Estado de Chile es obligado por la solidaridad nacional e internacional a tratar médicamente a héroe de la Resistencia contra Pinochet
-Caso de Guillermo
Rodríguez, ‘El Ronco’, revela que
los pocos criminales de la tiranía encerrados viven en cárceles cinco
estrellas, mientras miles de víctimas reciben trato de indigentes.
Andrés Figueroa Cornejo
El 31 de julio, cerca del
mediodía, un Comando de Apoyo acompañó al reconocido militante de la
Resistencia contra la tiranía pinochetista, Guillermo Rodríguez Morales, ‘El
Ronco’, a una reunión en el Ministerio de Salud con la responsable nacional del
Programa de Reparación y Atención Integral en Salud y Derechos Humanos, PRAIS
(creado en 1991), Paula Godoy, para conocer su respuesta ante la gravedad
sanitaria que atraviesa el ex prisionero político (http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=171949 ).
La cartera de Salud está
ubicada en el centro de Santiago de Chile. Apenas dos días antes se había
echado a correr por las redes sociales la carta de Guillermo Rodríguez, y ya la
solidaridad nacional e internacional tapizó con protestas al Ministerio y con
propuestas sanitarias extra nacionales al propio Ronco. Es cierto que en el
país de origen de quien escribe atropelladamente este texto, casi siempre es
invierno desde hace cuatro décadas. Pero la soledad, el egoísmo y el miedo
destruidos por la convocatoria decorosa de tantos, cambió el orden y los signos
de ese miércoles. Entonces el gris amargo de julio sonrió por una vez.
La solución inmediata y
los problemas estructurales
“Soy un ex prisionero político
de la dictadura contemplado en la ley Valech ( http://fundacionallende. blogspot.com/ ), como tantos otros” comienza la cita
‘El Ronco’ con la encargada nacional del PRAIS, Paula Godoy, y sustancia
que “Requiero urgentemente una operación a la vesícula en un
contexto donde ya tengo intervenciones anteriores de cáncer, intoxicación y
envenenamiento en las cárceles de la dictadura. Fue penoso estar más de seis
meses corriendo de un lado para otro porque simplemente soy usuario del PRAIS.
Una sencilla traba administrativa significó un semestre de postergación de mi
operación de cáncer. Todo, claro, en un marco de salud de mercado, porque
los señores del Hospital Salvador (teóricamente, ‘público’) no operan porque
‘no hay plata’.”
Guillermo Rodríguez respira con
dificultad, pero con claridad señala que “Fue necesario constituir un
Comité de Apoyo, enviar un sinnúmero de cartas de denuncia de Chile y el
exterior, para poder llegar a esta instancia. Esto, naturalmente, tiene que ver
con un proceso global en Chile. Hace un momento, en la entrada del Ministerio
de Salud nos topamos con dos personas gritando porque sus derechos son
violados. Por eso, en todos los espacios sociales, si uno no presiona y no se
moviliza, sencillamente los derechos de las personas no son reconocidos. Ahora
necesito saber cuál será la solución para mi problema. Me acompañan otros ex
prisioneros políticos que han padecido conflictos con el PRAIS en el momento
del servicio sanitario.”
Paula Godoy reconoce que “la
ley de reparación es bastante menos que lo que se indicó en los discursos
políticos” y que para ‘El Ronco’ es posible una respuesta extra-sistema. La
responsable del PRAIS explica que “se hará una compra directa de servicio de
salud mediante una cotización ya en curso, entre las clínicas privadas. En
menos de dos semanas serás atendido en una de ellas.”
El cronista piensa cuánta lucha
popular hubo y también piensa en toda la que falta, en cuánta fuerza será
preciso reunir para derrumbar las relaciones de poder y clase dominantes, e ir
saliendo de la condición de animales simbólicos hasta ingresar a la de seres
humanos.
‘El Ronco’, paradigma de la
Resistencia anti-dictatorial, expresa que “El Estado se ha encargado sólo de
uno de los aspectos de la ley de reparación: la atención de algunos temas de
salud. Pero la reparación, según los acuerdos internacionales, tiene que ver
con una Reparación Integral. Muchos de nosotros no podemos trabajar porque
‘tenemos los papeles manchados’ para algunos. No existe la reinserción
social, ni la atención pronta, ni un largo etcétera para muchos de nosotros. Se
está acumulando mucha tensión entre los usuarios”, y agrega que “Estamos
frente a una cuestión de Estado. Independientemente del gobierno de turno, el
PRAIS debe contar con más presupuesto para lograr sus objetivos. Para la
sociedad, la reparación es igual a la indigencia, y producto de acuerdos
politiqueros. Entre 10 a 15 familias a través de una negociación política,
obtuvieron onerosas reparaciones, mientras que la mayoría recibimos una suerte
de pensión de $ 153 mil pesos mensuales (USD300).”
Ya en la calle, con un
compromiso estatal para tratar rápidamente la grave situación de salud de
Guillermo Rodríguez que este mismo artículo documenta, el Comité de Apoyo improvisa
un círculo en la vereda, a los pies del Ministerio de Salud, justo frente a una
comisaría policial.
Que las leyes son letra muerta,
que si no existe lucha –en cualquiera de sus formas- no hay conquistas para los
de abajo; que la solución personal no resuelve las maldiciones del capitalismo
cuartelario chileno; que las reparaciones para quienes sufrieron la tortura y
el espanto de las violaciones de los DDHH valen menos que poco y su límite
llega a 1991, en tanto las víctimas de los gobiernos civiles reciben hoy mismo
el castigo más feroz. Que la movilización social es históricamente necesaria, y
también es históricamente criminalizada por el Estado de los que mandan.
Mientras se separan, como
átomos de una guerra antigua y permanentemente actualizada, el articulista
chileno que está de paso y reside en un país vecino, se encamina hacia la
Alameda helada, le da vueltas a los casi 40 años desde el golpe de Estado, al capitalismo
de vanguardia que sufre su gente y que ya se extendió como mancha de petróleo
por el mundo. Piensa en la unidad de los pueblos y los trabajadores, en los
estudiantes secundarios, los mapuche, los trabajadores empobrecidos y sin techo
que luchan, en la HipHopLogía rebelde, en la juventud que arde para allegar el
porvenir, en las comunidades de provincia que se levantan paulatinamente para
enfrentar la miseria y la desigualdad. Quien suscribe, piensa en la reunión
popular, acaricia un cigarrillo argentino y se hunde en una estación del Metro
de Santiago en invierno.
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