Chile - DE HABITANTES, POBLADORES, PRODUCTORES Y CIUDADANOS
Carlos R. Sandoval Ambiado
Doctor en Historia
Profesor en Universidad Los Lagos
Santiago
Al momento de recibir la invitación para escribir en el diario de los “Pobladores
Organizados de Renca”, malamente pude disimular mi felicidad. Esto que
los pobladores,
la “gente de a pie”, convoque, sin tapujos, a un historiador a
escribir en páginas que son
auténticamente de la llanura social, es efectivamente estar haciendo
historia desde abajo
y desde dentro. Es pasar a formar parte del motor del futuro.
Y, como esa invitación me dejó en estado de schock, debieron los
propios compañeros
convocantes remecerme para que saliera de aquella circunstancia y
diera curso a la
petición hecho por los compañeros de Renca.
¿Y qué mejor acicate que preguntas tan provocadoras como qué somos:
pobladores,
habitantes, ciudadanos, trabajadores, profesionales etc.?
Una respuesta rápida, como para salir del paso, sería decir que son “todo”:
pobladores,
habitantes, ciudadanos, trabajadores etc. Pero, sin duda, no es esto
lo que esperan
quienes indagan. No obstante, y con el fin de respaldar esta
afirmación, recordemos que
la sociedad, especialmente la sociedad popular o “la llanura social”
(como me gusta decir)
difícilmente podría concebirse (histórica y políticamente) como un “todo
compacto y
uniforme”. Si bien primero fue “poblador”, rápidamente debió
convertirse en “productor”
e incluso en “miliciano” para defender su territorio. La historia así
lo registra y no lo
podemos desconocer.
¿Por qué, entonces, nos inquietamos y buscamos respuestas para “descubrir”
la identidad
y sustancia del poblador? Razones podrían existir muchas. Pero, desde
nuestra
perspectiva, consideramos que el “peso” de concepciones pretéritas
(aunque aún
presentes) de la sociedad popular, llevaron a, primero segmentar y,
luego invisibilizar a
determinados sectores del mundo popular. No podríamos aseverar que
hubo malas
intenciones en este proceso. Más se lo atribuimos al escaso desarrollo
que tenía la Ciencia
Social Popular; situación que viene siendo superada con mucho esfuerzo
(y pocos
recursos) desde la década del ochenta del siglo pasado.
Por eso creemos que la comentada segmentación e invisibilización de la
mayoría de la
sociedad popular obedeció al deseo de ajustar nuestra
realidad social a una doctrina; o,
dicho de otra forma, concebir el mundo de los explotados, de los
pobres del campo y la
ciudad, en total armonía con la ideología asumida, sin aceptar que
ésta es sólo una
herramienta para interpretar (o conocer) la realidad social.
Si recorremos, aunque sea brevemente, la historia de la sociedad
popular y hurgamos en
las distintas organizaciones que se ha dotado de forma natural y como
réplica (en estadio
superior) de su cotidianeidad, nos daremos cuenta que las segmentaciones de la sociedad
popular se reconocieron para respetar la identidad de los sectores
sociales populares. No
obstante, fue el “territorio” el que dio la impronta unitaria tanto en
la lucha como en la
organización misma. Y, cuando hablamos (escribimos) de territorialidad lo hacemos con la
intencionalidad de referirnos a quienes pueblan un territorio
determinado; independiente
del papel que jueguen en él. Evaluamos que es el territorio, la
localidad, el escenario más
amistoso para construir sostenidamente la unidad social y política de
las capas populares.
Así lo podemos verificar en la formación de las Mancomunales. Uno de
los varios
ejemplos, es el nacimiento de la Mancomunal de Tocopilla, que surge
como una
combinación de organizaciones sociales populares auto convocada por lancheros,
mineros, pequeños comerciantes, artesanas y artesanos urbanos, etc.
Todos ellos tuvieron sus propias reivindicaciones, sus propias
necesidades; pero ello no los
tentó a luchar por lo particular; por lo exclusivamente sectorial.
Ellos, los sectores sociales
populares supieron que cada una de sus necesidades se interconectaba y
por tanto luchar
por una exigencia es luchar por y con todos los sectores sociales.
Expresión actualizada de este hecho fue la consigna aisenina de “tu
problema es mi
problema”; que no es otra cosa que la verbalización del sentimiento de
unidad y
solidaridad popular.
Si abrimos más nuestra visión y análisis de la cotidianeidad del
poblador y la pobladora,
chocaremos ineludiblemente con su capacidad productora, en la que
evidencia su enorme
capacidad, creativa para resolver los problemas de subsistencia. La
emergencia pretérita
de oficios (que se agruparían en las Mutuales) como la de herrero, de
sombrerero, de
modista, de partera, de comerciante, de matarifes, etc. y
(especialmente en tiempos de
crisis capitalista) el surgimiento de autogestionarios y
autogestionarias con proyectos
individuales y colectivos, vienen a dar cuenta de nuestra afirmación.
Es, por tanto, el poblador y pobladora, quienes expresan otra faceta
de su vida social: la
de productor en el barrio, en su propio territorio, que en tiempos de
normalidad del
capitalismo la vuelca en centros productores empresariales, vendiendo
(a muy bajo
precio) su fuerza de trabajo y creatividad.
