Polonia - Cientos de miles de trabajadores se movilizan

Posted by Correo Semanal on domingo, septiembre 22, 2013

La clase obrera levanta la cabeza en los países “ex-socialistas”
Cientos de miles de trabajadores se movilizan
Por Ale Vinet,
Socialismo o Barbarie, semanario, 20/09/2013
El pasado 14 de septiembre, más de 140.000 trabajadores se manifestaron en las calles de Varsovia, la capital de Polonia, contra la política neo-liberal del gobierno de Donald Tusk, primer ministro miembro del partido de centro-derecha Plataforma Cívica. Se trata de una de las manifestaciones más importantes de las últimas décadas, y que prácticamente cuadruplicó una convocatoria similar del año pasado, que había reunido 40.000 trabajadores.
La movilización tuvo un carácter obrero marcado, al ser llamada por las principales organizaciones sindicales del país. Además, concurrieron delegaciones de trabajadores mineros y de la industria siderúrgica del sur del país (Silesia) y de los astilleros en el norte del país (Gdansk).
Un país “a tono” con la crisis mundial
El centro de la protesta tuvo que ver con el rechazo a una reforma del sistema de las jubilaciones, que aumenta la edad jubilatoria de 65 a 67 años, así como contra la nueva reforma laboral que permite una jornada de trabajo “flexible”, es decir, mayores posibilidades de explotación para los patrones. En Polonia, con el “acuerdo” del trabajador (que siempre tiene otra opción, a saber, morir de hambre), la jornada laboral puede extenderse hasta 13 horas por día.
Además, los polacos cobran uno de los salarios más bajos de Europa, y constituyen parte de la mano de obra barata de los países imperialistas centrales (por ejemplo, la gran cantidad de trabajadores polacos en la construcción en Francia, que son súper-explotados para poder enviar remesas a sus familias). Esto se agrava por la destrucción de la protección social (seguro al desempleo, jubilaciones, salud) desarrollada en los últimos años.
El gobierno de Tusk actúa, en ese sentido, como un representante servil de las burguesías imperialistas de la Unión Europea. Las últimas reformas laborales y de las jubilaciones han sido directamente impulsadas y coordinadas por la Unión Europea, bajo el argumento de que hay que transformar a la UE en una región económicamente “competitiva” a nivel mundial.
Pero el caso de Polonia, así como el de Grecia, España y Francia, demuestran qué entienden los dirigentes de la UE por “hacer competitiva”: lisa y llanamente, hacer pagar el costo de la crisis a los trabajadores. Ese es el contenido de la masacre social que la Troika (UE, FMI, Banco Central Europeo) viene imponiendo en Grecia, como el de las reformas anti-obreras en materia de derechos laborales o de las jubilaciones que los gobiernos de Hollande y de Rajoy vienen impulsando en sus respectivos países.
¿El fin del “agujero negro” de los países del Este?
Con estas movilizaciones, no sólo los trabajadores polacos se ponen a tono con sus camaradas españoles o griegos, que vienen reflejando con movilizaciones y luchas masivas el clima de ebullición que recorre Europa. Se trata de la entrada en escena de una zona del mundo que había constituido en las últimas décadas (luego de la caída del Muro de Berlín) un verdadero agujero negro de la lucha de clases.  Esto se confirma a su vez por las movilizaciones masivas que vienen sacudiendo Bulgaria (y que la prensa imperialista oportunamente ocultó), otro país del ex bloque soviético.
Es que luego de la caída del Muro de Berlín, el justificado odio de las masas contra la burocracia estalinista fueusurpado por las corrientes restauracionistas y el imperialismo, para poner la mira en la “intervención del Estado”, en la defensa de las bondades del libre mercado y todo el cuento del “fin de la historia” y de la victoria eterna del capitalismo. Esto fue utilizado para desviar la movilización de las masas, y terminar de enterrar las pocas conquistas que quedaban de los estados burocráticos no capitalistas que se habían constituido en Europa del Este.
