Asamblea Constituyente, a pesar de la derecha, a pesar de la Democracia Cristiana,
a pesar del Partido Socialista, a pesar de Bachelet, e irónicamente a pesar de
iniciativas como Marca tu Voto, cuyo exceso de ingenuidad (esperemos, porque
también puede ser de astucia) les impide caminar en línea recta al objetivo de
la Asamblea Constituyente.
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