In memoriam: Moshe Lewin (1921-2010)
Alain Blum *
La Breche
www.alencontre.org
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
Gran especialista de la historia, en particular de la historia social y económica de la Unión Soviética, Moshe Lewin murió el 14 de agosto, en París, donde se había retirado hace tres años, alejándose del debate intelectual y científico que tanto había animado. Tenía 88 años.
Nació el 7 de noviembre de 1921, en la Wilno entonces polaca, hoy Vilnius (Vilna) capital de Lituania. Su madre era rusa, su padre judío polaco. Este último había realizado numerosos trabajos; convertido en acróbata, tomó la dirección del circo de Wilno. Ambos desaparecen en 1939 durante el exterminio de los judíos de esta ciudad. Moshe escapa del ejército nazi en un camión soviético que lo deja en Lituania. Durante toda su vida brindará un reconocimiento particular a estos soldados soviéticos que le permitieron escaparse de la muerte, reconocimiento que también guardará hacia URSS, al tiempo que desarrollará una mirada profundamente crítica sobre la historia de este país.
Una vez instalado en la URSS, trabaja en un Koljós, luego en una fundición de los Urales, y algunos meses antes del final de la guerra, en una escuela de artillería. En 1945, como extranjero es autorizado a irse de la URSS: de Polonia pasa a Francia, allí vive de distintos “pequeños trabajos” (será por un tiempo representante de un teatro judío en Francia). Luego marcha hacia Israel, es militante sionista de izquierda y emprende estudios de economía en la Universidad de Tel-Aviv.
Vuelve de nuevo a París en 1961, escribe una tesis bajo la dirección de Roger Portal, que culmina en su obra principal, “La Paysannerie et le pouvoir soviétique” (Mouton, 1966), primera etapa intelectual de un historiador que señaló profundamente la historiografía soviética de la segunda mitad siglo XX.
En esta obra, se agarra del mundo campesino ruso para revelarlo en toda su complejidad, analizando las relaciones conflictuales que mantenía con el poder soviético, así como las tensiones que lo cruzaban. Ofrece una lectura enteramente nueva de las fuentes de la burocratización soviética y trata de profundizar el aspecto social y humano. Enfrenta con una inteligencia muy particular las inmensas dificultades que provocaban el trabajo sobre estas fuentes, la prensa, los documentos oficiales publicados y las obras de historiadores y economistas soviéticos, dando una gran lección de método que para nada ha perdido su importancia luego de la apertura de los archivos.
Después de haber trabajado en la VI sección de la ida sección de la EPHE (futura Escuela de los altos estudios en ciencias sociales, EHESS), se convierte en profesor en la Universidad de Birmingham (1968-1978), luego en la de Pensilvania, hasta 1995. Viajaba a menudo a Francia, país al cual permaneció relacionado toda su vida. Participaba de un seminario regular en la EHESS entre 1982 y 1985.
En obras esenciales, en particular la “La Formation du système soviétique. Essais sur l'histoire sociale de la Russie dans l'entre-deux-guerres” (Gallimard, 1987), o también en “Le Siècle soviétique (Fayard/Le Monde diplomatique, 2003; en castellano “El siglo soviético”, Crítica, Barcelona, 2006), desarrolla una teoría de la formación del Estado soviético, de la transformación del partido revolucionario en partido de administradores-burócratas que vuelve a la espalda a la idea revolucionaria; desmenuza con precisión los mecanismos de toma de decisión, y también, en la segunda obra, expone el lugar de las personalidades en las orientaciones de la URSS después del estalinismo.
En “Le Dernier Combat de Lénine” (Editions de Minuit, 1967; en castellano “El último combate de Lenin”, Editorial Lumen, Barcelona, 1970) o en “The Political Undercurrents of Soviet Economic Debates: From Bukharin to the Modern Reformers” (Princeton University Press, 1974), Lewin sostiene que el estalinismo no era la consecuencia ineludible de la revolución, sino que una salida alternativa había sido posible, en el ámbito político o económico, refiriéndose para esto último a las tesis de Bujarin.
