Brasil - Alivio mediático con el nuevo y precoz “amén” petista a los mercados
Valéria Nader * Correio da Cidadania
Traducción de Ernesto Herrera
Correspondencia de Prensa
Correspondencia de Prensa
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El editorial de Folha de Sao Paulo “Medidas Necesarias”, del 25 de agosto, es tal vez una de esas piezas emblemáticas del engranaje económico y de las lógicas políticas y mediáticas que nos han gobernado en los últimos años. Lógicas y engranaje que se entrelazan en su tendencia a una rotunda y traicionera distorsión de la realidad.
Las últimas encuestas de Datafolha no dejaron mucha opción para aquellos que nunca disfrazaron su preferencia por el tucanato, representado por el presidenciable José Serra en estas elecciones. Las encuestas apuntan al crecimiento de la ventaja de la candidata petista Dilma Rousseff, que puede incluso a cerrar el pleito en el primer turno. Delante de esta avasalladora evidencia, a estos vehículos no quedó otra alternativa que emitir un explícito obituario de la candidatura de Serra. Resaltaron, finalmente, después de de meses de sofocones, su incomodidad con la actuación errática del candidato desde que comenzaron los sondeos respecto a su participación en la contienda de 2010, culminando con la visible estrategia de traer a Serra al lado de Lula en la propaganda electoral.
De allí en adelante, surgiría en el escenario político una incógnita. ¿Cuál sería la postura que irían a adoptar los órganos mediáticos que hace años vienen pautando su actuación en el alineamiento con los sectores más descaradamente conservadores de nuestro país, muy bien representados por el PSDB y las respectivas figuras públicas asociadas al partido?
La candidatura de Dilma, más rápido de lo esperado, vino a prestar su ayuda en la respuesta a esa indefinición. Apenas pasadas algunas horas de su “consagración” por las encuestas electorales, Dilma comenzaba a discutir con sus auxiliares próximos y con el presidente Lula, nuevas medidas económicas, de fuerte restricción en el área fiscal, inclusive con frenos de la política de reajuste salarial para el funcionalismo público.
Nada más aliviador para aquellos que todavía temen que los comandantes del petismo puedan, de alguna forma, amenazar el status quo. El referido editorial de Folha, del 25 de agosto, no consigue disfrazar su fuerte sentimiento de alivio ante las declaraciones enfáticas de la presidenciable que, como todo lo indica, deberá ser conducida al Planalto. Fijando en la eficiencia del Estado, en el peso de la deuda interna y en el tamaño de la carga tributaria - viejas y pesadas banderas de la ortodoxia económica, tomadas siempre de modo axiomático -, el editorial apoya como un acierto las medidas que pretender sanear las cuentas públicas y abortar la “vieja idea del Estado omnipresente y gastador” en un eventual gobierno Dilma.
Va más allá el citado editorial, al atribuir parte de las causas del escenario negativo enfrentado por Lula en 2003, a las “tesis irresponsables defendidas durante años por el partido”, y al expresar su temor delante de las “corrientes económicas ligadas al PT” que veían “neoliberalismo” donde había sensatez. Y la pirotecnia mayor del artículo en cuestión, se da en la medida que pasa deliberadamente por alto la actual lógica económica del gobierno Lula. Una lógica que, lejos de defender el Estado omnipresente y rechazar el neoliberalismo, da continuidad a las privatizaciones, a partir de innovadoras modalidades y a la orientación de la política económica inaugurada en el período de FHC (Fernando Henrique Cardoso).
No se puede, en tanto, acusar esta vez al diario, que se cansa en auto-proclamarse del terreno político progresista y democrático, de ser dubitativo o evasivo. El libelo neoliberal fue proferido en voz alta y buen sonido, con la enfática declaración de que “la propuesta de reordenamiento de las finanzas públicas se torna menos improbable cuando se especula que el presidente del Banco Central, Henrique Meirelles, podría ocupar la cartera de Hacienda, y el ex ministro Antonio Palocci Filho, algún cargo de relevancia en el eventual gobierno. Meirelles y Palocci, como se sabe, fueron artífices del ajuste realizado luego de la asunción de Lula".
El atraso del avance
Para aquellos que, posicionados más a la izquierda del espectro político, tienen una visión crítica en relación al actual gobierno, no llegó a ser una sorpresa el contenido de las “nuevas” declaraciones de la candidata petista. Al final, ellas ya fueron analizadas por su carácter ilusorio respecto de los “avances” del gobierno Lula, por aquellos estudiosos e intelectuales que buscan profundizar su comprensión de la realidad.
