La concentración económica en Latinoamérica
01/03/2013
Se decía que
Enrique Peña Nieto era el candidato presidencial de Televisa, el poderoso
conglomerado de medios de comunicación mexicano, pero de momento su Gobierno y
los partidos de la oposición están negociando una reforma que fomente la
competencia en la televisión, donde también pisa fuerte TV Azteca, y en
telefonía, donde habita el millonario más rico del mundo, Carlos Slim. En
diversos países de Latinoamérica, sobre todo en los más escorados a la
izquierda, se plantea la necesidad de limitar la concentración en el negocio de
los medios. La cuestión de los monopolios y los oligopolios comienza a aparecer
en la agenda pública de la región, a veces con polémica por sus formas u
objetivos, pero está claro que una política de defensa de la competencia resulta
necesaria, aunque cueste enfrentamientos con grupos poderosos, pero no debe
limitarse a unos pocos sectores sino a todos aquellos en los que se cometan
abusos y sin mantener privilegios para ninguno de los jugadores.
La falta de
competencia puede constituir una de las razones de las subidas de precios, y
por eso muchos gobiernos latinoamericanos de diversas ideologías cargan su
discurso, a veces solo el discurso, contra la concentración cuando se eleva la
inflación. Pero el impacto de los oligopolios en este fenómeno de precios
explica más lo estructural que lo coyuntural.
Queda mucho por investigar sobre la concentración económica en Latinoamérica, pero existen algunos estudios al nivel nacional. En México, los principales 100 grupos económicos aportan el 22,9% del PIB, según un estudio que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicó en 2010 sobre la base de datos de tres años antes. No obstante, estos conglomerados emplean al 3,5% de la población con trabajo. “Se observa un fenómeno de concentración en favor de los diez primeros grupos económicos mexicanos y en desmedro de los otros grupos y empresarios registrados por Expansión”, revista mexicana de negocios que publica la clasificación anual de empresas de su país. Los investigadores peruanos Germán Alarco y Patricia del Hierro, autores del trabajo publicado en la Revista CEPAL y titulado Crecimiento y concentración de los principales grupos empresariales de México, observan que esos diez primeros representan más del 60% de los activos totales, pasivos y patrimonio de los 100 más grandes. Entre los conglomerados con más facturación figuran el de Slim, el Grupo Carso, con América Móvil y la financiera Inbursa; la cementera Cemex, de Lorenzo Zambrano Treviño; la embotelladora de Coca-Cola Femsa, de José Antonio Fernández Carbajal; el químico Grupo Alfa, de Dionisio Garza Medina; el minero Grupo México, de Germán Larrea Mota Velasco; el cervecero Grupo Modelo, de Carlos Fernández González, aunque en proceso de venta a la belga AB InBev; la alimentaria Gruma y el banco Banorte, de Roberto González Barrera; la alimentaria Bimbo, de Daniel Servitje Montull; el diversificado Grupo Bal, de Alberto Bailléres González; el Grupo Salinas Elektra (electrodomésticos, finanzas y TV Azteca), de Ricardo Salinas Pliego; la cadena de supermercados Organización Soriana, Ricardo Martín Bringas, y Televisa, de Emilio Azcárraga Jean. El estudio indica que los principales grupos “tienden a sobreinvertir como una forma de obstruir la entrada de otros competidores”.