Pero lo que se cae ahora no es el Muro de Berlín, sino el “Muro” de Wall Street, con la crisis capitalista internacional desatada en 2008, lo cual lleva a las burguesías a llevar adelante planes de ajuste cada vez más duros: el muro de Wall Street se cae directo sobre la cabeza de los trabajadores. Porque la clase obrera polaca empieza a sacar conclusiones, y se da cuenta de que trabajar 13 horas por día para ganar uno de los peores salarios del continente, dista mucho del paraíso terrenal que los defensores del capitalismo de libre mercado prometían luego de la caída del Muro.
Por eso, las movilizaciones en Polonia tienen un valor enorme: se trata de recomenzar una experiencia histórica en un país donde se vivió en carne propia tanto las calamidades de la burocracia estalinista como  la catástrofe que ha significado la restauración capitalista y el imperio del libre mercado.
Construir una alternativa obrera independiente
La movilización del sábado pasado apuntó directamente al poder político. "Queremos la dimisión de Donald Tusk. Es la única forma de cambiar la política social en Polonia", declaró Marek Lewandowski, portavoz de Solidarnosc (Solidaridad), uno de los tres sindicatos que organizan la manifestación. Esto es un primer paso adelante, porque permite salir de la estrechez de los conflictos individuales para plantear la pelea en el terreno del conjunto de los asuntos de la sociedad, es decir, de la política.
Además, el gobierno está atravesando una crisis política importante, con algunos reveses electorales, y la pérdida de varios parlamentarios (entre ellos, el ex ministro de Justicia), que lo han dejado en el parlamento con una débil mayoría absoluta: literalmente la mitad más uno del parlamento. Se trata, entonces, de aprovechar esta crisis política para hacer retroceder al gobierno en sus reformas anti-obreras y para tirarlo abajo, para poner en pie uno que represente verdaderamente los intereses de la clase obrera.
Pero el problema empieza justamente cuando se trata de formular opciones por la positiva, más allá del rechazo al actual gobierno neoliberal. Porque el fenómeno de desprestigio y de crisis del partido en el poder no viene siendo capitalizado por la izquierda revolucionaria ni por nada que se le parezca, sino por el conservador Partido Ley y Justicia. Se trata de una formación política que más allá de tintes más estatistas y anti UE (lo que no siempre quiere decir algo bueno), tiene como base una ideología católica y de derecha (propone mayores penas, incluyendo la pena de muerte, está en contra del matrimonio homosexual, etc.).
Esto no es para asombrarse en un país donde no sólo se vivió la catástrofe del “comunismo” estalinista, sino que uno de sus máximos dirigentes obreros de la última década, Lech Walesa, terminó siendo el garante número 1 de la restauración capitalista. Nos explayamos. Lech Walesa fue uno de los dirigentes del sindicato Solidarnosc, que protagonizó enormes huelgas contra la burocracia soviética en los años 80, defendiendo el retorno del capitalismo (con el apoyo de la Iglesia Católica y del imperialismo). Fiel a esa política, se postuló y fue electo a la presidencia entre 1990 y 1995. Es decir, fue quien se encargó desde el poder político de liquidar los restos del Estado comunista y de abrir la vía a un capitalismo feroz.
Se trata entonces de un salto que no es nada difícil de dar: el salto de lo social a lo político. Es decir que aun si la clase trabajadora viene de protagonizar enormes movilizaciones (con la posibilidad de un llamado a la huelga general), todavía encuentra enormes dificultades para traducir eso al plano político, y salir de la trampa entre los conservadores de la Plataforma Cívica y los del Partido Ley y Justicia.
Esa es una de las principales tareas de los revolucionarios en el momento actual: desarrollar la organización independiente de la clase trabajadora, desenmascarar los verdaderos intereses que defienden los partidos burgueses en pugna y pelear por una alternativa independiente de la clase trabajadora. En todo caso, el comienzo de las movilizaciones en países que sufrieron décadas de derrotas, tanto a manos del falso comunismo como de la restauración capitalista, es una enorme noticia para todos los revolucionarios.