Egipto: euforia, baño de sangre y caos…

Posted by Correo Semanal on domingo, enero 30, 2011

Página 12
Reproducido de Ciencias Sociales Hoy
Los tanques egipcios, los manifestantes sentados sobre ellos, las banderas, las 40 mil personas que lloraban y alentaban a los soldados en la Plaza de la Libertad, mientras rezaban alrededor de ellos, los Hermanos Musulmanes sentados entre los pasajeros de los tanques. ¿Se debería comparar esto con la liberación de Bucarest? Sentado sobre uno de los tanques fabricados en Estados Unidos, sólo podía recordar esas maravillosas películas sobre la liberación de París. Un par de metros más allá, la policía de seguridad de Hosni Mubarak, con sus uniformes negros, todavía les disparaba a los manifestantes que estaban cerca del Ministerio del Interior. Era una celebración de una victoria salvaje e histórica: los mismos tanques de Mubarak estaban liberando la capital de su propia dictadura.
En la pantomima del mundo de Mubarak –y de Barack Obama y de Hillary Clinton en Washington–, el hombre que aún se autoproclama presidente de Egipto realizó la más absurda elección de un vicepresidente para calmar la furia de los manifestantes. El elegido fue Omar Suleiman, el jefe de los negociadores egipcios con Israel y un antiguo agente de Inteligencia, un hombre de 75 años y con varios años de visitas a Tel Aviv y a Jerusalén así como con varios infartos que los prueban. Cómo este funcionario va a ingeniárselas para hacer frente a la rabia y el deseo de liberación de 80 millones de egipcios queda librado a la imaginación. Cuando les conté, a quienes estaban alrededor de mí en el tanque, sobre la designación de Suleiman comenzaron a reírse.
Las tropas, en ropa de fajina, riéndose y hasta aplaudiendo, no hicieron ningún intento de borrar el graffiti que la multitud había pintado sobre los tanques. “Fuera, Mubarak” y “Tu régimen está acabado, Mubarak”, aparecía en cada una de las tanquetas que recorrían las calles de El Cairo. En uno de los tanques que daban vuelta alrededor de la Plaza de la Libertad estaba uno de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Beltagi. Más temprano, había pasado cerca de un convoy de vehículos blindados que estaban apostados cerca del suburbio de Garden City mientras la gente se abría paso entre las máquinas y les llevaban naranjas a los soldados, aplaudiéndolos como patriotas egipcios. Más allá de la alocada elección del vicepresidente de Mubarak y la designación de amigotes en un gobierno sin poder, las calles de El Cairo demostraron que los líderes de los Estados Unidos y de la Unión Europea (UE) no entendieron nada. Se acabó.
Los débiles intentos de Mubarak al declarar que se debe terminar con la violencia, cuando su propia policía de seguridad fue responsable en los últimos cinco días de los actos más crueles, encendió más la furia de aquellos que pasaron 30 años bajo su sanguinaria dictadura. Prueba de ello son las sospechas de que muchos de los saqueos están siendo llevados a cabo por policías de civil, así como el asesinato de 11 hombres en un área rural hace 24 horas para destruir la integridad de los manifestantes que están tratando de sacar a Mubarak del poder. La destrucción de un importante número de centros de comunicaciones por parte de hombres con los rostros tapados, que deben haber sido coordinados de alguna forma, también levantó el alerta y surgió la idea de que los responsables serían los agentes de civil que habían golpeado a los manifestantes. Pero las quemas de comisarías en El Cairo, Alejandría y Suez así como en otras ciudades no fueron obra de los policías de civil. A última hora del viernes, multitudes de hombres jóvenes atizaron el fuego a lo largo de la autopista de Alejandría.
