La campaña electoral en Haití, con baile entre los escombros y el cólera
La gente vota mañana, pero va a los actos porque le regalan algo y porque también hay música
Pablo Biffi, enviado especial a Puerto Príncipe
Clarín, Buenos Aires, 27-11-10
Hay un escenario, banderines colgando, luces multicolores y música, mucha música y baile, en un descampado al costado de la avenida Delmás, antes de llegar a Petionville, que curiosamente no ha sido transformado en un campamento de refugiados para los que perdieron todo en el terremoto del 12 de enero. Hasta allí llega Wilson Jeudy, abogado de 47 años, y candidato a presidente por el partido “Force” (Fuerza). Unas 500 personas bailan y beben, ríen y cantan.
No importa que Jeudy tenga el 0,8% de intención de voto para el comicio de mañana. “Le miracle haïtien est possible’’ ( El milagro haitiano es posible ), uno de sus lemas, parece una ironía en un país que hace décadas no hace más que hundirse, sacudido por crisis políticas, golpes de Estado, inundaciones, huracanes, terremotos y, por si fuera poco, el Vibrio Cholerae importado de Nepal. El “Wi now kapab” (“Ahora sí se puede”, en creole, la lengua local), está por verse.
“Yo no sé si lo voy a votar. Ni siquiera sé si iré a votar. Pero la fiesta está buena”, dice a Clarín Michell Leogane, con una cerveza “Presidente” en la mano, dominicana ella.
En el centro de la ciudad, en la avenida Brown, del barrio Saint Antoine, Jacques Edouard Alexis, candidato a presidente por el MPH (Movilización por el Progreso de Haití), habla con la gente, bajo un sol fulminante. Este ex ministro de Cultura, del Interior y Premier del anterior gobierno de René Preval (96-01), tampoco figura en las encuestas, al igual que Jeudy y la mayoría de los 18 candidatos que el domingo participarán en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.
Con todo, cada uno de los candidatos no ha parado ni un segundo de hacer campaña, tanto en Puerto Príncipe como en el interior, pese a la epidemia de cólera, que ya dejó 1.603 muertos desde el 19 de octubre, y el feroz terremoto, que regó esta capital con 300.000 muertos y más de un millón de refugiados, que 10 meses después aún viven en campamentos improvisados en plazas y parques y que, a este paso, seguirán allí por mucho tiempo.
La campaña es al ritmo de tambores y Kompa, el ritmo creole por excelencia. Y en este último tramo, desde el 19 de octubre cuando se detectó el primer caso, se hizo al ritmo del cólera. Pese a que cuatro aspirantes con pocas pretensiones exigieron una nueva suspensión de los comicios –debían realizarse el 7 de febrero, pero fueron postergadas por el temblor—, todo siguió su curso, como si nada hubiese pasado. Como todo en este país.
Los muros de esta capital, los que quedaron en pie y los que se derrumbaron, aparecen atestados de carteles, con caras sonrientes de los candidatos, prometiendo un futuro mejor. Pegados unos arriba del otro, arrancados algunos, el que se lleva las palmas es el candidato oficialista, Jude Celestine, del INTE (Unidad), quien con su sonrisa Odol promete el cielo y mucho más. El impresionante despliegue de Celestine, con larguísimos avisos en la TV y la radio, se coronó ayer con el sobrevuelo de una avioneta, rozando los cerros y bajando hacia el centro, con un cartel inequívoco: “Vote Celestine”.
Los 1.300 campamentos de refugiados en la ciudad y alrededores, parecen un buen sitio para la campaña. Claro que es casi imposible que un candidato pueda caminar por sus intrincados y angostos corredores. Hay quienes sostienen que a muchos de los 1,3 millones de refugiados (sobre un padrón 4,5 millones) no les será fácil votar: es posible que con sus casas hayan perdido, también, sus documentos de identidad. “ ¿Votar? No. Si todos son iguales” , lanza una mujer que lava ropa en un fuentón, en el campamento de Champ de Mars, el más grande de la ciudad, con 50.000 personas.
Incluso hasta ayer, en una de las oficinas electorales de Petionville, cientos de haitianos se agolpaban, empujaban y peleaban a los gritos –nunca a golpes de puños— para conseguir su nuevo documento.
Con la desorganización reinante y cientos de miles de haitianos indocumentados, los candidatos opositores temen que el diablo meta la mano a favor del oficialista. La OEA ha dicho que eso no es posible, pero todos saben que aquí lo imposible no existe.
En las calles del centro, por la avenida Delmás, en los paupérrimos barrios de Cite Soleil y Carrefour, en Bel Air o en el más acomodado Petionville, pequeñas Tap Tap – camionetas o camiones multicolores para el transporte público— inundan el aire a bocinazos o con potentes parlantes, con la música de los candidatos. Colgados en su cajuela o corriendo a la par, danzando y saltando, una decena de hombres –nunca mujeres— gritan consignas. “Nou espere” (Somos la esperanza, en creole) o “Lavni a se nou” (El futuro es nuestro), gritan los seguidores de Mirlande Manigat, una de las dos mujeres candidatas, esposa del ex presidente derrocado Lesly Manigat, favorita junto con el oficialista Celestine para pasar a la segunda vuelta, y que se presenta como el “cambio” y la “honestidad” para terminar con los “ladrones”.
“No tenemos ningún acuerdo con ladrones y asesinos”, dijo hace unos días, en obvia referencia a René Preval, cuando salió a desmentir rumores de un acuerdo con el presidente para obtener apoyo en la campaña y en el Congreso, a cambio de impunidad por las denuncias de corrupción.
“Yo vine por la remera y por los 200 gourdas (US$ 5) que me dan si voy a los actos y si el domingo los voto”, admite a Clarín Antoine, que salta y baila como un loco, con una musculosa amarilla y verde del candidato Jude Celestine.
En un país históricamente devastado por lo que sea, la tecnología también juega su papel en esta campaña. Además de que cada candidato tiene su página web y de que el terremoto se tragó la mayoría de la red fija de teléfonos, los celulares sirven, y mucho, para hacer campaña. Como Michel “Sweet Micky” Martelly, que lleva años haciéndose un nombre como el “chico malo” de la kompa, el popular ritmo haitiano que lo hizo famoso fuera de esta isla. A cualquier hora –a las 10 de la mañana, como le ocurrió a este enviado— puede sonar el celular y la voz del candidato se potencia, en una grabación: “No compito por ser presidente. Compito para ser el ciudadano que cambia cosas. Quiero ser un inspirador”, dice en parte de su texto, mitad en francés, mitad en creole. “Nan Dimanch nou tout ale vote” (El domingo vamos todos a votar”), cierra el mensaje, de exactos 19 segundos.
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