Guerra y Democracia
GUERRAS COLONIALES, SOLDADOS Y ESCUELAS
Las cifras son apabullantes y el autor llama a repensar el rol de Obama, en una política que es la continuación de su predecesor. Resulta demoledor saber que el gasto en curso entre Irak, Afganistan y Paquistan supera la suma de todos los gastos guerreros americanos desde su fundación, con la excepción, aún, de los gastos de
Por nuestra parte podemos decir que todo este gasto inmenso no les está ayudando, a los americanos, a ganar la guerra, y parece difícil que lo logren por una razón que emerge tanto de la historia como de los datos resumidos y expuestos por Kristof: estas guerras asiáticas americanas son un gran negocio en sí mismas, cientos de miles de personas civiles militares y paramilitares viven gracias a esta maquinaria industrial que vende alimentos, transporte, seguros de vida, repuestos de guerra de todo tipo y de transportes, comunicaciones, vestimentas, calzado, construcciones civiles y militares en el terreno, reparaciones de todo tipo. Dicho en lenguaje de la escuela de Chicago, estas guerras son una oportunidad para ganar dinero.
Y esta observación nos permite hacer una relación con lo que fueron las guerras que sangraron y arruinaron completamente al imperio español, pues hay algunos mecanismos que nos parecen indicar que estas guerras que son oportunas para algunos, en realidad llevan a la ruina a la mayoría de la población. Y en las coordenadas actuales donde se encentra la economía mundial no es la mejor noticia que los norteamericanos estén deslizandose en un pantanoso terreno especulativo a corto plazo, en el que el resultado será simplemente la ruina económica, el problema social dentro de casa -de ellos-, y el pago mundial de la deuda que amenazará con reventar los mecanismos fragilizados de le actual economía mundial.
La corona española, que no el pueblo español, beneficiose del enorme tesoro metalífero americano durante siglos. Al comienzo de esa transferencia global de metálico hacia Europa, el gasto militar de los reyes españoles-austríacos, secó inmediatamente todo el flujo que llegaba a Sevilla desde las Indias Occidentales. En los campos de Flandes y centro Europa se gastaba el dinero generado en las minas de plata y oro americanas. La gran oportunidad la tuvieron no los españoles sino los elementos foráneos que nutrian los ejércitos del Rey de España, que lo vestían, que lo reparaban, que lo conducían, que lo comunicaban. Con un grado tecnológico menor al actual esa “oportunidad” de hacer negocio también enriqueció a banqueros e industriales extranjeros, y desoló el territorio español, empobreció el campo en fuerza de trabajo, despobló España de sus mentes más capaces, que emigraron en su mayoría a América o a
Así, esto que sorprende a Kristof ya lo hemos visto por estos lares hace un par de siglos atrás. Tarde o temprano una ocupación colonialista que permanentemente usa la fuerza para imponer su criterio termina agotando la capacidad de gasto de la potencia ocupante. Y no sólo la capacidad de gasto sino también el aguante social; tarde o temprano estas guerras asiáticas dejarán moral y económicamente exhausta a los Estados Unidos de América.
Al revés que en Inglaterra o Francia que aprovecharon su esplendor colonial para crear una potente red de universidades y escuelas de todo tipo, y de forma similar a España, los Estados Unidos de América, a causa del gasto inmenso militar, retroceden en un sector estratégico: la educación de su juventud. Esta será cada vez más elitista, estará ligada a la capacidad de gasto familiar, es decir cada vez más será una educación para los más ricos. Y eso conlleva necesariamente perder importantes recursos estratégicos para la democracia americana, pues los que lleguen al nivel superior no sólo de la educación sino, consiguientemente, de la política, del ejército, de las finanzas constituirán cada vez más una élite cerrada oligárquica con intereses creados por un estado de conmoción social permanente moderno, léase guerra.
La historia nos muestra claramente el destino de estas conmociones oportunísticas basadas en guerras retroalimentadas con recursos económicos públicos que benefician a un sector estrecho de la sociedad: el ejemplo de la “oportunidad” de invadir Sicilia a la ciudad esplendorosa de Atenas le significó su tumba no sólo militar, y es esto lo que quiero rescatar aquí, sino , y sobre todo, su tumba democrática. Después de la horrible catástrofe militar que sufre Atenas en Sicilia, en su guerra contra Esparta durante la larga Guerra del Peloponeso, a la postre esa catastrófe militar significa el hundimiento del predominio ateniense.
¿Son estas guerras asiáticas americanas el equivalente de la “oportunidad siciliana” de los atenienses? ¿O acaso lo serán de la “oportunidad de los Paises Bajos” o de las “guerras de religión” de la corona española?
No sabemos aún contestar estas preguntas, pero, sin embargo, sí podemos estar seguros que al observar escritos como el del ciudadano americano Kristof su país ya no es el mismo que hace veinte años, y probablemente no será el mismo dentro de cuatro o cinco años más. El factor diferencial es el constante uso de recursos económicos públicos para pagar guerras lejanas y tapar agujeros generados en la especulación financiera. La democracia americana está mutando frente a nosotros cada día, y el final de este proceso puede darnos sorpresas que quizás no resulten agradables en primer lugar para una gran mayoría de los propios ciudadanos norteamericanos.
Habremos de observar con mayor atención los mecanismos que parecen vincular la crisis financiera con el desarrollo de las guerras americanas en Asia.
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