Conflicto estudiantil: La Moneda se supedita a la tesis de los Halcones
Se han gastado chorros de tinta para describir a lo que se ha llamado los sectores ultras del movimiento estudiantil. Hemos visto en varios medios detalles profusos de la biografía de cada uno de ellos, incluyendo asuntos personales y familiares. Héctor Soto, uno de los columnistas preferidos de La Moneda a la hora de marcar posiciones, en su columna más reciente en La Tercera les culpa directamente del quiebre de las negociaciones e implícitamente insta a no seguirles el juego. Y apuesta a que en el futuro los ciudadanos en las urnas, o en el símil que ha elegido el gobierno -las encuestas-, los castiguen.
Pero se ha escrito poco del diseño que tiene el gobierno para poder salir de la crisis. La teoría de la mesa de diálogo y los cambios paradigmáticos parece que ha llegado a su fin. Dentro del propio gobierno, un grupo, que podríamos llamar “los autónomos”, simplemente propugna que no tiene sentido seguir conversando con un movimiento estudiantil que tiene una lógica de cambio y no de una conversación gremial.
Cierto grupo dentro del oficialismo opina que seguir en la mesa y continuar recibiendo a los estudiantes, es simplemente validarlos. Las encuestas y focus group realizados con posterioridad a cada uno de los encuentros y cada una de las movilizaciones han sido claros: el movimiento sigue contando con las simpatías de los ciudadanos, pero no así la violencia de las marchas. Es por ello que La Moneda optó simplemente por no autorizarlas. Así es más visible y notoria la violencia y se reducen los márgenes para que las cámaras se enfoquen en la alegría, los actos culturales y el control de los encapuchados por los propios estudiantes. Además a fin de año hay elecciones en varias universidades y el gobierno apuesta que los líderes emblemáticos pueden ser derrotados, con una victoria de los grupos autónomos en la USACH y en la Universidad de Chile, y de los gremialistas en la Católica, radicalizando aún más las cosas. Después de ello vienen las vacaciones y el natural desgaste de un movimiento que iría entonces para los seis meses con el protagonismo en la agenda.
Ideas como “debemos estabilizarnos en el porcentaje histórico de la derecha” o “juguémonos por aislar a los estudiantes como violentos” son voces que a partir de la semana pasada empezaron a tomar el control de Palacio. Por ello el primer paso fue el llamado proyecto de “ley anti tomas” que tras el Caballo de Troya que endurecía penas contra saqueos y ataques a Carabineros posee un polémico artículo que responsabiliza a los organizadores de las marchas.
Ideas como “debemos estabilizarnos en el porcentaje histórico de la derecha” o “juguémonos por aislar a los estudiantes como violentos” son voces que a partir de la semana pasada empezaron a tomar el control de Palacio. Por ello el primer paso fue el llamado proyecto de “ley anti tomas” que tras el Caballo de Troya que endurecía penas contra saqueos y ataques a Carabineros posee un polémico artículo que responsabiliza a los organizadores de las marchas.
Como es muy probable que la Concertación rechace dicho proyecto en el Congreso, esta también podrá ser empujada al banquillo de quienes toleran la violencia, como varios funcionarios de gobierno ya han anunciado en las redes sociales.
La prohibición de la marcha del 7 de octubre con los consabidos efectos de disturbios y las expresiones de la Intendenta Cecilia Pérez responsabilizando a los dirigentes por los incidentes ocurridos forman parte de este guión. Esto, pese a la evidencia que las marchas más violentas han sido aquellas que no fueron autorizadas.
Igualmente forman parte de este diseño comunicacional la amplitud de la cobertura medial a los perfiles de los líderes autónomos, que son consistentes con las palabras del Ministro Bulnes, del vocero Chadwick y por cierto, la columna de Héctor Soto.
También el giro del Ministro Bulnes, quien pasó de afirmar que estaba dispuesto a todo, incluso a discutir con los estudiantes las indicaciones que se fueran presentando a los proyectos de ley que fueran producto de la mesa de diálogo, a decir que simplemente no tenía nada más que ofrecer.
Parece ser la hora de los halcones no solamente en el movimiento estudiantil. Sin duda que ambos se necesitan. Unos para mantener la revolución permanente y convertir la potente agenda estudiantil en una movilización social y no en una petición de demandas sectoriales. Los otros para afincar una estrategia de derecha químicamente pura ante un gobierno vacilante y errático. Al igual que en la novela “El negociador” de Frederick Forsyth, los extremos de cada bando suelen necesitarse y entenderse.
¿Cuál es la aspiración del gobierno con este giro de estrategia? La primera, mostrar autoridad, un atributo inherente a cualquier gobierno de derecha, que suele ser algo que las mayorías silenciosas suelen valorar. Un segundo objetivo es que la imagen de los estudiantes sea la de la intransigencia, ya por mostrar que las figuras más mediáticas y queridas no tienen control de la situación como dijeron los ministros Bulnes y Chadwick, así como por la radicalización de la situación en las calles. Y sin duda, que la pérdida de popularidad de este movimiento, en especial en las clases medias aparentemente temerosas del fin de la paz social, permita su desgaste y el fin del conflicto aparezca en el horizonte a través de una mesa de diálogo aún más diluida que aquella en la que capitularon a los pingüinos.
Muchos en el gobierno se preguntan por qué la baja popularidad, si con el postnatal, la supresión del 7% de los jubilados, el crecimiento económico, el desempleo y una oposición debilitada -discutiendo como debiera llamarse en vez de ejercer su rol y presionar al Ejecutivo-, La Moneda debiera contar al menos con el apoyo de su sector. Y la respuesta es una: el errático manejo de la crisis por la movilización de los estudiantes.
¿Cuál es el riesgo de esta jugada? A primera vista parece maquiavelismo de fina selección. Pero olvida que al frente tiene un movimiento que ya asumió el mayor costo, que es el retraso en sus carreras académicas, y que en momentos de dificultades ha sido capaz de, a diferencia del gobierno, mostrar respaldo tras sus figuras moderadas, que han dicho en todos los tonos que no quieren volver a ser postergados como los pingüinos el 2006. En la política como en el ajedrez hay que suponer siempre que al frente hay un contrincante que ve las mismas piezas y no quiere perder. El otro riesgo es el que vaticinó The Economist en una columna sobre Chile que ningún medio se atrevió a traducir: que si el gobierno no impulsa rápidamente reformas importantes a la educación, cambios tributarios y una modificación de verdad en el sistema electoral, nadie puede predecir el rumbo de las cosas.
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