COSTA CANADIENSE SOBRE EL PACÍFICO: FESTÍN DEL SALMÓN
Mario R. Fernández
Canadá
La noticia llegó como un rayo del cielo, sólo que desde el océano (un océano complejo y deteriorado). Pero quizás los ruegos de quienes creen en el dios de la riqueza, dios para la mayoría de occidente, fueron escuchados produciendo el milagro. Algo que no se veía en 100 años en la costa del Océano Pacífico en Canadá: salmones por millones llegando a desovar. Efectivamente, a fines de este agosto pasado, millones de salmones Sockeye regresaron a los rios de la provincia de British Columbia para trepar sus aguas trabajosamente y reproducirse como especie. El acontecimiento nos sorprendió a todos, imagino que sería algo como que de un momento a otro millones de bisontes aparecieran pastando en las praderas de Estados Unidos y Canadá, una visión solamente, una realidad prácticamente impensable. Y a la espera de los Sockeyes, a la espera de este milagro, los hombres echan a andar una maquinaria brutal para cazarlos y comercializarlos. Sabemos que el milagro de los salmones ha sido, hasta ahora, inexplicable. Sabemos que es esta una especie que sino está en extinción al menos está en clara decadencia. Por ello me parece tanto más inaudito este esfuerzo humano, casi desesperado, por atrapar estos salmones, este “maná del mar,” al mayor ritmo posible señalando que hemos aprendido muy poco sobre como respetar los ciclos de la naturaleza.
Los 30 millones de salmones Sockeye que trataron de entrar este año por el rio Fraser, en la ciudad de Vancouver, para desovar representan una cantidad fantástica en el universo de los salmones que han venido ha desovar en el reciente pasado. Por ejemplo, el pasado verano (2009) apenas 1,5 millón subieron por este mismo río. Desde 1913, año en que se calcula que subieron por el Fraser unos 31 millones (cifra incierta y relativa) no se había vivido tan grandiosa abundancia.
El Sockeye es el segundo más pequeño y valioso de las cinco especies de salmones nativos que aún viven, con muchas dificultad, en forma natural en las costas del Pacífico canadiense. Tienen un peso promedio de tres kilogramos y depués de cuatro años de vida en el océano emprenden su viaje de regreso a su lugar natal, viajan por 17 dias recorriendo unos 30 kilómetros por día sin detenerse ni para alimentarse y usando la grasa y energía acumulada durante dos años para este viaje. Normalmente su cuerpo es de un color gris azulado, pero va cambiando de color a medida que enfrenta crecientes dificultades al trepar el rio, se cree que el esfuerzo que realiza es responsable de estos cambios. Trepar el Fraser, recorriendo por el río hasta 500 kilómetros, les exige mucho, todos toman al llegar al lugar donde nacieron un color rojo brilloso y los machos sufren una transformación de las mandíbulas que les permite, una vez llegado al lugar preciso donde nacieron, cavar sus nidos. Entonces, el macho y la hembra juntos cavan en el lecho del río o arroyo un nido que puede llegar a tener hasta 40 centímetros de profundidad. El nido es ubicado en un lugar donde el agua corre suficientemente libre como para asegurarles oxígeno suficiente. Allí la hembra deposita cerca de 3500 huevos, de color rosado fuerte, que el macho cubre con su blanca esperma fertilizándolos. Luego la pareja cubre sus huevos con piedrecitas y arena para protegerlos de pájaros y otros peces y una vez completada su tarea simplemente esperan el final de sus vidas, sacrificadas en el proceso de la reproducción de la especie, su último esfuerzo.
Por décadas la vuelta del salmón (en inglés “salmon run”) de todas las especies que existen en la costa del Pacífico canadiense ha decaído crecientemente, igual que en otras partes del mundo –en Noruega, por ejemplo, el 80 por ciento del salmón que crece en su medio natural, en su hábitat, ha desaparecido. Por ello la actividad económica vinculada a su pesca ha ido colapsando. Las razones de esta creciente decadencia tienen que ver con el calentamiento de las aguas (que afecta su capacidad de alimentación), la proliferación de criaderos de salmones que en British Columbia ha sido responsable de propagar el “piojo del mar” y otras enfermedades, y de la creciente abundancia de predadores del salmón (foca y león de mar). Sin duda, el principal exterminador de salmones ha sido el exceso de pesca, algo que los medios de información raramente mencionan pero que es el “mal principal de todos los males.”