Infinitamente más terrible fue el vandalismo en el Museo Nacional de Egipto. Después de que la policía abandonara el lugar, los saqueadores traspasaron la puerta del edifico pintado de rojo y destruyeron estatuas faraónicas de cuatro mil años de antigüedad, momias egipcias e impresionantes botes de madera que fueron originariamente tallados para acompañar a los reyes en sus tumbas. De nuevo, debe decirse que circularon rumores de que la policía había causado estos actos vandálicos antes de haber abandonado el museo el viernes por la noche. Todo parece recordar lo del museo de Bagdad en 2003. El saqueo no fue tan grave como el de Irak pero el desastre arqueológico es peor.
Los manifestantes se reunieron anoche, en círculo, para rezar en la Plaza de la Libertad. Y también hubo promesas de venganza. Un equipo de la cadena televisiva Al Jazeera encontró un depósito de 23 cadáveres en Alejandría, aparentemente asesinados por la policía. Muchos tenían sus caras horrorosamente mutiladas. Otros once muertos fueron descubiertos en un depósito en El Cairo. Los familias, que se congregaron alrededor de sus restos ensangrentados, prometían represalias contra los policías.
El Cairo ahora cambia de la dicha a la más sombría cólera en cuestión de minutos. Ayer por la mañana, crucé el puente del río Nilo para ver las ruinas del cuartel del partido de Mubarak. Enfrente, seguía en pie un poster que promocionaba las bondades del oficialista Partido Nacional Demócrata (PND), las promesas que Mubarak no pudo cumplir en treinta años. “Todo lo que queremos es la salida de Mubarak, nuevas elecciones y nuestra libertad y honor”, me confió un psiquiatra de 30 años.
La denuncia de Mubarak de que estas manifestaciones eran parte de un “plan siniestro” está en el centro de su pedido de reconocimiento internacional. De hecho, la respuesta de Obama fue una copia exacta de todas las mentiras que Mubarak ha estado usando durante tres décadas para defender su régimen. El problema es el habitual: las líneas del poder y de la moralidad no llegan a unirse cuando los presidentes estadounidenses tienen que tratar con Medio Oriente. El liderazgo moral de los Estados Unidos desaparece cuando tienen que confrontarse los mundos árabe e israelí. Y el ejército egipcio es parte de esta ecuación. Recibe 1300 millones de dólares de ayuda estadounidense. El comandante de esa arma y un amigo personal de Mubarak, el general Mohamed Tantawi, estaba en Washington mientras la policía trataba de aplastar a los manifestantes. El final puede ser claro. La tragedia aún no terminó.

Las protestas sacuden el reinado de Mubarak

La nueva maniobra del gobernante no convenció a las decenas de miles de ciudadanos que tomaron las calles de El Cairo, Alejandría y Suez. Desde que empezaron las manifestaciones se calcula un centenar de muertos por la represión.
El presidente Hosni Mubarak hizo un nuevo movimiento para intentar calmar a los miles que piden su renuncia: designó ayer a un ex jefe de los servicios egipcios como su vicepresidente, algo que se había negado a hacer durante los 30 años que lleva en el poder. También, nombró un premier. Los egipcios volvieron por quinto día consecutivo a ocupar las calles para decirle al mandatario de 82 años que eso no era suficiente y que lo que estaban exigiendo era el fin de su régimen. En lo que va de las protestas, alrededor de cien personas murieron y los heridos se cuentan por miles.
A última hora del viernes, Mubarak pronunció una frase vacía: iba a hacer renunciar a todo su gabinete pero él se quedaba. Y así fue. Ayer presentaron sus dimisiones todos los ministros así como Ahmed Ezz, uno de los altos mandos del oficialista Partido Nacional Democrático (PND) y uno de los hombres más cercanos a Gamal Mubarak, el hijo del presidente y quien se perfilaba para sucederle.
Haciendo gala de la táctica de cambiar algo para que nada cambie, Mubarak designó ayer a Omar Suleiman como su vicepresidente. Designación que había omitido hacer en los 30 años que lleva en el ejercicio del poder. Suleiman, de 74 años, es considerado uno de los jefes más importantes de Medio Oriente por haber participado directamente de las negociaciones entre israelíes y palestinos y aparece ahora como un posible sucesor del mandatario de 82 años (ver página 22). También, el jefe de Estado que está en el gobierno desde 1981 designó como primer ministro a Ahmed Shafiq, el ex ministro de Aviación y ex jefe de la fuerza aérea egipcia.
