Grandes bancos están tras el aumento de precios de los alimentos.

Posted by Correo Semanal on lunes, octubre 15, 2012


La alarma se encendió en julio cuando el precio mundial de los alimentos
registró un abrupto incremento del 10% luego de tres meses de relativa
calma. Las cosas no han mejorado. Según la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en septiembre
volvieron a subir, esta vez, un 1,4%.

Se estima que los alimentos constituyen entre un 10% y un 15% del gasto
promedio de un hogar en un país desarrollado. En los sectores pobres de
una nación en desarrollo, la proporción se dispara: se llevan entre el 50%
y 90% de sus ingresos.
La contracara es el hambre. Este jueves, el Instituto Internacional de
Investigación sobre Políticas Alimentarias publicó su nuevo Índice Global
del Hambre. En todo el mundo lo encabeza Burundi y en América Latina y el
Caribe, Haití.

¿A qué se debe el aumento de la comida en medio de los nubarrones de la
economía global? Las causas son complejas y variadas, pero el diagnóstico
de la FAO en julio contenía un dato clave: no había problemas a nivel de
oferta y demanda.

En otras palabras, ni los factores climáticos que pueden afectar la oferta
(sequías, por ejemplo), ni un súbito aumento de la demanda (como en los
últimos años con China e India) explican esta disparada de los precios.

El dedo acusador apunta a los especuladores. Según algunas estimaciones,
la inversión financiera-especulativa controla hoy más del 60% de los
mercados de alimentos, comparado con un 12% del mercado en 1996.

En un intento de contrarrestar este fenómeno, la comisión del Parlamento
Europeo sobre asuntos económicos y monetarios votó a fines de septiembre a
favor de una regulación del mercado financiero de derivados de energía y
alimentos.

El proyecto, que debe ser analizado en una reunión de la Comisión Europea
en noviembre, ya existe en Estados Unidos, pero es calificado como
insuficiente por organizaciones humanitarias como el World Development
Movement (WDM).

“Es necesario limitar la cantidad del mercado a la que puedan tener acceso
los especuladores. El proyecto avanza en esta dirección, pero puede ser
aguado por la oposición de países con fuerte presencia del sector
financiero como el Reino Unido que prefieren seguir con la autoregulación
del mercado”, le dijo a BBC Mundo Christine Haigh, del WDM.

El camino de los mercaderes
La especulación es tan vieja como la economía: los casos documentados se
remontan a Tales de Mileto y la antigua Grecia.

Pero los mercados modernos han colocado a esta actividad marginal en el
centro mismo del escenario.

Un ejemplo clásico fue el cacao en 2010. El 17 de julio de ese año un
fondo financiero de alto riesgo, Armajaro, compró más de 240.000 toneladas
de cacao (un 7% de la producción global anual), lo que disparó el precio a
su nivel más alto desde 1997.

Un solo día de adquisición masiva a cargo de un poderoso actor financiero
bastó para hacer saltar el precio de un producto.

El eje de estos movimientos especulativos es el mercado de futuros. Este
mercado se originó en Estados Unidos en el siglo XIX para ayudar a los
granjeros a neutralizar las fluctuaciones en el precio de las cosechas.

Un contrato a futuro le permite al granjero vender en una fecha futura a
un precio determinado una cantidad X de su cosecha. El granjero obtiene
seguridad y el comprador posibles ganancias en caso de que el precio suba
por encima de lo pagado.

Con la desregulación del mercado financiero de los años 80 y 90 se crearon
unos contratos de alta complejidad, denominados “derivados”, que abrieron
el juego a una especulación ilimitada.

Como los “futuros” son contratos que se pueden adquirir o vender sin
necesidad de poseer el producto, su venta adquirió una dinámica propia,
acelerada por las operaciones supersónicas de las computadoras.

La invitación a especular es irresistible. Si el precio de una tonelada de
maíz es de 100 dólares hoy, pero el doble en un contrato a futuro de tres
meses, la tentación de postergar la venta y esperar al mejor rendimiento,
termina afectando la oferta presente (los granjeros se abstienen de vender
ahora) y el precio del producto.

Según el WMD, en el corazón de la especulación se encuentran grandes
nombres de la banca como Goldman Sachs, Morgan Stanley, Barclays,
Citibank, Deutsche Bank, HSBC y JP Morgan.

Este poder de fuego de los grandes fondos financieros se ha exacerbado con
la crisis económica mundial.

“Los gobiernos han emitido dinero para estimular la economía. El sector
financiero ha aprovechado este aumento de la oferta monetaria no para
prestar más al sector productivo sino para aumentar sus operaciones
especulativas”, afirma Haig.

Hambrunas y disturbios
Una vara para medir el impacto que puede tener un aumento sostenido del
precio como el que se viene registrando desde julio son los disturbios de
2007-2008.

El salto incontrolable de los precios en esos meses previos al estallido
financiero produjo violentas protestas en 31 países –de Perú a Bangladesh–
con un saldo de decenas de muertos y centenares de heridos.

En el terreno mismo, el WDM vio de primera mano el impacto que los precios
tenían en familias que se veían obligadas a tener una sola comida al día y
a reducir drásticamente la variedad de su dieta.

“Cuando una sociedad no satisface necesidades básicas del ser humano,
cuando vemos malnutrición y el fantasma de la hambruna, es casi inevitable
que se produzcan manifestaciones y disturbios”, le dijo Haig a BBC Mundo.

En los últimos seis meses de 2010, en el marco de un segundo salto de los
precios de los alimentos, unas 44 millones de personas cayeron en la
pobreza extrema.

El problema se agrava en el contexto de una economía mundial que todavía
no ha salido de la hecatombe financiera de 2008.

La desaceleración global –el Fondo Monetario Internacional acaba de bajar
nuevamente su estimación del crecimiento global de 2012– pone en peligro
el nivel de empleo en un mundo que tiene más de 1.300 millones de personas
que viven con ingreso de 1,25 dólares por día.

Sumarle a este crecimiento anémico, una inflación de productos no
sustituíbles como los alimentos, parece una fórmula para el desastre.
(Fuente: LibreRed)