Este boom de la llegada de salmones ha sido como un “dorado” causando tal euforia en el lugar que ocupó a la televisión y a la prensa como nunca, porque poco los ocupa el salmón o su supervivencia regularmente. El gobierno federal canadiense ha conservado el 60 por ciento de los salmones que han venido regresando al Fraser, se trata de una cantidad anual estimada que ha permitido que la pesca continúe a vez que se sostiene la reproducción de una especie que es, después de todo, un recurso natural fundamental para la región, el país y el mundo. Pero, con la noticia de este “milagro” de los salmones aflora la locura general: las embarcaciones existentes se lanzan al mar a pescar todo lo que su capacidad y ambición les permita. Faltan brazos, y redes, para sacar salmones del agua y algunos pescadores en su excitación llegan a decir que los salmones “saltaban solos a la cubierta de los barcos de pesca.” Abren incluso nuevamente sus puertas algunas procesadoras de pesca que estaban practicamente cerradas. Se contrata más mano de obra para aprovechar al máximo el proceso de enlatar salmones. Y, como son tantos los salmones disponibles, miles de personas se acercaron a los muelles de pescadores para comprarlos directamente a dos dólares el kilo. Muchos de ellos son personas que seguramente no compran salmón porque ni les gusta demasiado, pero en esta oportunidad comprar salmón es como un “buen negocio” –y la mentalidad consumidora dominante no permite que uno “se pierda un buen negocio,” así que incluso quienes no aman demasiado al salmón lo han comprado también.
No todos se engañan con el dorado del salmón del Pacífico, los pescadores más veteranos saben que tienen una ocupación sin futuro ven en esta abundancia un espejismo temporal, uno que posiblemente no ha de repetirse en el futuro. Pero los más jóvenes quieren creer que el de los viejos no es más que un pesimismo, y el negocio ha vuelto como en los años setenta. Para los empresarios de las compañías procesadoras, como Ocean, que procesan más de 200.000 kilos de salmón al día, pensar “positivamente” es la mejor inversión, por ello sostienen, con ese tono de falso positivismo que los identifica, que “el mar tiene tremendos signos de vida”. Los aborígenes, acostumbrados a recibir todas las críticas de una sociedad en esencia racista aunque lo disimule, son cuestionados porque tienen derecho a pesca sin cuota en el Fraser pues el rio pasa directamente por sus territorios. Ellos argumentan que el gobierno federal debería invertir más dinero y esfuerzo en investigación y en la protección del hábitat de todas las especies de salmones.
Carl Walters, experto en pesca de la Universidad de British Columbia, dió a entender que no sería mala idea tolerar un aumento en las toneladas de pesca de estos salmones Sockeyer porque, según su opinión, millones de salmones han de perecer antes incluso de alcanzar su lugar de desove. Lo que sabemos si, es que miles de toneladas de salmones pescados durante este festín se han descompuesto por falta de hielo en la zona, por lo que pescarlos no ha servido los intereses de nadie y particularmente no el de los salmones mismos.
El parlamentario federal, representante de una zona de Vancouver por el Partido Conservador en el gobierno, John Cummins, ha estado involucrado en el comercio de la pesca por muchas décadas y pedía a toda voz que se autorice pescar “sin medida” todos los salmones que se pueda. Alegaba que el mismo Ministerio de Pesca y Océanos, representado por la Ministra Ms. Gail Shea, “no sabía nada y no tenía respuesta ha esta inesperada abundancia de salmones.” El abuso a la Ministro ha sido tal que ella misma se ha quejado de que la han bombardeado con nociones contradictorias. No han faltado los odiosos que han aprovechado esta oportunidad, siempre bien publicitada por los medios de información, para atacar a los defensores del medio ambiente y culparlos de que están “impidiendo el desarrollo de la industria pesquera.”
La respuesta a este fenómeno del Sockeye no la tiene nadie por ahora, para el profesor de biología marina de la Fraser University, John Reynolds, es un fenómeno enormemente complejo. Para el científico ex-jefe del departamento de Ciencias de la Tierra y el Océano de la Universidad de British Columbia, Paul Le Blond: “ nadie sabe los motivos de este fenómeno, no tenemos suficiente información disponible, como vamos a planear para el futuro si no sabemos que fuerzas esta involucradas”. La David Suzuki Foundation opina que se necesitarán varios años de mejora para determinar si realmente el salmón Sockeye se ha recuperado.
