Chile: Collahuasi compra conciencias y destruye la naturaleza en Tarapacá
La huelga que llevan adelante estos días los trabajadores mineros de la empresa transnacional Collahuasi, ha dejado al descubierto las miserias sociales que esta compañía extranjera siembra desde hace años en la ciudad de Iquique.
Pedro Armendáriz
El Clarín, Chile.
Miseria moral, en primer lugar. El desmesurado poder económico de Collahuasi es un factor de perturbación de la vida social iquiqueña. A él se han rendido autoridades políticas y militares, periodistas y rectores de universidades, dirigentes sociales y religiosos.
Millones de dólares en dádivas, administradas por los ejecutivos de Collahuasi, que compran voluntades, oportunos silencios o declaraciones.
Por estos días la Armada y la municipalidad de Iquique están construyendo una réplica de la corbeta Esmeralda del tamaño de la original. El costo de semejante obra es de más de cinco millones de dólares. ¿De dónde provienen los fondos? De la minera Collahuasi, atenta siempre a sacar partido de su participación a la hora de poner plata.
(La iniciativa de instalar una réplica de la Esmeralda en la costanera de Iquique, y hacer de ella un negocio, es de por sí un tema aparte. Cuando la primera meta de toda gestión social y política en la ciudad debiera ir en la senda de la integración regional con los países vecinos, es una aberración, falta de inteligencia y sensibilidad seguir resaltando el doloroso pasado, en este caso con una réplica del mayor símbolo del conflicto bélico fraticida).
En el desarrollo de la actual huelga de los mineros de Collahuasi no aparecen en escena los máximos ejecutivos extranjeros de la empresa residentes en Chile, ni sus serviles empleados chilenos de alto rango en la empresa.
La minera transnacional comunica sus posiciones e influencia a la opinión pública a través de la vocería de su departamento de comunicaciones, y a través de la orquesta de medios de comunicación que tiene a su servicio en la región y el país, destacando por su mala leche en este papel el diario La Estrella de Iquique.
La campaña contra la acción de los mineros difunde la idea de que estos son unos privilegiados, que ganan millones de pesos, a años luz del común de los hombres y mujeres de trabajo. Si bien esto es verdad, es una canallada evidente su utilización para deslegitimar a los trabajadores.
Otro aspecto que buscan los ejecutivos de Collahuasi y sus medios de comunicación, es dar la impresión de que los mineros en huelga son violentos. Hoy sábado el diario La Estrella lleva como primer titular una pelea entre manifestantes y un taxista. El texto de la crónica -al margen que sea condenable un hecho de violencia menor-, es una auténtica diatriba contra el sindicato de los mineros y su movimiento reivindicativo, y un llamado claro a reprimir a los mineros. (Acompaña a la crónica sobre el incidente, un texto con declaraciones de la vocera de Collahuasi, Bernardita Fernández, que entre otras cosas dice: “Lamentamos los hechos de violencia que protagonizan los mineros y que están afectando a la comunidad”).
Ha sido bochornoso también leer declaraciones contrarias a los mineros por parte de dirigentes de organizaciones sociales que en su accionar han recibido o reciben plata por parte de la minera Collahuasi.¡¡¡Ellos condenando a los mineros, que son los que hacen posible que tales platas lleguen a sus oscuros bolsillos!!!
Una de estas organizaciones, que reúne a personas y familias pampinas o descendientes de pampinos, ha reclamado por la ocupación que los mineros en huelga han hecho de la histórica escuela Santa María de la ciudad, donde fueron asesinadas miles de personas el año 1907. El argumento es afirmar que estos mineros millonarios de hoy cometen un sacrilegio al instalarse en la escuela y aparecer como colegas de oficio de sus antepasados, que sí eran obreros auténticos dada su pobreza.
Collahuasi en el norte tarapaqueño no sólo corrompe las conciencias. También contamina y expolia la naturaleza. Hace un uso del agua que tiene en riesgo los ecosistemas y ya ha causado graves daños. A ello se suma la contaminación del medio ambiente, en la cordillera y en el puerto de Patache, propiedad de la minera donde además tiene una planta productora de molibdeno.
A las aguas -siempre escasas en el desierto-, que la minera utiliza en su proceso de producción, se suma el agua del ducto minero que traslada el mineral desde la alta cordillera a Patache. Más de ciento cincuenta kilómetros de caudal que debiera ir a la agricultura en quebradas, oasis y la pampa.
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