Armas y violencia on line
Armas y violencia on line
Por Adán salgado
Andrade
Hace algún
tiempo escribí un artículo acerca de lo adictivas, banales y hasta peligrosas
que están siendo las así llamadas “redes sociales” (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2010/11/las-banales-adictivas-y-riesgosas-redes.html).
En ese
trabajo, me refería al hecho de que las redes sociales, tales como el Facebook,
que es una de las más empleadas, YouTube o el Twitter, no llegan, precisamente,
a socializar en la época actual, sino, todo lo contrario, se han convertido
mayoritariamente en instrumentos que aíslan, banalizan y, cada vez más,
violentan a infinidad de grupos que se sirven de esos, digamos, hitos tecnológicos. Para los accionistas
y/o dueños de tales redes, éstas se han convertido en muy lucrativos negocios
que sirven, perfectamente, para, primero, retroalimentar al sistema de consumo
impuesto por el capitalismo salvaje y, segundo, como instrumentos que emplean
los poderes fácticos de control para manipular a sus “gobernados” y mantener la,
digamos, “estabilidad social”.
En esta
ocasión me centraré en el análisis de una de las tendencias a la que más han
contribuido las redes “sociales”, que es la de la incitación cada vez más
creciente a la violencia, que sería una especie de catalizador que contribuye a
la citada “estabilidad social”, lo cual tiene el efecto de provocar un bajo o
nulo nivel de activismo social, es decir, la gente es “activa” ejerciendo la
violencia entre sí, pero es apática ante los movimientos sociales que buscan
reivindicaciones políticas, como veremos.
Por ejemplo,
en el caso de YouTube, basta con teclear la palabra “peleas” y aparecen
infinidad de frases que contienen a dicha palabra contextualizada para
distintos tipos de “contrincantes”: peleas en escuelas, peleas de mujeres en
restaurantes, peleas de animales salvajes reales a muerte, peleas de borrachos,
peleas de gallos… y así.
Hay
supuestos filtros que YouTube aplica para “evitar” que se acceda a ciertos
videos, como el de “restringir” la edad de la persona que se dispone a ver un
video violento, pero, eso, como podemos intuir, no es problema para nadie
familiarizado con la creación de cuentas en la red, pues es suficiente falsear
los datos y, listo, se tiene acceso inmediato.
Así, tan
sólo por el hecho de teclear palabras alusivas a la violencia, se tiene acceso
a ésta en la red, aunque también hay los llamados “sitios extremos” en los
cuales, ese tipo de videos o de contenido violento gráfico es por lo que existen. De hecho, es endémica ya la
inclinación, casi generalizada, por la violencia, pues, por ejemplo, gran parte
de los videos de violencia cotidiana que se presencian, son el resultado de las
personas que se encontraban cerca de la riña, las que, en lugar de haberla detenido,
simplemente sacaron sus celulares, la filmaron y la subieron a la red. Eso
tiene el pernicioso efecto de irnos acostumbrando cada vez más a tal violencia
y, peor aún, volvernos insensibles ante ella, de tal forma que cuando se mira
un video agresivo de cualquier tipo, pareciera para muchos que están mirando
una película “de acción”. No sólo eso, sino que, en general, hay una especie de
encanto hacia todo lo que implique
violencia. Cuando a la ciudad de México se han traído exposiciones
museográficas sobre asesinos seriales, permanecen varios meses y se rompen
records de taquillas, pues hay una morbosa atracción hacia esos psicópatas. En
Estados Unidos, por ejemplo, hay mujeres que piden el semen de asesinos como
Charles Manson, para embarazarse de ese obscuro personaje, quien en los años
sesentas dirigía una supuesta “secta” que terminó asesinando a varias
personalidades, entre ellas a Sharon Tate, en agosto de 1969, esposa en ese
entonces del director Roman Polansky. Por si eso no bastara, como Manson, antes
de convertirse en asesino, era cantautor, varias de sus canciones han sido
retomadas por grupos tales como Guns N’ Roses, White Zombie o Marilyn Manson
(Charles Manson cumple cadena perpetua en la prisión estatal de Corcoran,
California). A ese nivel de socio-patología hemos llegado actualmente.