A continuación, Moshe Lewin se comprometió en una reflexión comparativa entre estalinismo y nazismo, en una de las primeras obras que tratan sobre el tema, por ejemplo, en el clásico estudio dirigido en compañía del gran historiador del nazismo Ian Kershaw: “Stalinism and Nazism: Dictatorships in Comparison” (Cambridge University Press, 1997).
Sus enemigos intelectuales
Ambos eligen orientar la reflexión hacia una comparación de los distintos componentes de la dinámica de los dos sistemas. Destacando los puntos comunes de algunas formas políticas y sociales que preceden a la aparición del estalinismo y el nazismo (monarquías autoritarias, burocracias, expansionismos e imperialismos); Lewin y Kershaw dan un lugar particular a las teorías de la modernización, destacando los fundamentos anticapitalistas de las dos ideologías.
Moshe Lewin adoraba la polémica. Le gustaba pensar que sus enemigos intelectuales pensaran que él no gustaba de ellos, aunque respetaba sus trabajos. No hacía concesiones. Se oponía, en múltiples ocasiones, a quienes desde la escuela totalitaria lo designaban como el jefe de una escuela dicha revisionista. Desafiando las tesis de los que veían en la Unión Soviética un sistema monolítico exclusivamente político, en el cual solos algunos líderes determinaban el curso de la historia, busco comprender a la URSS como un sistema social en el cual la política debía verse como un sistema complejo, donde la burocracia, vista como grupo social en formación, era determinante. Analizaba seriamente las luchas entre grupos sociales que fueron parte de la revolución soviética, así como los conflictos internos en la formación de una clase burocrática.
Moshe Lewin tenía la libertad de espíritu. Deja todo un campo entero de la historiografía soviética, profundamente caracterizado por su obra, y también por su personalidad, por eso ha molestando. Este políglota (dominaba el polaco, el ruso, el inglés, el francés, el alemán, el judeo-alemán y su alternativa lituana el litvak, el hebreo), era un espíritu brillante, siempre atento a la menor transformación del mundo contemporáneo. Le gustaba, en los largos debates cambiar de lengua, sorprendiendo siempre a su interlocutor, pasando de la mayor seriedad al humor más ácido.
Alain Blum enseña en la EHESS, en París. El artículo fue publicado en el diario Le Monde, París, 18 de agosto 2010.
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Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
Gran especialista de la historia, en particular de la historia social y económica de la Unión Soviética, Moshe Lewin murió el 14 de agosto, en París, donde se había retirado hace tres años, alejándose del debate intelectual y científico que tanto había animado. Tenía 88 años.
Nació el 7 de noviembre de 1921, en la Wilno entonces polaca, hoy Vilnius (Vilna) capital de Lituania. Su madre era rusa, su padre judío polaco. Este último había realizado numerosos trabajos; convertido en acróbata, tomó la dirección del circo de Wilno. Ambos desaparecen en 1939 durante el exterminio de los judíos de esta ciudad. Moshe escapa del ejército nazi en un camión soviético que lo deja en Lituania. Durante toda su vida brindará un reconocimiento particular a estos soldados soviéticos que le permitieron escaparse de la muerte, reconocimiento que también guardará hacia URSS, al tiempo que desarrollará una mirada profundamente crítica sobre la historia de este país.
Una vez instalado en la URSS, trabaja en un Koljós, luego en una fundición de los Urales, y algunos meses antes del final de la guerra, en una escuela de artillería. En 1945, como extranjero es autorizado a irse de la URSS: de Polonia pasa a Francia, allí vive de distintos “pequeños trabajos” (será por un tiempo representante de un teatro judío en Francia). Luego marcha hacia Israel, es militante sionista de izquierda y emprende estudios de economía en la Universidad de Tel-Aviv.
Vuelve de nuevo a París en 1961, escribe una tesis bajo la dirección de Roger Portal, que culmina en su obra principal, “La Paysannerie et le pouvoir soviétique” (Mouton, 1966), primera etapa intelectual de un historiador que señaló profundamente la historiografía soviética de la segunda mitad siglo XX.
En esta obra, se agarra del mundo campesino ruso para revelarlo en toda su complejidad, analizando las relaciones conflictuales que mantenía con el poder soviético, así como las tensiones que lo cruzaban. Ofrece una lectura enteramente nueva de las fuentes de la burocratización soviética y trata de profundizar el aspecto social y humano. Enfrenta con una inteligencia muy particular las inmensas dificultades que provocaban el trabajo sobre estas fuentes, la prensa, los documentos oficiales publicados y las obras de historiadores y economistas soviéticos, dando una gran lección de método que para nada ha perdido su importancia luego de la apertura de los archivos.
