Brasil - "Hay una guerra no declarada, y es una guerra de clases"
Pobres, pretos y periféricos
Nazaret Castro, desde San Pablo *
Brecha, Montevideo, 30-11-2012
Débora Maria Silva se enteró por la radio de que
habían matado a su hijo. Ella ya se lo barruntaba: aquel domingo, Día de la
Madre y cumpleaños de Débora, le pidió precaución a Rogério, de 29 años, padre
de un niño de 3. Él la tranquilizó, aunque la calle estaba brava, en Santos
como en todo el estado de San Pablo, desde que la organización criminal más
poderosa del país, el Primeiro Comando da Capital (PCC),** había decretado la
guerra a las autoridades, sacado a sus hombres a las calles y ordenado matar policías,
atacar comisarías y quemar autobuses. El estado respondió con mano dura y
lógica militar: en ocho días, la Policía Militar (pm) mató a cerca de 500
jóvenes en favelas y periferias. Seis años después, nadie pagó por los crímenes
de mayo de 2006.
Después de aquella fatídica mañana, Débora se convirtió en una zombi. Dejó de comer. La hospitalizaron. Un día despertó. La ira se había transformado en furiosa indignación. Así que salió a la calle y buscó, una por una, a las madres de las víctimas de aquellas ejecuciones. Desde entonces, las Madres de Mayo pelean no sólo por la investigación de aquella masacre, sino por el fin de la violencia estatal contra la población pobre.
La defensora pública, Daniela Skromov, señaló que la policía, y muy especialmente la pm, es responsable del 20 por ciento de los homicidios en San Pablo. Las fuerzas del estado de San Pablo cercenan cada año entre 500 y 600 vidas. El goteo de muertes se convirtió en cotidianidad para esta megalópolis de 20 millones de habitantes. Pero, de vez en cuando, la violencia repunta y vuelve a los quioscos de la Avenida Paulista.
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