Incluso, la
mayoría de los videojuegos existentes, también incitan a la violencia, además
de a un nocivo aislamiento, a las personas, niños y adolescentes
principalmente, que los juegan (http://www.jornada.unam.mx/2013/12/23/sociedad/042n1soc). Es increíble que los programadores
traten de hacerlos “muy realistas”, buscando que los asesinatos que perpetran
los personajes contra sus “enemigos”, ya sea que les revienten la cabeza de un
certero disparo o que los corten a la mitad con un sable, parezcan, eso, muy sanguinolentamente reales.
Regresando a
las redes, podría pensarse que la violencia queda allí, registrada en los
videos de YouTube o en las fotos que se promocionan en Instagram, por ejemplo.
Desafortunadamente, cada vez más se están dando situaciones en donde tal
violencia se traduce en el mundo real, teniendo, muchas veces, consecuencias fatales.
Retomo el
trabajo del periodista Ben Austen (Wired,
octubre 2013), quien realizó un dramático reportaje acerca de lo que la
violencia promovida por fotos o textos subidos a redes como el Facebook están ocasionando
tan sólo en una ciudad de Estados Unidos (¿en qué otro país podría darse algo
así?), a la cual contribuye aún más la absurda facilidad para adquirir armas y
emplearlas, un verdadero azote para la sociedad estadounidense, pero un muy
lucrativo negocio para los fabricantes de tales armas (ver mis trabajos al
respecto:
La ciudad en
la que Austen basó su investigación es Chicago, Estados Unidos, una de las
ciudades más emblemáticas del estado de Illinois
y de dicho país (fue cuna de famosos gánsteres). Esta ciudad cuenta con una
población cercana a los dos millones, setecientos mil habitantes. Y aunque
alberga a las 11 empresas que figuran entre las 500 más lucrativas del mundo,
según la publicación Fortune, también existen zonas caracterizadas por una
creciente pauperización y deterioro urbano y social, consecuencia de la
generalizada decadencia de Estados Unidos, que a pesar de ser el centro del
capitalismo salvaje y jactarse de ser aún el país más rico del orbe, posee ya
50 millones de habitantes en situación de pobreza y pobreza extrema (ver mis
trabajos al respecto:
Una de esas
empobrecidas zonas es el barrio Englewood, caracterizado por elevados índices
de pobreza y criminalidad. En el sitio, a finales del siglo 19, se hallaba la
estación ferroviaria Englewood, por la que llegaban a pasar hasta 1000 trenes
por día. Después, importantes centros comerciales se establecieron en el lugar,
como el Englewood Shopping Center, los que dinamizaron bastante la actividad
económica, logrando que en 1960 más de 97,000 personas habitaran dicho barrio,
de un área de poco más de 23 kilómetros cuadrados. Sin embargo, la paulatina
degradación, justo de la actividad económica, tuvo la consecuencia de que
Englewood se fuera deshabitando y deteriorando urbanamente, a grado tal de que
en la actualidad no permanecen allí más de 30,000 habitantes, siendo negros la
mayoría, 97.37%, 1.06% hispanos, 0.11 asiáticos, 1.12 otros grupos raciales y
apenas un 0.34% de blancos, lo que mostraría la tendencia decreciente que la
raza blanca está teniendo en Estados Unidos (a pesar de ello, sigue habiendo
racismo del blanco hacia las otras razas. Hace poco, una mujer negra fue
asesinada sólo por tocar a la puerta de una casa, pues su auto se había
descompuesto y trató de pedir ayuda. Quien le abrió era un paranoico blanco,
quien, “temiendo” que la chica lo fuera a “asaltar”, si mayor advertencia le
disparó a la cara. Ese individuo aún no es juzgado:
Siendo
mayoritariamente negros los residentes de Englewood y con un alto índice de
pobreza, del 44%, comparado con el promedio del 20% para toda la ciudad, se
comprende, muy bien, por qué el índice de criminalidad allí es de los más altos
de Estados Unidos.