El real e innegable incremento de programas sociales, que indudablemente incidieron sobre la población miserable, sacándola de la pobreza extrema, no puede enmascarar el abandono de medidas mínimamente necesarias al enfrentamiento más extenso y profundo de las desigualdades sociales en nuestra nación. El carácter asistencialista y poco emancipador de las actuales políticas públicas; la sórdida continuidad de las privatizaciones, especialmente a través de las innumerables asociaciones público-privadas; la perseverancia de la sobreexposición del presupuesto financiero en relación a los gastos en áreas sociales; la no realización de la prometida reforma agraria, al lado, sobre todo, de la priorización del agro-negocios en detrimento de la agricultura familiar, son señales más que probatorias de que no se confrontan los ejes sustanciales de sustentación de un nefasto y excluyente modelo económico.
Un escenario, por tanto, bien distante de aquel que inspira “miedo” en las corporaciones mediáticas, que están mucho más conscientes de lo que parece cuando emiten sus reiteradas alertas contra los “peligros estatizantes” y la amenaza de reventar las cuentas públicas. Obviamente, no es de su interés develar este escenario a los lectores, haciendo conocer los poderosos intereses que los benefician y que son, al mismo tiempo, su pilar de sustentación.
No deja de ser notable, de cualquier forma, la enorme rapidez con que se concretó el “amén” petista a los mercados de la candidata petista. Aún delante de una coyuntura internacional e interna mucho más favorable de que aquella que Lula encontró en 2003, la “Carta a los Brasileros” se impuso prematuramente como salvoconducto para una debutante en la política.
No cuesta, además, resaltar el alarmante paradojo que significa este salvoconducto en medio de una campaña electoral que destaca el “carácter social” de la gestión petista. Una gestión que, más allá de haber sacado a millones de brasileros de la miseria, ha realizado el prodigio de hacer ganar a la clase media - una clasificación bastante discutible - otros tantos millones.
Hablar de reducir todavía más el funcionalismo público en medio del estridente discurso de “cuño popular y social” del actual gobierno - cuño que se dice querer imprimir a la próxima gestión petista - es casi una bofetada en la cara del elector que permanece creyendo en el proyecto “democrático-popular”. Al mismo tiempo, se trata de una postura que escañara la continuidad del verdadero proyecto político en jugo. Un proyecto que, con la distribución de sus millares de bolsa-familia, transitó del apoyo que otrora tenía en el seno de una clase media esclarecida, y en buena parte compuesta por los funcionarios públicos, hacia la sobrevivencia de una población carente y fiel a la “caridad” que ha recibido.
Resta esperar para saber cómo una presidenta que no conoce el submundo del cual proviene el ex obrero y actual mandatario de la nación, podrá llevar adelante el complejo proyecto en curso. Finalmente, es necesario mucho juego de cintura para hacer creer a la población que la bolsa-familia es el resorte maestro de una política que ha sido celebrada de forma inequívoca por los mayores y poderosos grupos económicos.
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El editorial de Folha de Sao Paulo “Medidas Necesarias”, del 25 de agosto, es tal vez una de esas piezas emblemáticas del engranaje económico y de las lógicas políticas y mediáticas que nos han gobernado en los últimos años. Lógicas y engranaje que se entrelazan en su tendencia a una rotunda y traicionera distorsión de la realidad.
Las últimas encuestas de Datafolha no dejaron mucha opción para aquellos que nunca disfrazaron su preferencia por el tucanato, representado por el presidenciable José Serra en estas elecciones. Las encuestas apuntan al crecimiento de la ventaja de la candidata petista Dilma Rousseff, que puede incluso a cerrar el pleito en el primer turno. Delante de esta avasalladora evidencia, a estos vehículos no quedó otra alternativa que emitir un explícito obituario de la candidatura de Serra. Resaltaron, finalmente, después de de meses de sofocones, su incomodidad con la actuación errática del candidato desde que comenzaron los sondeos respecto a su participación en la contienda de 2010, culminando con la visible estrategia de traer a Serra al lado de Lula en la propaganda electoral.
De allí en adelante, surgiría en el escenario político una incógnita. ¿Cuál sería la postura que irían a adoptar los órganos mediáticos que hace años vienen pautando su actuación en el alineamiento con los sectores más descaradamente conservadores de nuestro país, muy bien representados por el PSDB y las respectivas figuras públicas asociadas al partido?
La candidatura de Dilma, más rápido de lo esperado, vino a prestar su ayuda en la respuesta a esa indefinición. Apenas pasadas algunas horas de su “consagración” por las encuestas electorales, Dilma comenzaba a discutir con sus auxiliares próximos y con el presidente Lula, nuevas medidas económicas, de fuerte restricción en el área fiscal, inclusive con frenos de la política de reajuste salarial para el funcionalismo público.
Nada más aliviador para aquellos que todavía temen que los comandantes del petismo puedan, de alguna forma, amenazar el status quo. El referido editorial de Folha, del 25 de agosto, no consigue disfrazar su fuerte sentimiento de alivio ante las declaraciones enfáticas de la presidenciable que, como todo lo indica, deberá ser conducida al Planalto. Fijando en la eficiencia del Estado, en el peso de la deuda interna y en el tamaño de la carga tributaria - viejas y pesadas banderas de la ortodoxia económica, tomadas siempre de modo axiomático -, el editorial apoya como un acierto las medidas que pretender sanear las cuentas públicas y abortar la “vieja idea del Estado omnipresente y gastador” en un eventual gobierno Dilma.