En conjunto con la experiencia histórica pretérita está la historia reciente. Y, no son
pocos.
Alta conmoción nacional, enorme impacto en la clase política causó el
movimiento social y
territorial de Aysén. Allí, como en Punta Arenas, Freirina, Pelequen y
Calama, hubo una
punzante expresión de unidad en la diversidad. Y, la lógica popular de
manada se ha ido
construyendo sin prisa, pero sin pausa.
Con esa unidad, casi granítica, el cuestionamiento al sistema se hace
directa e
indirectamente. Cuando los pobladores (habitantes y productores) de
Freirina exigen el
cierre de una planta faenadora de AGROSUPER, no sólo están defendiendo
el medio
ambiente; sino además combatiendo el capitalismo depredador y
neoliberal que
subordina el equilibrio de la naturaleza a la rentabilidad rápida y
con baja inversión. Lo
ocurrido con los pobladores de Pelequen no se diferencia mucho de lo
ocurrido en el
norte.
En este mismo racionamiento, mancomunadamente, los calameños (y todos
los
productores de cobre) han protestado por un retorno equitativo de las
enormes riquezas
que está produciendo el cobre. En esta localidad es quizás donde se
vive con más
intensidad la paradoja neoliberal. Por una parte nadie puede negar la
importancia
económica de esta zona; no obstante, tampoco se puede negar la enorme
pobreza y el
riesgo social que asola a los pobladores (habitantes y productores)
calameños.
Las exigencias calameñas, por una distribución más justa de la
riqueza, implican una lucha
por mejorar las condiciones de vida. Representa para los calameños
elevar la inversión en
educación, en salud, en medioambiente, en…definitiva cambiar las
actuales condiciones
de habitabilidad de los pobladores.
Y, si nos centramos en las demandas del pueblo mapuches, pobladores
históricos de
nuestro país, nos topamos con la resistencia más diáfana al
capitalismo, sea cual sea su
carácter, si
protector o neoliberal. Y, no puede ser de otra forma porque en la lucha
permanente de los mapuches está indeleblemente presente la
reivindicación de la
dignidad colectiva.
Así, de un lado y de otro, del pretérito al presente, se ha suscitado
la lucha popular en la
que el poblador y pobladora, es decir aquel o aquella que construyen
ciudad, resume la
reivindicación de todos los sectores sociales y termina enfrentando el
sistema.
Así surge y se instala la lucha política del poblador o pobladora, al
fragor del
enfrentamiento con el Estado y sus agentes, sean estos militares,
policías, tribunales de
justicia y políticos; es decir toda la clase gobernante, todo el
aparato burocráticoautoritario
e ilegitimo que sostiene un modelo/sistema económico, que favorece
solo los
intereses de una minoría. Es en esta lucha en que el poblador y
pobladora asumen el
papel de ciudadano y ciudadana. Es en este instante cuando su poder
social, el poder del
poblador-productor-habitante, se convierte en poder político que nace
y surge “desde
abajo y desde dentro”.
Este poder “político” siempre está presente en la llanura social. Es
la fuerza que le permite
construir soluciones cotidianas (y muchas veces simples) a los
acuciantes problemas que
vive. No obstante, esa enorme capacidad de creación y de puesta en
movimiento se ha
visto, de tanto en tanto, disminuida; no por acción propia, sino por
interposición de
terceros. Son quienes debieran asumir claramente su condición de mandatados; pero que
se niega sistemáticamente a ello.
Nos referimos a la clase política, cuya actividad está en un profundo
cuestionamiento. Así
lo demuestran, en el último tiempo, los resultados de múltiples
encuestas, en los que se
refleja la caída inapelable del prestigio de las autoridades e
instituciones que dan forma al
Estado chileno. Este hecho, sumado a las expresiones de
visibilización, movilizaciones y
presión social, van construyendo espacio para una cuarta dimensión del
poblador y
pobladora: la ciudadanía. Pero no cualquier
ciudadanía, sino la
acción ciudadana de la
llanura social; es decir, de los pobres del campo y la ciudad. De la
gran mayoría de los
chilenos. Pensar algo distinto es caer en la trampa de la delegación y la representación,
binomio político que facilita el secuestro de la soberanía popular y
por lo tanto la
alienación de la sociedad popular.
Por consiguiente ser “ciudadano” y “ciudadana” es la expresión de otra
actividad más del
poblador, al igual que la de habitante y productor, que le es
consustancial por el solo
hecho de su condición humana y, por tanto, no la debiera delegar y, menos se
le puede
privar a través de
una supuesta representación, tal como ocurre en las llamadas
democracias representativas, sean éstas uni o multipartidistas.
Y si, por circunstancias estrictamente de ordenamiento de la actividad
social, tuviese que
delegar su soberanía, debiera reservarse el control directo de quienes
resulten
depositarios de aquella responsabilidad.
De este modo, hemos tratado de explicar el por qué consideramos al
poblador como la
síntesis de la vida social popular.
La Florida,
24 de mayo 2012
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