Cuba - El cambio que ve Atilio Borón
Guillermo Almeyra
La Jornada y Kaosenlared
Ante las medidas drásticas propuestas por el Partido Comunista Cubano para su VI Congreso Nacional, a realizarse en abril próximo, Atilio Borón determina que el modelo soviético de Estado y de economía basado en la estatización de todo tipo de empresas y en la planificación centralizada está “agotado” y “ya pasó a mejor vida”.
Dicho sea de paso, es notable que el analista en cuestión haya tenido que esperar hasta la emisión del documento partidario que le da el tiro de gracia a un modelo que llevaba a Cuba al borde de la muerte para darse cuentade que algo no andaba bien en un tipo de funcionamiento que él siempre elogió como “socialista” y para ver que existían una serie de aberraciones, que descubre y enumera con asombro a pesar de que cualquier cubano hablaba de ellas libremente desde hace muchos años y de que otros estamos escribiendo sobre ese tema y la economía cubana y sus defectos desde hace unos treinta años en la prensa de gran tiraje en español.
También llama la atención que, habiéndose derrumbado en 1989 el llamado “modelo” burocrático soviético ni Borón ni el Partido Comunista y el gobierno cubano hayan sentido hasta ahora la necesidad de hacer un balance del por qué de ese derrumbe y de cuáles fueron las causas del mismo, a pesar de que, desde 1936, el análisis marxista aplicado por Trotsky en “La Revolución Traicionada” daba ya un diagnóstico certero y preveía las consecuencias del mismo.
Perseverar durante más de veinte años enla aplicación de un sistema de pensamiento y de dirección absolutamente nocivo, que se derrumbó en 1989 por su podredumbre interna y llevó a los miembros de la dirección del Partido Comunista soviético a vender Pizza Hut o a convertirse directamente en capitalistas monopolistas mafiosos, es por lo menos señal de escaso interés por la teoría marxista.
Borón habría debido advertir, en su momento, a los dirigentes cubanos que estaban caminando por la cuerda floja confundiendo la estatización general de la economía y el capitalismo de Estado con fuertes rasgos burocráticos con el socialismo aunque eso, seguramente, habría reducido drásticamente el número de invitaciones a La Habana. Porque reforzar y sostener una de las principales conquistas antiimperialistas de los últimos 50 años –la Revolución cubana- y ayudar a sentar las bases que resulten posibles para la construcción del socialismo en una pequeña isla sin recursos ni población, que en su momento enfrentó además a Estados Unidos, el gobierno soviético y el régimen chino, no es una tarea exclusiva de los cubanos. Todos los demócratas y socialistas del mundo tienen el deber de ayudarles con sus ideas, sus aportes, sus críticas en vez de dejarles solos cometiendo errores para después constatar el fracaso… y volver a dejarlos solos en la hora de adoptar las decisiones más peligrosas.
Borón asegura ahora que los dirigentes cubanos tienen las mejores intenciones y desean aplicar reformas socialistas, no el retorno al capitalismo. Es muy posible. Pero también tenían buenas intenciones cuando se lanzaron a la zafra de 10 millones de toneladas destruyendo las bases de la economía, o cuando se ataron a la Unión Soviética creyendo que ésta sería eterna, apostándolo todo a la mera exportación de hombres y de azúcar y níquel, o cuando Fidel Castro defendió la invasión soviética de Checoslovaquia y el aplastamiento del partido de ese país, o cuando calificó de grandes marxistas a Brezhnev, al dictador etíope Haile Marian, o el dictador somalí Siad Barre, entre otros. Dejemos pues las buenas intenciones para los confesionarios o para los intenciómetros que habría que inventar y juzguemos en cambio por el tipo de medidas propuestas y por su dinámica.
Hay que llamar las cosas por su nombre: no van en la dirección de más justicia, más igualdad, más solidaridad, más socialismo sino en la dirección contraria. Refuerzan el papel del vértice del Estado que dirige al partido, y de los directores de las empresas, deciden por los trabajadores en vez de establecer mecanismos de consulta a éstos y de control por éstos. Refuerzan el papel central del Estado y de los aparatos, no el de la democracia. No preparan a nadie para el fortalecimiento de una vasta capa cuentapropista dominada por el mercado y regida por el ansia de consumo y que se diferenciará internamente soldando su sector más rico con la burocracia más corrompida. Ignoran el peso de la hegemonía cultural capitalista y del mercado mundial que dan una fuerte base al desarrollo de una fuerza capitalista en Cuba, que hasta ahora no existía. Unen la contrarrevolución que se incuba en parte de la burocracia con el capitalismo estadounidense y mundial. Golpean en la economía, en las perspectivas, en su imaginario mismo, a los más pobres, que son la base social de la revolución cubana. Si hay tanto interés popular por conocer esas medidas es porque la gente siempre quiere saber con cuál salsa la cocinarán quienes fueron responsables del fracaso yahora responden a éste con medidas peligrosísimas. Ojalá que ese interés responda también a la necesidad de estudiar esas medidas para contrarrestar en lo posible los elementos más negativos, aunque ya hayan sido resueltos y en parte estén siendo aplicados. Lo cierto es que el cambio instaura en Cuba una fase de gran inestabilidad política, social y económica y que el pueblo cubano, como cuando la invasión de Playa de los Cochinos, requiere nuestra ayuda material y teórica porque la brújula de las autoridades cubanas no funciona ni funcionó muy bien, a pesar de lo que creen los admiradores de siempre de las mismas.
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