Lo anterior
sirve para comprender el fenómeno de la violencia que investigó Austen, que,
como dije, se ha multiplicado gracias a las redes “sociales”.
De hecho, la
violencia en las redes que se ha desatado en Englewood, no es privativa del
lugar, ya que, señala Austen, la mencionada facilidad para adquirir armas, así
como la pobreza imperante, han llevado a que muchos jóvenes formen pandillas,
con tal de mostrar que son y existen,
como sucede en todo el mundo, en donde el pandillerismo concede, digamos, identidad e importancia a sus practicantes.
En Chicago, alrededor de 70,000 personas, la mayoría jóvenes y adolescentes,
son pandilleros que pertenecen a nada menos que 850 grupos de distintos tamaños
y denominaciones y que se precian de serlo (un buen ejemplo cinematográfico de
la importancia de las pandillas en Estados Unidos, lo ofrece la cinta clásica Blood in, blood out, en donde los
miembros de tal o cual pandilla, se precian de serlo y buscan distintivos que,
justo, los identifiquen ante otros, imponiendo su superioridad, tanto por el
número de miembros, así como por las armas que poseen y las “victorias” que
obtengan enfrentando a otras bandas. Así, las más distintivas en la cinta, eran
los “Batos Locos”, contra “Tres Puntos”).
Antes de la
existencia del Internet y su generalizado uso, las pandillas se concretaban a
“patrullar” su territorio y no meterse en el de otras, si buscaban estar en
paz. Sin embargo, en la actualidad, las redes “sociales”, tales como el
Facebook, el Twitter y el YouTube, como menciono arriba, han ocasionado que las
rivalidades y los enfrentamientos de los pandilleros, sobre todo en Englewood,
sean cada vez más frecuentes e, incluso, perversos.
Austen
comenzó por investigar el asesinato de un joven, Joseph Coleman, apodado Lil
JoJo, debido al intercambio de insultos y canciones de rap, entre él y Keith
Cozart, apodado Chief Keef. Cozart se hizo famoso con una serie de videos de él
rapeando, que incluso lograron que
una empresa disquera, Interscope Records, le diera un contrato exclusivo por 6
millones de dólares. El video, titulado “3hunna Chief Keef”, es una alegoría a
la violencia de la pandilla a la que pertenece Cozart, pues “3hunna” es,
digamos, que el apodo de dicha banda, Black Disciples Gang (puede verse el
video aquí: http://www.youtube.com/watch?v=QFEhJfUcD1Q).
La mayor
parte de la letra, acompañada del minimalista ritmo característico del rap, es
una auto-exaltación del propio Cozart, quien advierte a cualquier “nigga” de
otra pandilla que ni se metan con él o los miembros de su pandilla, 3hunna,
pues “está fumando marihuana, tiene muchas pistolas y las empleará sin
miramientos” (refiriéndose al enemigo despectivamente como “bitch”).
Particularmente, alude a la pandilla GBE, Gangster Disciples, que es a la que
pertenecía Coleman, diciéndoles que los va a matar (por otro lado, el hecho de
que una canción tan minimalista, tanto en ritmo, como en letra, pero letra que
contiene violencia intrínseca, haya convertido a su autor en famoso y millonario, nos da idea de la
banalidad y simpleza “cultural” a la que hemos llegado actualmente, que la
mayoría de la gente vanagloria a subproductos pseudo-artísticos como el citado
video, que a la fecha tiene casi 16 millones de vistas).
La respuesta
de Coleman fue otro video, “3HUNNAK”, en el que alude a Keef y su banda, con la
frase “Niggas claim 300 but we BDK”, en la cual BDK se refiere a la propia
pandilla de Jojo, la Black Disciples Killers. En ese video, incluso, amenaza
con disparar a un miembro de la pandilla de Cozart (este es el video: http://www.youtube.com/watch?v=LhAOSzpydVM).
