Chile - DE HABITANTES, POBLADORES, PRODUCTORES Y CIUDADANOS

Posted by Correo Semanal on domingo, junio 24, 2012

Carlos R. Sandoval Ambiado

Doctor en Historia

Profesor en Universidad Los Lagos

Santiago



Al momento de recibir la invitación para escribir en el diario de los “Pobladores

Organizados de Renca”, malamente pude disimular mi felicidad. Esto que los pobladores,

la “gente de a pie”, convoque, sin tapujos, a un historiador a escribir en páginas que son

auténticamente de la llanura social, es efectivamente estar haciendo historia desde abajo

y desde dentro. Es pasar a formar parte del motor del futuro.

Y, como esa invitación me dejó en estado de schock, debieron los propios compañeros

convocantes remecerme para que saliera de aquella circunstancia y diera curso a la

petición hecho por los compañeros de Renca.

¿Y qué mejor acicate que preguntas tan provocadoras como qué somos: pobladores,

habitantes, ciudadanos, trabajadores, profesionales etc.?

Una respuesta rápida, como para salir del paso, sería decir que son “todo”: pobladores,

habitantes, ciudadanos, trabajadores etc. Pero, sin duda, no es esto lo que esperan

quienes indagan. No obstante, y con el fin de respaldar esta afirmación, recordemos que

la sociedad, especialmente la sociedad popular o “la llanura social” (como me gusta decir)

difícilmente podría concebirse (histórica y políticamente) como un “todo compacto y

uniforme”. Si bien primero fue “poblador”, rápidamente debió convertirse en “productor”

e incluso en “miliciano” para defender su territorio. La historia así lo registra y no lo

podemos desconocer.

¿Por qué, entonces, nos inquietamos y buscamos respuestas para “descubrir” la identidad

y sustancia del poblador? Razones podrían existir muchas. Pero, desde nuestra

perspectiva, consideramos que el “peso” de concepciones pretéritas (aunque aún

presentes) de la sociedad popular, llevaron a, primero segmentar y, luego invisibilizar a

determinados sectores del mundo popular. No podríamos aseverar que hubo malas

intenciones en este proceso. Más se lo atribuimos al escaso desarrollo que tenía la Ciencia

Social Popular; situación que viene siendo superada con mucho esfuerzo (y pocos

recursos) desde la década del ochenta del siglo pasado.

Por eso creemos que la comentada segmentación e invisibilización de la mayoría de la

sociedad popular obedeció al deseo de ajustar nuestra realidad social a una doctrina; o,

dicho de otra forma, concebir el mundo de los explotados, de los pobres del campo y la

ciudad, en total armonía con la ideología asumida, sin aceptar que ésta es sólo una

herramienta para interpretar (o conocer) la realidad social.

Si recorremos, aunque sea brevemente, la historia de la sociedad popular y hurgamos en

las distintas organizaciones que se ha dotado de forma natural y como réplica (en estadio

superior) de su cotidianeidad, nos daremos cuenta que las segmentaciones de la sociedad

popular se reconocieron para respetar la identidad de los sectores sociales populares. No

obstante, fue el “territorio” el que dio la impronta unitaria tanto en la lucha como en la

organización misma. Y, cuando hablamos (escribimos) de territorialidad lo hacemos con la

intencionalidad de referirnos a quienes pueblan un territorio determinado; independiente

del papel que jueguen en él. Evaluamos que es el territorio, la localidad, el escenario más

amistoso para construir sostenidamente la unidad social y política de las capas populares.

Así lo podemos verificar en la formación de las Mancomunales. Uno de los varios

ejemplos, es el nacimiento de la Mancomunal de Tocopilla, que surge como una

combinación de organizaciones sociales populares auto convocada por lancheros,

mineros, pequeños comerciantes, artesanas y artesanos urbanos, etc.

Todos ellos tuvieron sus propias reivindicaciones, sus propias necesidades; pero ello no los

tentó a luchar por lo particular; por lo exclusivamente sectorial. Ellos, los sectores sociales

populares supieron que cada una de sus necesidades se interconectaba y por tanto luchar

por una exigencia es luchar por y con todos los sectores sociales.

Expresión actualizada de este hecho fue la consigna aisenina de “tu problema es mi

problema”; que no es otra cosa que la verbalización del sentimiento de unidad y

solidaridad popular.

Si abrimos más nuestra visión y análisis de la cotidianeidad del poblador y la pobladora,

chocaremos ineludiblemente con su capacidad productora, en la que evidencia su enorme

capacidad, creativa para resolver los problemas de subsistencia. La emergencia pretérita

de oficios (que se agruparían en las Mutuales) como la de herrero, de sombrerero, de

modista, de partera, de comerciante, de matarifes, etc. y (especialmente en tiempos de

crisis capitalista) el surgimiento de autogestionarios y autogestionarias con proyectos

individuales y colectivos, vienen a dar cuenta de nuestra afirmación.

