Chile - El día después, en la CUT

Posted by Correo Semanal on miércoles, septiembre 05, 2012


Sin estar plenamente de acuerdo con el enfoque estratégico del autor de este artículo se los envío para continuar ampliando información sobre el tema CUT y otras Centrales sindicales. Las orientaciones planteadas en el artículo en cuanto al accionar global táctico parecen razonables, pero hay que agregar otras que no dependen del marco legal sino de la voluntad y capacidad política de la dirección sindical tales como la disposición de fondos para los conflictos que se prevén y un compromiso de solidaridad clasista. Así mismo se requiere discutir una estrategia de desarrollo de fuerzas y un programa de reivindicaciones sectoriales que estén más allá del marco que impone el capital financiero y el actual modelo en decadencia.

No se requiere profundizar mucho para advertir exigencias del plano organizacional en todo el mundo sindical que deben responder a proporcionarle democracia interna y autonomía. No se deben aceptar, en medio de una crisis como la que se viene, contratos con valores definidos para varios años. ( acuerdos plurianuales); y hay que entrar a rediscutir el marco de beneficios de salud, educación, habitación u otros que se arman con condicionamientos para reducir la movilización de la clase.

En fin, hay muchos aspectos por discutir, pero también una larga experiencia de luchas que rescatar.

Saludos.

Rafael Kries

PD.- De El Mostrador 4/09/12





El día después, en la CUT

J. L. Ugarte*

No hay mucho tiempo que perder. Salvo nunca terminar de comprender la porfiada tozudez de un hombre que —contra todo el discurso social y político que alguna vez sostuvo— se aferró con uñas y dientes al menguante poder de una central de trabajadores agónica.

Martínez —cual anciano que se aferra a su última droga— pretendió contra la más mínima lógica política pretender retener el poder de la principal organización sindical del país. Un curioso dirigente sindical que no sólo repudiaba el Twitter y las redes sociales, sino que culpaba a los profesores de filosofía por las protestas callejeras, y evitaba cualquier forma de debate que lo arriesgara al escrutinio de su gestión sindical.

Está claro que no pasará al panteón del sindicalismo chileno —no hay espacios para él, obviamente—, entre Recabarren, Blest y Bustos.

Pero la tarea es demasiado ancha para seguir perdiendo tiempo en detalles. Incluso la cuestionable alianza que permite a la nueva cúpula de la CUT aparecer “bendecida” por el mismo Martínez y el inexplicable y tan comunista fratricidio de Cristian Cuevas.

Ancha, difícil, gigantesca y cualquier adjetivo es poco para describir la tarea que espera a los que tomen la conducción del movimiento sindical chileno.

En Chile, un pacto silencioso de la transición —asumido con radicalidad por la elite política de la Concertación— fue que las reglas del Trabajo no serían modificadas, manteniéndose el Plan Laboral diseñado por Pinochet y José Piñera.

Derribar ese modelo cuyas consecuencias han sido dramáticas, --en Chile menos de uno de cada 10 trabajadores negocian colectivamente con sus sindicatos, mientras que en la OCDE 6 de cada 10 lo hacen--, es la tarea central de la nueva CUT.

De la resignación pusilánime de la era Martínez, donde los trabajadores terminaron creyendo que este era el único modelo laboral posible, se debe con urgencia pasar a la acción de cuestionar y tensionar un modelo que tiene una característica central: hacer a los trabajadores invisibles.

No es, precisamente, con un acuerdo de migajas como el que promovió Martínez con la CPC como eso se logra — acuerdo que la nueva presidenta de la CUT sorpresivamente defendía en sus primeras declaraciones—.

¿Cómo convencer a una elite política y empresarial, que se acostumbró a diseñar el país a su antojo y placer, que el acuerdo de los trabajadores es imprescindible? Para ello, los trabajadores deben lograr volver a tener poder. Y el movimiento social ha mostrado la ruta hacia ese poder.

En ese plano las reformas legales urgentes son fundamentalmente dos: la eliminación del reemplazo de trabajadores en huelga —único país del continente que lo permite— y el establecimiento de la negociación colectiva como obligatoria más allá de la empresa.



Estas son, sin duda alguna, las piedras angulares del tinglado legal que en su día diseñara José Piñera y fuera tan vehemente defendido por algunos de los furiosos “convertidos”, que habitaron los gobiernos concertacionistas.

Si las urgencias están claras, el movimiento sindical habrá dado un gran primer paso.

Luego, vendrá el desafío de la “invisibilidad” mediática. Los grandes medios —que corren con velocidad de empleado a cubrir las noticias del mundo empresarial—, simplemente, como hacen desde años, ignoran el contenido de las demandas de los trabajadores.

Los trabajadores son objeto de la noticias, no sujetos.

Hace poco El Mercurio se despachaba una de esas editoriales redactada con la docilidad del empleado del mes: “Cabe preguntarse por el nivel de aporte de esta organización cupular, en la forma que ha revestido en los últimos años, a los logros actuales del país en cuanto a bajísima tasa de desempleo, disminución de la pobreza e incremento de los salarios reales. Todo parece indicar que el crecimiento del país pesa sustancialmente más, sin perjuicio del importante papel que los sindicatos mismos juegan en la representación de los trabajadores en el interior de cada empresa”.

Como es fácil de advertir, en un país en donde el principal medio de prensa ligado a los sectores empresariales minimiza el aporte de la principal organización sindical al desarrollo y reduce la tarea de los sindicatos a las demandas al interior de la empresa, la tarea de la CUT es portentosa.

En el día después de Martínez, qué duda cabe, caen algunos rayos de sol para los trabajadores.

Aunque no hay que olvidarlo: siguen en medio del invierno.

* Prof. Derecho Laboral U. Diego Portales