Así, tras
una serie de insultantes e intimidantes mensajes por Twitter, Coleman fue
asesinado, cuando paseaba en los diablos de la bicicleta de un amigo. Lo
irónico del asunto es que minutos antes, Coleman había twitteado que andaría en el número 6900 de la avenida South
Princeton, justo en donde fue asesinado, o sea, él mismo les dio su ubicación a
quienes lo asesinaron de un balazo. De inmediato, en la cuenta de Twitter de
Chief Keef aparecieron comentarios burlones. Uno de ellos eran carcajadas y el
otro decía que “Lástima, porque ese negro JoJo, quería ser como nosotros”,
aunque Keef lo niega (alega a su favor que su cuenta fue hackeada). Sin embargo, Keef no es sólo famoso por sus melodías,
sino porque frecuentemente desafía a la policía con sus fotos de Instagram, que
comparte nada menos que con sus 750,000 seguidores de Twitter, en las que sale
portando drogas y armas, diciendo que con esas armas “voy a matar a algunos
policías ojetes” (de hecho, cumplió una breve sentencia carcelaria debido a
esas amenazas contra la autoridad. Quizá también por su irreverencia ante la
ley, sea tan “admirado”). El asesinato
de Coleman desató, a su vez, otros asesinatos, producto de venganzas, además de
miles de comentarios en Twitter y videos en YouTube, de apoyo, de burla, de
amenazas… a pesar de que más de un año ha pasado desde entonces, septiembre del
2012.
Y de forma
similar, señala Austen, es que se propician los enfrentamientos entre las
pandillas. Basta con que un joven cualquiera (conocido como Facebook driller), una mañana, revise el
Facebook del miembro de una pandilla rival, la que puede estar pasando la
calle, pues las 850 que, como señalé, existen en Chicago, conviven muy
cercanamente, tanto en localización física, así como por las citadas redes
sociales. Luego, ese joven anotará varios insultos y… ¡listo!, esos insultos se
vuelven virales, o sea, se retoman,
se retwittean o se repostean por decenas, cientos, miles de
personas, y al final de ese día, todo mundo sabe que fulano insultó a mengano y
merece una golpiza o, peor, ¡morir!, pues lo que comenzó como simples insultos
o amenazas on line, concluyen en
enfrentamientos reales, muchos de ellos fatales, como ya vimos.
Como señala
Austen, si antes, la acción de las pandillas era algo secreto, privativo del
medio, hoy día es prácticamente un espectáculo público del que todos se
enteran, incluso, irónicamente, la policía. Y si con las bandas de antes del
Internet, los cuerpos policiacos de Chicago patrullaban sólo las calles, hoy
también lo hacen patrullando las
“redes sociales”, pues señalan que un alarmante 80% de las riñas en las
escuelas, por ejemplo, se inician en las escuelas (cuenta la policía con un
departamento de analistas dedicados exclusivamente a ello).
Fuera de que
la “vigilancia” policiaca de las redes sirva para ubicar un posible intento de
asesinato, eso comprueba como cada vez más, dichas redes les sirven a los
mafiosos “gobiernos” como instrumentos de vigilancia, como ha hecho Estados
Unidos durante los últimos años, no sólo a ciudadanos estadounidenses, sino de
todo el mundo. De hecho, por estos días, incluso empresas como Google, Facebook
y Yahoo han protestado por la violación de la privacidad de sus sitios, debido
a las acciones de espionaje que realizó la NSA (National Security Agency), que
fueron reveladas por el contratista Edward Snowden, porque, afirmaron, afecta
sus negocios, pues mucha gente ha limitado ya el empleo de esas redes o, de
plano, ha cancelado sus cuentas, por temor a ser espiados
Ese espionaje
también se ha facilitado dado que actualmente existen varios programas que
vulneran los passwords de los que se
sirven los usuarios de las distintas redes, por muy “secretos” que aquéllos
puedan ser (ver mi trabajo al respecto:
De todos
modos, el exhibicionismo con que las pandillas actúan empleando las redes,
señala Austen, es intencional, pues, a pesar de que saben que la policía los
vigila, lo hacen porque, para muchos adolescentes o jóvenes, el mostrar fotos
de ellos, portando distintas armas, en poses amenazantes es una forma de
disuadir a sus posibles contrincantes de que los ataquen, como le dijo uno de
los chicos entrevistados, Boss Nick, quien sube fotos a Instagram portando
distintas armas en cada una de ellas, esbozando amenazantes gestos. “No me importa
quién me vea, sólo que sepan que tengo estos cacharros”, afirma, categórico.
