El Magallanes rebelde que yo también conocí...

Posted by Correo Semanal on jueves, marzo 31, 2011

Mario R. Fernández


Un día regresaremos a la ciudad perdida         
como las estaciones todos los años,
como una sombra más en las tardes,
preguntando por antepasados
o por el río en cuyas aguas se quebraba el cielo.
(Regreso, del poeta magallánico Rolando Cardenas)


Leyendo un artículo sobre la protesta popular contra el aumento del precio del gas natural en Magallanes el pasado mes de enero, del destacado escritor magallánico Ramón Díaz Eterovic, en la revista chilena Punto Final, me entusiasmé como para volver a mirar el rompecabezas de nuestra historia. Ese en el cual vamos tratando de poner juntos los trocitos de nuestro pasado, las piezas del rompecabezas de nuestras propias vidas, o “cortacabezas” como decian mis hijos cuando eran pequeñitos y trataban de manejarse en dos idiomas (uno para entender el mundo que los rodeaba y el otro para entender a sus padres). Lidiar con esto, en base a los recuerdos, y usando mi memoria como  herramienta,  me llevó a los años que pasé en esas tierras ventosas y destino de tanta aventura.

Allá en Magallanes, y mayormente en Punta Arenas, viví exactamente cinco años, tiempo en el que hice lo que pude y trabajé y estudié. Cuando llegué a la región, no estaba sólo, vivía con unos tios que aunque hacían su vida me daban un lugar, pero igual me tocaba acarrear mi soledad, la soledad que uno siente cuando llega a un lugar desconocido. Me tocaría vivir más tarde buenas cosas, con la llegada del resto de mi familia, y también vivir una tragedia, con el accidente grave y la muerte de mi pequeño sobrino al que yo mismo llevé al hospital para descubrir que nada se podía hacer para salvar su vida.

Y recordando todo aquello recuerdo un tema que era común, que como la sociedad de Magallanes se interesaba tanto por sus escritores y por leer sus obras.  Y esto me llamó mucho la atención porque nunca vi un libro en casa de mis tios, y porque cuando visitaba la biblioteca municipal los dias sábados, localizada justo frente a la Plaza de Armas y bajo el nivel de la calle, biblioteca que visitaba mucho por estar sólo, me encontraba muchas veces a solas con el bibliotecario. El bibliotecario, una persona seria pero muy amable, creo que maestro de profesión, me recomendaba libros y leyendo estos libros aprendí bastante sobre la Patagonia y la historia de sus protagonistas.

Y a propósito de la Plaza de Armas, quiero decir que era muy otra de la que hoy es, que muestra arreglo y ha sido remodelada como otros lugares de Punta Arenas y otras ciudades del mundo, en parte por satisfacer ideas de nuevas apariciencias y en parte por pretender que avanzamos. Aunque esto no quita que las calles sigan llenas de papeles acarreados de ida y vuelta por el viento ni que las casas de los que tienen menos sigan siendo muy precarias y olvidadas.

Entonces, recuerdo justamente frente a la Plaza de Armas, en el balcón de la Intendecia, un dia de primavera, el 21 de noviembre de 1971, que tuve la oportunidad de estar cerca de dos líderes de grandes proyectos de cambios de América Latina, Salvador Allende y Fidel Castro. Ellos recorrieron juntos las principales calles de la ciudad para venir a ocupar ese balcón de la Intendencia. Fueron momentos de gran emoción para pobladores y trabajadores magallánicos el escuchar los discursos  llenos de  pasión  de ambos líderes y para mí también. La gente naturalmente quería acercase a ellos, darles la mano, pero muchos de los guardias-militantes, recuerdo, mostraban su enojo con la población a la que trataban de detener, en su celo por proteger a ambos líderes pero también un poco como que estos líderes de alguna forma les pertenecían solamente a ellos. Hoy, no quisiera saber que será de aquellos tan celosos militantes de izquierda. De entre ellos seguramente algunos, cansados y más viejos, recordarán hoy con ojos brillosos aquellos años de protagonismo, años de sueños. Y otros, lamentablemente, han de estar hoy defendiendo con ese mismo celo a los ricos del país, imagino incluso que atacando con una justificación cualquiera al pueblo mismo de Chile y a sus más oprimidos. Quizás algunos hasta sientan verguenza de ese pasado y de su participación en aquellos tiempos de cambios en Chile y hasta hablen de Fidel como de un dictador.

Recuerdo también, que en  los primeros tiempos de vivir en la zona sentía que los habitantes nacidos en Magallanes, muchos de ellos desendientes de inmigrantes de Chiloé y de Croacia, tenian una actitud un tanto hóstil con quienes veníamos del norte. Con el tiemo aprendí a conocerlos un poco más y en sus  costumbres, que en muchos aspectos son diferentes a las costumbre del centro de Chile. Y conociendo la historia de Magallanes, que tiene su propia historia, se desarrolló en mi una actitud de más respeto, porque tratar de conocer es tratar de respetar a cualquier tierra.