Quizás como especie en peligro de desaparecer los salmones han logrado, en su instinto misterioso, con un último esfuerzo por la supervivencia y aunando sus energías han logrado que un número histórico de salmones alcance el río Fraser. Acaso han tratado así de no sucumbir a lo que parece ser destino del creciente número de especies que el hombre ha condenado a desaparecer. Sin duda se trata de un fenómeno que por ahora no tiene explicación y que la ciencia necesita tiempo para entender, para responder a la misteriosa alza del número temporal de esta especie en peligro. Pero la ciencia necesita además firmeza y valentía en denunciar la depredación y el contínuo atropello a la naturaleza, a sus recursos y especies en peligro, que no ceja.
El ciudadano común, nosotros todos, podemos, dado lo que sabemos, cuestionar y denunciar esa actitud inmoral y oportunista que prevalece -y no sólo entre los involucrados en el negocio de la pesca del salmón sino en buena parte de la sociedad general que en situaciones como esta se hace cómplice con los explotadores de recursos y olvida que la palabrería abunda incluso entre supuestos “amantes de la naturaleza.” Los medios de información repitieron la historia del “dorado” haciendo eco a la voz de los poderosos mostrando la noticia como un festín de mal gusto.
Acaso ¿la sociedad general ha alcanzado un mayor nivel de conciencia sobre el deterioro del planeta o es sólo una postura que deja la responsabilidad por el cuidado del medio ambiente en manos de movimientos ecologistas e izquierdistas que si lo defienden en forma activa, responsable y denunciante? Una prueba de que esto último prevalece es la marcha de 500 kilómetros que el pasado mes de mayo hicieran mil activistas ha la ciudad de Victoria (BC) en protesta contra los criaderos de salmones, dias después de desarrollarse en esa ciudad la octava Conferencia Internacional del Piojo de Mar. Trataban de informarnos sobre el impacto que los criaderos de salmones tienen sobre la población del salmón nativo y libre.
Si bien la responsabilidad es de todos, como sucede en lo social y económico, un puñado de personas, una minoría, continúa dando la lucha en defensa de la vida y el futuro. Pero, una minoría puede no ser capaz de detener a esa otra minoría con inmenso poder que se ha apoderado de todo porque se lo hemos permitido y se lo continuamos permitiendo.
La noticia llegó como un rayo del cielo, sólo que desde el océano (un océano complejo y deteriorado). Pero quizás los ruegos de quienes creen en el dios de la riqueza, dios para la mayoría de occidente, fueron escuchados produciendo el milagro. Algo que no se veía en 100 años en la costa del Océano Pacífico en Canadá: salmones por millones llegando a desovar. Efectivamente, a fines de este agosto pasado, millones de salmones Sockeye regresaron a los rios de la provincia de British Columbia para trepar sus aguas trabajosamente y reproducirse como especie. El acontecimiento nos sorprendió a todos, imagino que sería algo como que de un momento a otro millones de bisontes aparecieran pastando en las praderas de Estados Unidos y Canadá, una visión solamente, una realidad prácticamente impensable. Y a la espera de los Sockeyes, a la espera de este milagro, los hombres echan a andar una maquinaria brutal para cazarlos y comercializarlos. Sabemos que el milagro de los salmones ha sido, hasta ahora, inexplicable. Sabemos que es esta una especie que sino está en extinción al menos está en clara decadencia. Por ello me parece tanto más inaudito este esfuerzo humano, casi desesperado, por atrapar estos salmones, este “maná del mar,” al mayor ritmo posible señalando que hemos aprendido muy poco sobre como respetar los ciclos de la naturaleza.
Los 30 millones de salmones Sockeye que trataron de entrar este año por el rio Fraser, en la ciudad de Vancouver, para desovar representan una cantidad fantástica en el universo de los salmones que han venido ha desovar en el reciente pasado. Por ejemplo, el pasado verano (2009) apenas 1,5 millón subieron por este mismo río. Desde 1913, año en que se calcula que subieron por el Fraser unos 31 millones (cifra incierta y relativa) no se había vivido tan grandiosa abundancia.