Aunque
también muchas pandillas suben sus videos haciendo odas a la violencia, debido
a que buscan tener la misma suerte de Chief Keef, para ver si una empresa
mediática, como MTV o BET’s 106th & Park, los contrata y se hacen famosos,
al igual que Keef (de hecho, es una tendencia que siguen miles de personas por
todo el mundo, subiendo a diario videos de lo que sea, con tal de que se
vuelvan virales, YouTube los contrate, y puedan vivir de eso. Sin embargo, es
muy pequeño el porcentaje de los que lo logran, sobre todo porque ya se ha
saturado bastante esa manera de tratar de “triunfar”). Pero la mayoría de las
veces, ni se hacen famosos y solamente son agredidos o asesinados.
Como señalé,
la policía ya analiza a diario cientos de cuentas de Facebook, Twitter o
YouTube para rastrear las actividades criminales de las pandillas. Austen
contactó al jefe de la unidad contra pandillas, Kevin Ryan, quien le mostró que
con sólo teclear las letras “CPDK” (Chicago Police Department Killers), en
YouTube, se muestran decenas de resultados de pandillas que amenazan con matar
a policías. Además, no se necesita tanta agudeza
en las investigaciones, dice Ryan, pues con sólo acceder a sitios como The
HoodUp.com o StreetGangs.com, pueden verse videos de pandilleros amenazando o
golpeando a sus enemigos. Gracias a su patrullaje
virtual, afirma Ryan, han evitado que se lleven a cabo varios asesinatos.
De todos
modos, ya varios miembros de pandillas han comenzado a tomar precauciones sobre
el empleo de Facebook, como le dijeron a Austen. Unos de ellos, los pandilleros
de The Morgan Street, recomiendan, “primero, no hacer pedidos a rivales, ni
aceptar ninguno de quien no conozcas. Segundo, si necesitas echar un vistazo al
Facebook, hazlo desde el celular de otra persona, de preferencia del de una
chica. Y, tercero, no te desconectes del todo de las redes, pues necesitas
saber quién está enredado con quien, quien te está amenazando y quién te puede
tomar desprevenido”. Otro joven, Novell, declara que cuando alguien le escribe
algo por el Facebook, él nunca responde. “Lo que sí hago, es subir
constantemente mis fotos con mis pistolas, y no me importa que la policía las
vea y me pregunte que por qué ya tengo una nueva arma”. Pare él, aunque
arriesga su vida, también la protege. “Soy mi propio policía”. Por lo mismo,
recientes estadísticas muestran que muchos adolescentes han dejado de emplear
el Facebook, quizá como medida de precaución (http://istrategylabs.com/2014/01/3-million-teens-leave-facebook-in-3-years-the-2014-facebook-demographic-report/).
Uno de los
jóvenes que Austen entrevistó, Ronald, no corrió con suerte, a pesar de que era
un chico tranquilo, que quería ser peluquero y que subía fotos de él, con poses
intimidantes, con tal de que no lo molestaran los pandilleros rivales. Algunas
semanas después de concluida su investigación, Austen se enteró de que,
justamente en el Día de las Madres del 2013, Ronald fue asesinado de un balazo
en el cuello. Ronald le había dicho que si no existiera el Facebook, no habría
tantos asesinatos entre las pandillas. Sí, seguramente a él no lo hubieran
asesinado tampoco.
Contacto: studillac@hotmail.com
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