El Cerebrocidio Capítulo I
Francisco Huneeus
"El día que los veintiséis signos del alfabeto dejan de ser trazos incomprensibles, ni siquiera bonitos, en fila sobre un fondo blanco, arbitrariamente agrupados y cada uno de los cuales constituye, en lo sucesivo, una puerta de entrada, da a otros siglos, a otros países, a multitud de seres más numerosos de los que veremos en toda nuestra vida, a veces a una idea que cambiará las nuestras, a una noción que nos hará un poco mejores o, al menos, un poco menos ignorantes que ayer"
Marguerite Yourcenar en ¿Qué?
El dilema de
PENSAR O
NO PENSAR
Mirar TV es una actividad totalmente pasiva, no hay posibilidad alguna de una construcción mental, y menos aún de una reflexión. Leer, en cambio, es una acción enteramente constructiva.
Todos estamos inquietos por las señales de deterioro intelectual en que vivimos. Los políticos y empresarios han comenzado a hablar de la “edad del conocimiento”, de “innovación”, de “desarrollo”, cosas por el estilo, muy rimbombantes -por cierto-, y que tienen significados muy diversos. Lamentablemente estas ideas vienen muy cargadas, creo yo, de un pensamiento economisista, como si la economía y las arcas fiscales y privadas fuera lo único que sustenta el bienestar.
No se escuchan voces provenientes de las áreas intelectuales y humanistas que reflexionen y discutan críticamente el violento vuelco hacia la vida teconlogizada a la que hemos sido arrastrados ; y lo que es peor, seguimos en buena medida, deslumbrados por las maravillas de los aparatejos que con que nos inunda el mundo así llamado “desarollado”. En breve, no entendemos nada de lo que nos está pasando.
Esto que escribo es una reflexión sobre la vida con una maquinita electrónica que se ha introducido en nuestras vidas y en nuestros dormitorios. Y para ello tengo que comenzar por cosas muy sencillas, y en realidad toda esta reflexión se basa en cosas que seguramente son también parte de su propia experiencia.
Para comenzar me gustaría referirme a lo que usted y yo entendemos por “conocimiento” y que es, posiblemente, el más próximo a nuestra experiencia cotidiana y cuya falta es la más notoria. Cada vez que se habla de “conocimiento” echo de menos un diagnóstico o al menos, una reflexión más psicológica e histórica de la noción del concepto, sobre todo ahora que estamos supuestamente en la “sociedad del conocimiento” y hay gente que se llena la boca con esa frase, como si fuese un gran descubrimiento o una gran innovación, cuando en realidad más parece un slogan para hacernos partícipes de su obsesión con la electrónica y sus derivados.
Soy de la anticuada opinión que el conocimiento, el verdadero saber surge de la interacción, desde muy temprano en la vida, del sujeto con el mundo; no es un acto meramente cognitivo intelectual, sino que es algo también somático, que involucra a todo el sujeto, vale decir su cuerpo y su accionar sobre las cosas y los efectos de ellas. Si hacemos una deconstrucción muy sencilla vemos que los bebés comienzan su exploración del mundo langüeteando todo lo que está a su alcance. Luego vienen otras experiencias sensoriales, para finalmente llegar al lenguaje que abre mundos que no están ni en tiempo presente ni al alcance inmediato de los sentidos. Y el lenguaje es el pensamiento o por lo menos su soporte comunicable. Este es el modo que todos los humanos tenemos para expresarnos.
Luego aparece la escritura que permite la extensión en el espacio y en el tiempo del pensamiento. Un proceso muy complejo y cuya adquisición comienza muy al principio de la vida y el crecimiento. La comprensión de la lectura requiere de una construcción mental, cada palabra y cada frase debe imaginarse o representarse, y transversalizarse de alguna manera para poder entenderse. Este proceso constructivo de la mente se desarrolla mediante el uso, como casi todas las funciones humanas. Y así fue como nos formamos desde pequeños, explorando, experimentando, leyendo y fantaseando.
ATRAPADOS POR LA TV y la pornografía consumista
¿Pero qué pasó en los últimos
Pero la mente humana, no puede dejar de funcionar y se obsesionó con
Demás está decir que los libros, a su vez, resultaron demasiado trabajosos para los menores de hoy, y de hace treinta a cuarenta años también. Las aficiones durante la infancia –tenues al comienzo– los experimentos caseros con alambres, fierros, motorcitos, radios galena, bichos, animalitos, plantas, etcétera - quedaron para otra etapa del desarrollo, si es que no desaparecieron del todo. La posibilidad de profundizar y desarrollar este tipo de aficiones, hoy se pierde en la bulla de la educación escolar tradicional (¡basta recordar que el anterior Ministro de Educación propalaba a los cuatro vientos la barbaridad de que la educación debe ser inglés y computación!). Una gran parte del tiempo libre de los niños en casa, lo pasan mirando TV. . . La realidad fue suplantantada por las pantallas y las vitrinas.
LA “CALIFORNICACIÓN” DE CHILE – o el gran disparate
Cuando se lee, la mente trabaja. Las personas que miran TV pierden esa afición, y además abandonan su capacidad de crítica y raciocinio traspasándose éstas a los directores de programación. Y no disimulo mi desazón con ese medio, que creo con dificultad se le puede encontrar un solo beneficio, y sinceramente creo que la única "norma" de
Obviamente me refiero a
Mirar TV es una actividad totalmente pasiva, no hay posibilidad alguna de una construcción mental, y menos aún de una reflexión. Hay sólo una percepción pasiva de acciones y situaciones, sin intervención alguna del sujeto excepto claro, sentimientos afectivos de agrado o desagrado, deseo o rechazo. A lo más se "sienten" cosas y se “entretiene” la mente con contenidos hechos a propósito para tener la mente ocupada en “entretenerse”, el mejor amigo de la flojera mental y el mayor enemigo de la adquisición de conocimiento.
El leer, en cambio, es una actividad enteramente constructiva. Para entender lo que se lee, hay que imaginarse cada palabra, cada frase, palabra por palabra.
No sin razón, el Presidente Jorge Alessandri se oponía tenazmente a la introducción de
El presente esfuerzo de cambio a TV digital u otro sistema más moderno con mayor definición y más opciones, en discusión en este momento, será otro paso certero encaminado hacia el deterioro de la cultura, la intelectualidad, la crítica y, por cierto, la comprensión de la lectura, de la edad del conocimiento, de la inventiva y de la muy necesaria capacidad de innovación.
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