Después de haber trabajado en la VI sección de la ida sección de la EPHE (futura Escuela de los altos estudios en ciencias sociales, EHESS), se convierte en profesor en la Universidad de Birmingham (1968-1978), luego en la de Pensilvania, hasta 1995. Viajaba a menudo a Francia, país al cual permaneció relacionado toda su vida. Participaba de un seminario regular en la EHESS entre 1982 y 1985.
En obras esenciales, en particular la “La Formation du système soviétique. Essais sur l'histoire sociale de la Russie dans l'entre-deux-guerres” (Gallimard, 1987), o también en “Le Siècle soviétique (Fayard/Le Monde diplomatique, 2003; en castellano “El siglo soviético”, Crítica, Barcelona, 2006), desarrolla una teoría de la formación del Estado soviético, de la transformación del partido revolucionario en partido de administradores-burócratas que vuelve a la espalda a la idea revolucionaria; desmenuza con precisión los mecanismos de toma de decisión, y también, en la segunda obra, expone el lugar de las personalidades en las orientaciones de la URSS después del estalinismo.
En “Le Dernier Combat de Lénine” (Editions de Minuit, 1967; en castellano “El último combate de Lenin”, Editorial Lumen, Barcelona, 1970) o en “The Political Undercurrents of Soviet Economic Debates: From Bukharin to the Modern Reformers” (Princeton University Press, 1974), Lewin sostiene que el estalinismo no era la consecuencia ineludible de la revolución, sino que una salida alternativa había sido posible, en el ámbito político o económico, refiriéndose para esto último a las tesis de Bujarin.
A continuación, Moshe Lewin se comprometió en una reflexión comparativa entre estalinismo y nazismo, en una de las primeras obras que tratan sobre el tema, por ejemplo, en el clásico estudio dirigido en compañía del gran historiador del nazismo Ian Kershaw: “Stalinism and Nazism: Dictatorships in Comparison” (Cambridge University Press, 1997).
Sus enemigos intelectuales
Ambos eligen orientar la reflexión hacia una comparación de los distintos componentes de la dinámica de los dos sistemas. Destacando los puntos comunes de algunas formas políticas y sociales que preceden a la aparición del estalinismo y el nazismo (monarquías autoritarias, burocracias, expansionismos e imperialismos); Lewin y Kershaw dan un lugar particular a las teorías de la modernización, destacando los fundamentos anticapitalistas de las dos ideologías.
Moshe Lewin adoraba la polémica. Le gustaba pensar que sus enemigos intelectuales pensaran que él no gustaba de ellos, aunque respetaba sus trabajos. No hacía concesiones. Se oponía, en múltiples ocasiones, a quienes desde la escuela totalitaria lo designaban como el jefe de una escuela dicha revisionista. Desafiando las tesis de los que veían en la Unión Soviética un sistema monolítico exclusivamente político, en el cual solos algunos líderes determinaban el curso de la historia, busco comprender a la URSS como un sistema social en el cual la política debía verse como un sistema complejo, donde la burocracia, vista como grupo social en formación, era determinante. Analizaba seriamente las luchas entre grupos sociales que fueron parte de la revolución soviética, así como los conflictos internos en la formación de una clase burocrática.
Moshe Lewin tenía la libertad de espíritu. Deja todo un campo entero de la historiografía soviética, profundamente caracterizado por su obra, y también por su personalidad, por eso ha molestando. Este políglota (dominaba el polaco, el ruso, el inglés, el francés, el alemán, el judeo-alemán y su alternativa lituana el litvak, el hebreo), era un espíritu brillante, siempre atento a la menor transformación del mundo contemporáneo. Le gustaba, en los largos debates cambiar de lengua, sorprendiendo siempre a su interlocutor, pasando de la mayor seriedad al humor más ácido.
Alain Blum enseña en la EHESS, en París. El artículo fue publicado en el diario Le Monde, París, 18 de agosto 2010.
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