Queda mucho por investigar sobre la concentración económica en Latinoamérica, pero existen algunos estudios al nivel nacional. En México, los principales 100 grupos económicos aportan el 22,9% del PIB, según un estudio que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicó en 2010 sobre la base de datos de tres años antes. No obstante, estos conglomerados emplean al 3,5% de la población con trabajo. “Se observa un fenómeno de concentración en favor de los diez primeros grupos económicos mexicanos y en desmedro de los otros grupos y empresarios registrados por Expansión”, revista mexicana de negocios que publica la clasificación anual de empresas de su país. Los investigadores peruanos Germán Alarco y Patricia del Hierro, autores del trabajo publicado en la Revista CEPAL y titulado Crecimiento y concentración de los principales grupos empresariales de México, observan que esos diez primeros representan más del 60% de los activos totales, pasivos y patrimonio de los 100 más grandes. Entre los conglomerados con más facturación figuran el de Slim, el Grupo Carso, con América Móvil y la financiera Inbursa; la cementera Cemex, de Lorenzo Zambrano Treviño; la embotelladora de Coca-Cola Femsa, de José Antonio Fernández Carbajal; el químico Grupo Alfa, de Dionisio Garza Medina; el minero Grupo México, de Germán Larrea Mota Velasco; el cervecero Grupo Modelo, de Carlos Fernández González, aunque en proceso de venta a la belga AB InBev; la alimentaria Gruma y el banco Banorte, de Roberto González Barrera; la alimentaria Bimbo, de Daniel Servitje Montull; el diversificado Grupo Bal, de Alberto Bailléres González; el Grupo Salinas Elektra (electrodomésticos, finanzas y TV Azteca), de Ricardo Salinas Pliego; la cadena de supermercados Organización Soriana, Ricardo Martín Bringas, y Televisa, de Emilio Azcárraga Jean. El estudio indica que los principales grupos “tienden a sobreinvertir como una forma de obstruir la entrada de otros competidores”.
En Perú, el economista Humberto Campodónico, que hasta diciembre pasado presidía la petrolera estatal Petroperú, públicó en 2008 una investigación, con datos de la consultora Maximixe de 2006, en la que señalaba algunos sectores económicos en los que solo dos empresas dominaban la inmensa mayoría de sus mercados. En cerveza, controlaban el 100% Backus (de la británica SABMiller) y AB InBev. En telefonía fija el 97% estaba en manos de Telefónica y Telmex, otra empresa de Slim. En transporte aéreo, la chilena LAN y la desaparecida TANS tenían el 94%. En el mercado lácteo, Gloria y la suiza Nestlé controlaban el 81%. En aceites comestibles, el 70% era de Alicorp y SAO. En pasta, el 66%, de Alicorp y Molitalia. En harina de trigo ambas dominaban el 64%. En hierro y acero, Aceros Arequipa y Siderperú, de la brasileña Gerdau, el 63% y en cementos, Cementos Lima y Cemento Andino, el 61%. “Interesa conocer el impacto de esta clara posición de dominio en mercados claves en variables tan importantes como el aumento de la productividad, el nivel de salarios, el grado de sindicalización y también de los precios de venta de sus productos en esta época de inflación”, publicó Campodónico en el periódico La República.
Sobre Brasil publicaron en 2011 un informe los investigadores Edmun Amann, británico, y Werner Baer, norteamericano. En Neoliberalismo y concentración de mercado en Brasil descubrieron altos niveles de concentración en 14 de los 19 sectores analizados. Los economistas observaron en qué segmentos solo cuatro empresas controlaban más del 60%. Así descubrieron al petroquímico (91%), del motor (85%), comercio mayorista (80%), minería (79%), alimentos y bebidas (76%), transportes (73%), telecomunicaciones (72%), siderurgia y metalurgia (72%), servicios públicos (69%), plástico y neumáticos (68%), construcción (67%), comercio minorista (66%), medicinas y cosméticos (63%) y textil e indumentaria (62%). “Por falta de una cultura de inversión popular en los mercados de capitales, las privatizaciones en Brasil transfirieron activos a pocos competidores privados”, declaró Baer al periódico Correio Braziliense. Esta consecuencia de las privatizaciones de los 90 ha sido bastante frecuente en Latinoamérica, sobre todo a favor de empresas extranjeras, con la excepción de México, donde primaron las locales.
En Chile, dos abogados de la Universidad de Chile, Ramón Briones Espinosa y Hernán Bosselin Correa, y un economista de la misma casa de estudios, Cristián Briones Montaldo, publicaron un documento titulado Modelo económico-social y competencia en los mercados de Chile: un caso de oligopolio y asistencialismo. Allí se daba cuenta de la creciente concentración en los mercados de este país en las últimas décadas, con “anuencia de la autoridad”. Los tres autores llaman a fomentar la competencia por el interés de los consumidores y en contraposición al apetito de grupos nacionales y extranjeros. También reclaman desconcentrar el crédito.