El Sockeye es el segundo más pequeño y valioso de las cinco especies de salmones nativos que aún viven, con muchas dificultad, en forma natural en las costas del Pacífico canadiense. Tienen un peso promedio de tres kilogramos y depués de cuatro años de vida en el océano emprenden su viaje de regreso a su lugar natal, viajan por 17 dias recorriendo unos 30 kilómetros por día sin detenerse ni para alimentarse y usando la grasa y energía acumulada durante dos años para este viaje. Normalmente su cuerpo es de un color gris azulado, pero va cambiando de color a medida que enfrenta crecientes dificultades al trepar el rio, se cree que el esfuerzo que realiza es responsable de estos cambios. Trepar el Fraser, recorriendo por el río hasta 500 kilómetros, les exige mucho, todos toman al llegar al lugar donde nacieron un color rojo brilloso y los machos sufren una transformación de las mandíbulas que les permite, una vez llegado al lugar preciso donde nacieron, cavar sus nidos. Entonces, el macho y la hembra juntos cavan en el lecho del río o arroyo un nido que puede llegar a tener hasta 40 centímetros de profundidad. El nido es ubicado en un lugar donde el agua corre suficientemente libre como para asegurarles oxígeno suficiente. Allí la hembra deposita cerca de 3500 huevos, de color rosado fuerte, que el macho cubre con su blanca esperma fertilizándolos. Luego la pareja cubre sus huevos con piedrecitas y arena para protegerlos de pájaros y otros peces y una vez completada su tarea simplemente esperan el final de sus vidas, sacrificadas en el proceso de la reproducción de la especie, su último esfuerzo.
Por décadas la vuelta del salmón (en inglés “salmon run”) de todas las especies que existen en la costa del Pacífico canadiense ha decaído crecientemente, igual que en otras partes del mundo –en Noruega, por ejemplo, el 80 por ciento del salmón que crece en su medio natural, en su hábitat, ha desaparecido. Por ello la actividad económica vinculada a su pesca ha ido colapsando. Las razones de esta creciente decadencia tienen que ver con el calentamiento de las aguas (que afecta su capacidad de alimentación), la proliferación de criaderos de salmones que en British Columbia ha sido responsable de propagar el “piojo del mar” y otras enfermedades, y de la creciente abundancia de predadores del salmón (foca y león de mar). Sin duda, el principal exterminador de salmones ha sido el exceso de pesca, algo que los medios de información raramente mencionan pero que es el “mal principal de todos los males.”
Este boom de la llegada de salmones ha sido como un “dorado” causando tal euforia en el lugar que ocupó a la televisión y a la prensa como nunca, porque poco los ocupa el salmón o su supervivencia regularmente. El gobierno federal canadiense ha conservado el 60 por ciento de los salmones que han venido regresando al Fraser, se trata de una cantidad anual estimada que ha permitido que la pesca continúe a vez que se sostiene la reproducción de una especie que es, después de todo, un recurso natural fundamental para la región, el país y el mundo. Pero, con la noticia de este “milagro” de los salmones aflora la locura general: las embarcaciones existentes se lanzan al mar a pescar todo lo que su capacidad y ambición les permita. Faltan brazos, y redes, para sacar salmones del agua y algunos pescadores en su excitación llegan a decir que los salmones “saltaban solos a la cubierta de los barcos de pesca.” Abren incluso nuevamente sus puertas algunas procesadoras de pesca que estaban practicamente cerradas. Se contrata más mano de obra para aprovechar al máximo el proceso de enlatar salmones. Y, como son tantos los salmones disponibles, miles de personas se acercaron a los muelles de pescadores para comprarlos directamente a dos dólares el kilo. Muchos de ellos son personas que seguramente no compran salmón porque ni les gusta demasiado, pero en esta oportunidad comprar salmón es como un “buen negocio” –y la mentalidad consumidora dominante no permite que uno “se pierda un buen negocio,” así que incluso quienes no aman demasiado al salmón lo han comprado también.
No todos se engañan con el dorado del salmón del Pacífico, los pescadores más veteranos saben que tienen una ocupación sin futuro ven en esta abundancia un espejismo temporal, uno que posiblemente no ha de repetirse en el futuro. Pero los más jóvenes quieren creer que el de los viejos no es más que un pesimismo, y el negocio ha vuelto como en los años setenta. Para los empresarios de las compañías procesadoras, como Ocean, que procesan más de 200.000 kilos de salmón al día, pensar “positivamente” es la mejor inversión, por ello sostienen, con ese tono de falso positivismo que los identifica, que “el mar tiene tremendos signos de vida”. Los aborígenes, acostumbrados a recibir todas las críticas de una sociedad en esencia racista aunque lo disimule, son cuestionados porque tienen derecho a pesca sin cuota en el Fraser pues el rio pasa directamente por sus territorios. Ellos argumentan que el gobierno federal debería invertir más dinero y esfuerzo en investigación y en la protección del hábitat de todas las especies de salmones.