Va más allá el citado editorial, al atribuir parte de las causas del escenario negativo enfrentado por Lula en 2003, a las “tesis irresponsables defendidas durante años por el partido”, y al expresar su temor delante de las “corrientes económicas ligadas al PT” que veían “neoliberalismo” donde había sensatez. Y la pirotecnia mayor del artículo en cuestión, se da en la medida que pasa deliberadamente por alto la actual lógica económica del gobierno Lula. Una lógica que, lejos de defender el Estado omnipresente y rechazar el neoliberalismo, da continuidad a las privatizaciones, a partir de innovadoras modalidades y a la orientación de la política económica inaugurada en el período de FHC (Fernando Henrique Cardoso).
No se puede, en tanto, acusar esta vez al diario, que se cansa en auto-proclamarse del terreno político progresista y democrático, de ser dubitativo o evasivo. El libelo neoliberal fue proferido en voz alta y buen sonido, con la enfática declaración de que “la propuesta de reordenamiento de las finanzas públicas se torna menos improbable cuando se especula que el presidente del Banco Central, Henrique Meirelles, podría ocupar la cartera de Hacienda, y el ex ministro Antonio Palocci Filho, algún cargo de relevancia en el eventual gobierno. Meirelles y Palocci, como se sabe, fueron artífices del ajuste realizado luego de la asunción de Lula".
El atraso del avance
Para aquellos que, posicionados más a la izquierda del espectro político, tienen una visión crítica en relación al actual gobierno, no llegó a ser una sorpresa el contenido de las “nuevas” declaraciones de la candidata petista. Al final, ellas ya fueron analizadas por su carácter ilusorio respecto de los “avances” del gobierno Lula, por aquellos estudiosos e intelectuales que buscan profundizar su comprensión de la realidad.
El real e innegable incremento de programas sociales, que indudablemente incidieron sobre la población miserable, sacándola de la pobreza extrema, no puede enmascarar el abandono de medidas mínimamente necesarias al enfrentamiento más extenso y profundo de las desigualdades sociales en nuestra nación. El carácter asistencialista y poco emancipador de las actuales políticas públicas; la sórdida continuidad de las privatizaciones, especialmente a través de las innumerables asociaciones público-privadas; la perseverancia de la sobreexposición del presupuesto financiero en relación a los gastos en áreas sociales; la no realización de la prometida reforma agraria, al lado, sobre todo, de la priorización del agro-negocios en detrimento de la agricultura familiar, son señales más que probatorias de que no se confrontan los ejes sustanciales de sustentación de un nefasto y excluyente modelo económico.
Un escenario, por tanto, bien distante de aquel que inspira “miedo” en las corporaciones mediáticas, que están mucho más conscientes de lo que parece cuando emiten sus reiteradas alertas contra los “peligros estatizantes” y la amenaza de reventar las cuentas públicas. Obviamente, no es de su interés develar este escenario a los lectores, haciendo conocer los poderosos intereses que los benefician y que son, al mismo tiempo, su pilar de sustentación.
No deja de ser notable, de cualquier forma, la enorme rapidez con que se concretó el “amén” petista a los mercados de la candidata petista. Aún delante de una coyuntura internacional e interna mucho más favorable de que aquella que Lula encontró en 2003, la “Carta a los Brasileros” se impuso prematuramente como salvoconducto para una debutante en la política.
No cuesta, además, resaltar el alarmante paradojo que significa este salvoconducto en medio de una campaña electoral que destaca el “carácter social” de la gestión petista. Una gestión que, más allá de haber sacado a millones de brasileros de la miseria, ha realizado el prodigio de hacer ganar a la clase media - una clasificación bastante discutible - otros tantos millones.
Hablar de reducir todavía más el funcionalismo público en medio del estridente discurso de “cuño popular y social” del actual gobierno - cuño que se dice querer imprimir a la próxima gestión petista - es casi una bofetada en la cara del elector que permanece creyendo en el proyecto “democrático-popular”. Al mismo tiempo, se trata de una postura que escañara la continuidad del verdadero proyecto político en jugo. Un proyecto que, con la distribución de sus millares de bolsa-familia, transitó del apoyo que otrora tenía en el seno de una clase media esclarecida, y en buena parte compuesta por los funcionarios públicos, hacia la sobrevivencia de una población carente y fiel a la “caridad” que ha recibido.
Resta esperar para saber cómo una presidenta que no conoce el submundo del cual proviene el ex obrero y actual mandatario de la nación, podrá llevar adelante el complejo proyecto en curso. Finalmente, es necesario mucho juego de cintura para hacer creer a la población que la bolsa-familia es el resorte maestro de una política que ha sido celebrada de forma inequívoca por los mayores y poderosos grupos económicos.
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