Es, por tanto, el poblador y pobladora, quienes expresan otra faceta de su vida social: la

de productor en el barrio, en su propio territorio, que en tiempos de normalidad del

capitalismo la vuelca en centros productores empresariales, vendiendo (a muy bajo

precio) su fuerza de trabajo y creatividad.

En conjunto con la experiencia histórica pretérita está la historia reciente. Y, no son pocos.

Alta conmoción nacional, enorme impacto en la clase política causó el movimiento social y

territorial de Aysén. Allí, como en Punta Arenas, Freirina, Pelequen y Calama, hubo una

punzante expresión de unidad en la diversidad. Y, la lógica popular de manada se ha ido

construyendo sin prisa, pero sin pausa.

Con esa unidad, casi granítica, el cuestionamiento al sistema se hace directa e

indirectamente. Cuando los pobladores (habitantes y productores) de Freirina exigen el

cierre de una planta faenadora de AGROSUPER, no sólo están defendiendo el medio

ambiente; sino además combatiendo el capitalismo depredador y neoliberal que

subordina el equilibrio de la naturaleza a la rentabilidad rápida y con baja inversión. Lo

ocurrido con los pobladores de Pelequen no se diferencia mucho de lo ocurrido en el

norte.

En este mismo racionamiento, mancomunadamente, los calameños (y todos los

productores de cobre) han protestado por un retorno equitativo de las enormes riquezas

que está produciendo el cobre. En esta localidad es quizás donde se vive con más

intensidad la paradoja neoliberal. Por una parte nadie puede negar la importancia

económica de esta zona; no obstante, tampoco se puede negar la enorme pobreza y el

riesgo social que asola a los pobladores (habitantes y productores) calameños.

Las exigencias calameñas, por una distribución más justa de la riqueza, implican una lucha

por mejorar las condiciones de vida. Representa para los calameños elevar la inversión en

educación, en salud, en medioambiente, en…definitiva cambiar las actuales condiciones

de habitabilidad de los pobladores.

Y, si nos centramos en las demandas del pueblo mapuches, pobladores históricos de

nuestro país, nos topamos con la resistencia más diáfana al capitalismo, sea cual sea su

carácter, si protector o neoliberal. Y, no puede ser de otra forma porque en la lucha

permanente de los mapuches está indeleblemente presente la reivindicación de la

dignidad colectiva.

Así, de un lado y de otro, del pretérito al presente, se ha suscitado la lucha popular en la

que el poblador y pobladora, es decir aquel o aquella que construyen ciudad, resume la

reivindicación de todos los sectores sociales y termina enfrentando el sistema.

Así surge y se instala la lucha política del poblador o pobladora, al fragor del

enfrentamiento con el Estado y sus agentes, sean estos militares, policías, tribunales de

justicia y políticos; es decir toda la clase gobernante, todo el aparato burocráticoautoritario

e ilegitimo que sostiene un modelo/sistema económico, que favorece solo los

intereses de una minoría. Es en esta lucha en que el poblador y pobladora asumen el

papel de ciudadano y ciudadana. Es en este instante cuando su poder social, el poder del

poblador-productor-habitante, se convierte en poder político que nace y surge “desde

abajo y desde dentro”.

Este poder “político” siempre está presente en la llanura social. Es la fuerza que le permite

construir soluciones cotidianas (y muchas veces simples) a los acuciantes problemas que

vive. No obstante, esa enorme capacidad de creación y de puesta en movimiento se ha

visto, de tanto en tanto, disminuida; no por acción propia, sino por interposición de

terceros. Son quienes debieran asumir claramente su condición de mandatados; pero que

se niega sistemáticamente a ello.

Nos referimos a la clase política, cuya actividad está en un profundo cuestionamiento. Así

lo demuestran, en el último tiempo, los resultados de múltiples encuestas, en los que se

refleja la caída inapelable del prestigio de las autoridades e instituciones que dan forma al

Estado chileno. Este hecho, sumado a las expresiones de visibilización, movilizaciones y

presión social, van construyendo espacio para una cuarta dimensión del poblador y

pobladora: la ciudadanía. Pero no cualquier ciudadanía, sino la acción ciudadana de la

llanura social; es decir, de los pobres del campo y la ciudad. De la gran mayoría de los

chilenos. Pensar algo distinto es caer en la trampa de la delegación y la representación,

binomio político que facilita el secuestro de la soberanía popular y por lo tanto la

alienación de la sociedad popular.

Por consiguiente ser “ciudadano” y “ciudadana” es la expresión de otra actividad más del

poblador, al igual que la de habitante y productor, que le es consustancial por el solo

hecho de su condición humana y, por tanto, no la debiera delegar y, menos se le puede

privar a través de una supuesta representación, tal como ocurre en las llamadas

democracias representativas, sean éstas uni o multipartidistas.

Y si, por circunstancias estrictamente de ordenamiento de la actividad social, tuviese que

delegar su soberanía, debiera reservarse el control directo de quienes resulten

depositarios de aquella responsabilidad.

De este modo, hemos tratado de explicar el por qué consideramos al poblador como la

síntesis de la vida social popular.



La Florida, 24 de mayo 2012