Carl Walters, experto en pesca de la Universidad de British Columbia, dió a entender que no sería mala idea tolerar un aumento en las toneladas de pesca de estos salmones Sockeyer porque, según su opinión, millones de salmones han de perecer antes incluso de alcanzar su lugar de desove. Lo que sabemos si, es que miles de toneladas de salmones pescados durante este festín se han descompuesto por falta de hielo en la zona, por lo que pescarlos no ha servido los intereses de nadie y particularmente no el de los salmones mismos.
El parlamentario federal, representante de una zona de Vancouver por el Partido Conservador en el gobierno, John Cummins, ha estado involucrado en el comercio de la pesca por muchas décadas y pedía a toda voz que se autorice pescar “sin medida” todos los salmones que se pueda. Alegaba que el mismo Ministerio de Pesca y Océanos, representado por la Ministra Ms. Gail Shea, “no sabía nada y no tenía respuesta ha esta inesperada abundancia de salmones.” El abuso a la Ministro ha sido tal que ella misma se ha quejado de que la han bombardeado con nociones contradictorias. No han faltado los odiosos que han aprovechado esta oportunidad, siempre bien publicitada por los medios de información, para atacar a los defensores del medio ambiente y culparlos de que están “impidiendo el desarrollo de la industria pesquera.”
La respuesta a este fenómeno del Sockeye no la tiene nadie por ahora, para el profesor de biología marina de la Fraser University, John Reynolds, es un fenómeno enormemente complejo. Para el científico ex-jefe del departamento de Ciencias de la Tierra y el Océano de la Universidad de British Columbia, Paul Le Blond: “ nadie sabe los motivos de este fenómeno, no tenemos suficiente información disponible, como vamos a planear para el futuro si no sabemos que fuerzas esta involucradas”. La David Suzuki Foundation opina que se necesitarán varios años de mejora para determinar si realmente el salmón Sockeye se ha recuperado.
Quizás como especie en peligro de desaparecer los salmones han logrado, en su instinto misterioso, con un último esfuerzo por la supervivencia y aunando sus energías han logrado que un número histórico de salmones alcance el río Fraser. Acaso han tratado así de no sucumbir a lo que parece ser destino del creciente número de especies que el hombre ha condenado a desaparecer. Sin duda se trata de un fenómeno que por ahora no tiene explicación y que la ciencia necesita tiempo para entender, para responder a la misteriosa alza del número temporal de esta especie en peligro. Pero la ciencia necesita además firmeza y valentía en denunciar la depredación y el contínuo atropello a la naturaleza, a sus recursos y especies en peligro, que no ceja.
El ciudadano común, nosotros todos, podemos, dado lo que sabemos, cuestionar y denunciar esa actitud inmoral y oportunista que prevalece -y no sólo entre los involucrados en el negocio de la pesca del salmón sino en buena parte de la sociedad general que en situaciones como esta se hace cómplice con los explotadores de recursos y olvida que la palabrería abunda incluso entre supuestos “amantes de la naturaleza.” Los medios de información repitieron la historia del “dorado” haciendo eco a la voz de los poderosos mostrando la noticia como un festín de mal gusto.
Acaso ¿la sociedad general ha alcanzado un mayor nivel de conciencia sobre el deterioro del planeta o es sólo una postura que deja la responsabilidad por el cuidado del medio ambiente en manos de movimientos ecologistas e izquierdistas que si lo defienden en forma activa, responsable y denunciante? Una prueba de que esto último prevalece es la marcha de 500 kilómetros que el pasado mes de mayo hicieran mil activistas ha la ciudad de Victoria (BC) en protesta contra los criaderos de salmones, dias después de desarrollarse en esa ciudad la octava Conferencia Internacional del Piojo de Mar. Trataban de informarnos sobre el impacto que los criaderos de salmones tienen sobre la población del salmón nativo y libre.
Si bien la responsabilidad es de todos, como sucede en lo social y económico, un puñado de personas, una minoría, continúa dando la lucha en defensa de la vida y el futuro. Pero, una minoría puede no ser capaz de detener a esa otra minoría con inmenso poder que se ha apoderado de todo porque se lo hemos permitido y se lo continuamos permitiendo.
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