Y hablando de historia de protestas, como justamente describe Díaz Eterovic en su artículo  de cuando Puerto Natales vivió su propia Comuna de Paris en enero de 1919, Comuna que duró una semana porque las autoridades enviaron batallones de soldados desde Punta Arenas, a reprimir a la gente y a recuperar la propiedad de los ricos.  Pero, como dice el escritor, el tiempo pasa, “Caerá el olvido sobre estos hechos. Y el silencio  dibujará una sombra en las tumbas de las víctimas obreras que yacen en el cementerio de Puerto Natales.”  Son palabras hermosas con las que Dias Eterovic describe estos eventos que se repitieron en muchas partes de Chile y sobre los que hoy se trata de imponer o se impone el olvido.

Conocí gran parte de Magallanes continental como también la isla Tierra del Fuego durante mi corto tiempo con la Empresa Nacional del Petróleo (Enap). Muchos de estos parajes son inhóspitos, de pampa abierta, con un viento que a veces mueve hasta las piedrecitas del suelo y cuyo silbido aisla de otros ruidos, por lo que ayuda a concentrarse y a refexionar. En aquellos años se hablaba de la gran riqueza de hidrocarburos que guardaba el Estrecho de Magallanes y que el gas natural duraría cien años. Hoy vemos que nada de eso fue verdad, queda muy poco petróleo en la zona y el gas tiene los días contados como en muchas partes del mundo. Quizás en el futuro muchos hogares magallánicos tengan que volver al carbón de piedra, algo que fui testigo usaban muchos pobladores en los años 70.

Recuerdo que en las tardes, en el hotel Montecarlo se encontraban muchos hombres maduros y  jóvenes de izquierda, porque el tema de la política era el centro de la vida social, y junto al vino blanco con rodajas de limón, se discutía muchas veces sobre las contradicciones que tenía la Unidad Popular en la región, tema que levantan particularmente los jóvenes. Muchas personas importantes del frente político del gobierno de Allende eran gente jerárquicas y adineradas, porque aunque la sociedad magallallánica tenía apariencia de más democrática era conocimiento común que los ricos de Magallanes eran muy corruptos y que muchos de ellos se habían enriquecido con el contrabando y otras actividades ilegales. Además, era visible que gran parte de las clases medias estaban más dedicadas al consumismo y al arribismo que al proceso que vivía el pais. Sin duda el sostén del proceso era el pueblo trabajador magallánico, muy sacrificado y honesto, gente con palabra y honor. Quizás todo esto quedó guardado por muchos años como en un baúl, como se guardan las cosas del pasado, y la protesta de Magallanes en enero de este año es un signo de que ha llegado el momento de revisar el pasado, demostrarndo que esa historia de luchas no fueron en vano.

En años de la Unidad Popular, como seguramente sigue siendo ahora, la economía de Magallanes dependía mucho del Estado chileno. Durante la  dictadura y los gobiernos de la Concertación el proyecto regional fue destruído, al destruirse la CORMAG. La Administración Pública, las Fuerzas Armadas y la Enap eran el sostén de la zona. La ideología imperante en todo Chile ha revindicado el papel de los “pioneros”, pero estos han sido verdaderos nuevos conquistadores que levantaron fortunas importates a principios del siglo 20 en base a la usurpación de tierras fiscales, el genocidio contra los aborígenes de la región, monopolios y explotación al pueblo magallánico. Con la vuelta a los “pioneros” se quiere imponer la idea de que el capitalista privado es, y ha sido, fundamental para el desarrollo de la zona, pero la verdad es que sin que el Estado juegue ese papel fundamental como proveedor e inversionista, toda la región sería muy poco desarrollada y muy poco habitada.                                                                                                                   Sin duda, Magallanes, como tantas otras regiones del mundo, y los magallánicos tendrán que enfrentar grandes desafios en un futuro no muy lejano. Su principal motor económico, que fué por muchas décadas Enap-Magallanes está en vias de extinción, el colapso del gas natural se ve muy cercano, y los recursos del mar también se están terminando. Estos tiempos difíciles convocarán nuevamente al pueblo magallánico al protagonismo, tendrán que definir su destino.

Un día, por las circunstancias y mi propia voluntad, dejé Magallanes. Quizás no vuelva nunca más a residir en esas tierras de la Patagonia chilena, pero disfruto siempre con la amena  lectura de las páginas escritas por sus talentosos narradores, poetas y ensayistas -Ramón Diaz Eterovic, Pavel Oyarzún, Rolando Cárdenas entre muchos otros. Gracias a ellos vuelvo a caminar por sus calles, su pampa de coirones o sus bosques de árboles torcidos por el viento, en los muchos días grises y fríos que viven quienes habitan esas lejanías. Y desde donde estoy, lugar ventoso también en el otro extremo del continente americano, bañado por las aguas del Atlántico, rindo honor a todos aquellos que con su honor, consciente y hasta inconscientemente, han luchado y luchan por defender los derechos básicos y muestran un ejemplo valeroso al resto del país con sus acciones dignas.