Los autores aportan
números del fenómeno. En el negocio de las farmacias, Cruz Verde y Fasa dominan
el 70% del mercado. En gestoras de fondos de pensiones, en un país que ha
eliminado el sistema estatal, Provida (BBVA) y Hábitat, el 63%. En servicio de
agua potable y saneamiento, el 73,4% está en manos de Aguas de Barcelona y
Teachers. En transporte aéreo nacional, LAN y Sky Airline tienen el 96,4%. En
telefonía móvil, Entel PCS y Movistar, el 77,3%. En fija, Telefónica y VTR, el
74,7%. En Internet fija, Telefónica y VTR, el 83,3%. En inalámbrica, Movistar y
Entel PCS, el 72,7%. En televisión paga, VTR y Telefónica, el 70,9%. En
supermercados, Cencosud y la estadounidense Wal-Mart, el 63,9%. En tiendas por
departamento, Falabella y París, el 61,1%. En la industria del pollo, Súper
Pollo y Aristía, el 71%. En pastas, Carozzi y Tremontes, el 82%. En pisco,
Capel y Compañía Pisquera de Chile, el 98%. En la industria forestal, Arauco y
CMPC, el 69%. En distribución eléctrica, CGE y Chilectra (Endesa), el 60,2%. En
generación eléctrica, Endesa y Colbún, el 67%. En combustibles, Copec y Shell,
el 78,3%. En gas licuado, Lipigas y Abastible, el 67%. En publicidad estatal en
medios, Empresas Mercurio y Copesa, el 78%.
“Existía un convencimiento de que la concentración económica sería extraordinariamente útil para competir en mejores condiciones en el mercado planetario, lo que sólo es válido en pocos casos”, opinan Bosselin y Ramón y Cristián Briones. Solo en los últimos años ha comenzado el debate sobre los efectos nocivos de la concentración en la competencia, los mercados sanos y la renovación de empresas, incluso dentro del propio Gobierno de Sebastián Piñera. La concentración económica también perjudica la igualdad social y el funcionamiento de la bolsa, según los autores.
En Argentina, el año pasado se publicó Elite empresaria y régimen económico en Argentina en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Lo escribieron Martín Schorr, Pablo Manzanelli y Eduardo Basualdo. Los investigadores advierten que en la industria de la alimentación, en concreto, en azúcar, aceites, golosinas, cerveza, otras bebidas alcohólicas y lácteos existen “fuertes e importantes oligopolios con capacidad decisiva en la fijación de precios en el ámbito local, una elevada presencia en la cúpula empresarial y, en muchos casos, una considerable inserción en el mercado mundial a partir de sus exportaciones”. También señalan que desde la devaluación de 2002, que favoreció la producción de bienes exportables, los sectores de hidrocarburos, minería, agricultura e industrias de la alimentación y del motor se vieron favorecidas, pero advierten que en esos sectores “corporaciones oligopólicas detentan una presencia por demás elevada y difundida”. De ahí la creciente concentración económica en grandes empresas, al tiempo que continuó la extranjerización de compañías que eran de capital privado local, un fenómeno de los 90, pese a la argentinización (firmas que pasaron de manos foráneas a empresarios nacionales) y estatalización de algunas compañías de los 2000.
Unas 200 empresas concentran en Argentina el 27,1% del valor bruto de producción nacional. A su vez, acaparan el 71,7% de las exportaciones de este país. Entre las firmas con más ventas en 2010 figuraban YPF (entonces, de Repsol), las agrícolas multinacionales Cargill, Bunge, Louis Dreyfus, la alemana Volkswagen, Aceitera General Deheza, la alimentaria Molinos Río de la Plata, la francesa Carrefour, Claro y Shell.
Entre las 200 que
más facturaban en Argentina en 2010, el 34% de las ventas eran del sector
manufacturero, sobre todo, alimentación y motor; el 12%, del minero y petrolero
y el 14%, de servicios privados. El 3,4% de los ingresos de esas 200 era de
empresas estatales (la proporción habrá aumentado en 2012 con la
nacionalización de YPF); el 24,9%, de capital privado argentino y el 57,8%, de
extranjero.
Recordemos que una posición dominante en sí no constituye una vulneración de la sana competencia sino el abuso de ella.
Recordemos que una posición dominante en sí no constituye una vulneración de la sana competencia sino el abuso de ella.
Fuente: El País (Es)
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