Esas medidas no convencieron a las decenas de miles de ciudadanos que tomaron las calles de El Cairo, Alejandría y Suez así como las de todas las principales ciudades del país norafricano para desafiar el toque de queda, que el tambaleante régimen dispuso desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la mañana de hoy. Por ejemplo, en Suez, los empleados públicos declararon la huelga indefinida hasta que Mubarak no abandone el gobierno.
El Premio Nobel y ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) Mohamed El Baradei, que regresó al país para organizar la oposición al gobierno, denunció la maniobra de Mubarak. “Estamos buscando un cambio de régimen. El presidente Mubarak debe renunciar. Debemos encaminarnos hacia un Estado democrático a través de un nuevo gobierno y en elecciones libres y democráticas”, reclamó. “El mundo entero debe enterarse que los egipcios no se irán a casa antes de que sus demandas sean acatadas. Estamos hablando de derrumbar la dictadura faraónica”, advirtió El Baradei. Por su parte, Mohamed Beltagi, miembro del grupo opositor Hermanos Musulmanes respondió a los anuncios del presidente: “Lo que Mubarak ha llamado cambio no responde a las demandas de la gente. Nosotros pedimos democracia real y derechos civiles, pero él no ha dicho nada sobre eso en su discurso”.
El Cairo se convirtió ayer en un campo de batalla, con restos de autos quemados y escombros que regaban las calles de la capital. En medio de acusaciones a la policía por la feroz represión contra los ciudadanos y como instigadora de saqueos y otros actos violentos, salieron los tanques del ejército y fueron aclamados por la población. Según la cadena Al Jazeera, algunas personas se acercaban hasta los vehículos militares para alcanzarles rosas a los uniformados. El ejército pidió a los residentes que acataran el estado de sitio y que no abandonaran sus casas. especialmente, les recomendaron no desafiar el toque de queda en la céntrica Plaza Tahrir. Según un corresponsal de esa cadena televisiva árabe, un vocero de los militares habría pedido calma a la población pero habría reconocido que la única forma de asegurar que la paz vuelva a Egipto es con la salida de Mubarak. Lo mismo pidió el jeque Yusef Al Qardaui, considerado como el predicador de mayor influencia del mundo árabe.
Las comunicaciones siguen complicando los cálculos de los muertos y heridos en Egipto, a pesar de que la compañía Vodafone informó que los teléfonos celulares volvieron a funcionar. Unas diez personas murieron ayer cuando intentaron copar una comisaría Beni Suef, a 120 kilómetros al sur de la capital. Otras tres personas murieron este sábado en El Cairo, tres en Rafah, en la frontera con Gaza, y cinco en Ismailia, en la margen occidental del canal de Suez. Según fuentes médicas y de seguridad, los muertos en lo que va desde que arrancaron los disturbios trepan a 102. Tampoco hay precisiones acerca del número de heridos aunque se cree que superan los dos mil. Tampoco se sabe cuántas personas permanecen detenidas.
Mientras la agitación y la violencia siguen en escalada, se conformaron grupos vecinales de defensa para hacer frente a los saqueos que se reproducen en todos los puntos de la capital. A pesar de que las tropas militares están desplegadas, los vecinos ejercen la justicia por mano propia armados con revólveres y cuchillos. Según Al Jazeera, bandas de jóvenes irrumpieron en áreas residenciales y, al cierre de esta edición, aún se escuchaban disparos en el centro y en las afueras de la ciudad. También resonaban los que venían desde el edificio del Ministerio del Interior. Las viviendas no sólo fueron saqueadas sino que los destrozos llegaron también al Museo Nacional de Egipto. El director de una prisión en el oeste de Egipto fue asesinado y unos 700 presos lograron fugarse, informó la cadena Al Arabiya.
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