Chile - Una historia de esclavitud

Posted by Correo Semanal on martes, octubre 12, 2010


Hacia fines del siglo XIX, el crecimiento económico generado por la industria minera instalada en la zona norte del país fue fecundo para la acumulación de grandes fortunas entre los empresarios chilenos y para que el Estado pudiera desarrollar una vasta red de obras públicas. Sin embargo, la mayor parte de la población chilena no recibió los beneficios del progreso económico; por el contrario, tras la fastuosa imagen de los capitanes de la industria chilena, se escondía una dura y trágica realidad social que fácilmente la podemos comparar con las condiciones en las que hoy en día continuamos los trabajadores.


En primer lugar el despegue de la economía chilena implicó el surgimiento de una serie de oleadas migratorias desde el campo a la ciudad, o en su defecto desde el campo a las oficinas salitreras del norte del país y debido a la escasez de viviendas, los recién llegados se debieron instalar en las inmediaciones de las industrias, ubicándose en deficientes y precarias habitaciones; de esta forma surgieron algunas de las tradicionales viviendas chilenas, como los “cuartos redondos”, los “conventillos”, los “ranchos”; que consistía en pequeñas habitaciones, sin luz ni ventilación en las que se ubicaban todos los miembros de un grupo familiar; estas pésimas condiciones habitacionales y el extremo hacinamiento eran factores que elevaban considerablemente las posibilidades de multiplicación de enfermedades pandémicas. El delicado panorama que debían enfrentar los trabajadores era completado con la propagación de enfermedades de contagio sexual y con una alta tasa de alcoholismo en la población.


En el aspecto laboral los obreros industriales y los mineros del salitre se hallaban aún más desprotegidos, ya que no existía una legislación al respecto y los abusos patronales eran perpetrados cotidianamente en las industrias y en las oficinas salitreras. Para el periodo de la llamada República Salitrera no existían los contratos de trabajo ni menos los sistemas de previsión; por el contrario, eran usuales las jornadas laborales de 14 horas de duración. Las pésimas condiciones laborales eran aumentadas en las oficinas salitreras a través del sistema de pago por fichas, el que implicaba que a los mineros no se les cancelaban sus remuneraciones con dinero de curso legal, sino que por medio de fichas confeccionadas con diversos materiales que servían como instrumento de pago en las pulperías emplazadas en cada oficina; lo paradójico del asunto es que las pulperías eran de propiedad de las mismas salitreras, lo que en la práctica significaba que el producto del trabajo de los mineros era acumulado en última instancia por los dueños de las propias salitreras.


Las precarias condiciones sociales y laborales en las ciudades, pero especialmente en las oficinas salitreras, originaron la aparición de un conjunto de organizaciones y movimientos sociales que agrupaban y que canalizaban las demandas de los obreros y mineros, en el año 1909 surgió la Federación Obrera de Chile (más conocida por su sigla FOCH). La organización de los trabajadores en las oficinas salitreras dio paso a la aparición de la denominada “prensa obrera”, la que consistía en periódicos dirigidos a los mineros y que entre sus principales mensajes difundían la idea de la huelga como una herramienta de lucha contra la explotación y como medio de presión para obtener mejoras en sus prácticas laborales. Debido a la inexistente legislación laboral, las huelgas eran de carácter ilegal y eran violentamente reprimidas por las fuerzas policiales y por los servicios de guardias contratados por los dueños de las salitreras.

Hoy en día en las puertas del Bicentenario, los trabajadores no estamos lejos de esta realidad y las condiciones no han mejorado, seguimos conminados a vivir endeudados de por vida, para pagar por viviendas pequeñas, muchas de ellas incapaces de soportar las inclemencias de la naturaleza, se llueven e inundan o incluso se derrumban ante un terremoto; viviendas que son adquiridas con créditos hipotecarios con tasas de interés realmente usureras, en donde albergaremos a nuestras generaciones que victimas del desempleo nos conminarán a vivir en el más completo hacinamiento, ése es el destino marcado por el capitalismo, que nos obliga a endeudarnos para toda la vida para adquirir estas viviendas que sabemos que en nuestra vejez terminaremos de pagar, para seguir subsistiendo con pensiones miserables y terminar nuestros últimos días en la más absoluta pobreza, esa es la idea del sistema reinante, que la clase trabajadora nunca tenga acceso a ciertos privilegios, por eso nos marginan de una educación real, de un sistema de salud legítimo, para que en nuestra ignorancia no amasemos la idea de un mundo mejor.


Pero eso no es todo, hoy seguimos siendo testigos de cómo este sistema capitalista nos margina a todos como trabajadores, siendo que somos los pilares fundamentales en la obtención de todas las riquezas, del progreso económico, vemos como día a día nos son arrebatados nuestros derechos, nuestras riquezas naturales para entregárselas en bandeja a empresas extranjeras, para que con el cuento de generar más empleo nos obliguen a trabajar por sueldos miserables, con extenuantes jornadas de trabajo, para después depositarnos nuestros precarios salarios en tarjetas que luego usaremos en el comercio para pagar y comprar en establecimientos que a la larga también les pertenecen, entonces ¿Cuál es la diferencia con nuestros compañeros de las salitreras?, seguimos bajo el mismo sistema de las pulperías, sólo que más moderno, ya no se utilizan fichas, ahora son tarjetas pero que al igual que nuestros compañeros nos mantienen sumergidos en un endeudamiento extremo, un sistema de esclavitud más moderno.

La única diferencia es que antiguamente nuestros compañeros contaban con la FOCH que logró grandes movilizaciones y en algo a reparar las precarias condiciones, hoy nosotros contamos con la CUT, que en nada nos representa y no moviliza a nadie, al contrario son ellos los que corren a las faldas del Estado, los políticos y los grandes empresarios para arreglarse los bigotes solos.
Debemos aprender de las experiencias pasadas y rescatar lo mejor, por eso, ahora es el momento para agruparnos en un frente único, expulsar a todas las empresas extranjeras y tomar el poder en nuestras manos, ¡sólo los trabajadores ayudan a los trabajadores!


Levantémonos por la construcción de un socialismo real