Chile - NUESTRAS MEMORIAS… Y NUESTROS OLVIDOS.
Juan Varela Reyes (*)
“Cuando la noche se hizo cueva
Y allí albergó traiciones y pánicos y rencores
El más cruel de los crueles
Se enloqueció de odio y de ufanía
Y luego envenenó las cañadas del valle”
(Mario Benedetti: “El olvido está lleno de memoria”)
Cuando se hace presente un mes tan cargado de simbolismos, de recuerdos trágicos para nuestra Patria, de memorias y olvidos, de fechas en el calendario de nuestra historia, parece necesario dar el paso e instalar una pequeña reflexión sobre aquello que se empieza a agitar, esa paradoja que mezcla en un mismo escenario: los triunfalismos y las derrotas, las verdades a medias y los olvidos impuestos, los personajes oficiales y los héroes olvidados; todo ello en una sola amalgama de discursos y parafraseos en que se unen la tragedia y la farsa; en que lo trágico sólo se menciona débilmente con el objetivo de ensanchar el espacio para los farsantes.
Por una parte, esa recurrencia simple a los símbolos: se dice, por ejemplo, que son los momentos de celebrar la independencia de la patria, aunque sigamos más dependientes hoy más que hace 200 años; pero se impone el discurso triunfalista, que cuenta con el terreno abonado para ello: más de 30 años de una (s) dictadura (s) que ha transitado desde los horrores más violentos, hasta los horrores neoliberales de la actualidad, en que se han profundizado desigualdades, injusticias e inequidades.
Por otra, un mes signado y estampado por esperanzas frustradas, por crueldades inéditas, por traiciones vociferadas ya a voz en cuello y sin ningún tapujo o disimulo; por la destrucción de los caminos que permitan a la porfiada utopía nuestra – la Revolución y el Socialismo – caminar libremente por las calles y pueblos, de entrar a las casas y gritar desde las azoteas. Decir también que, a partir de ello, nos hemos ido haciendo de discursos ajenos, de medias tintas, en donde se inhibe la necesidad de llamar a las cosas por su nombre, en donde lo principal se ha recubierto con el manto de la frivolidad y, de alguna forma, dejamos en las manos de esos triunfadores de hoy no sólo parte de nuestros discursos y consignas, sino también parte importante de nuestros sueños y de nuestra porfiada utopía.
Mes éste tan dado a poner a primera vista a la memoria, pero tan cargado a instalar sólo partes de ella. Ello nos remite a un tema: la memoria está indisolublemente ligada al tema del olvido, no camina la una sin lo otro o en palabras de Benedetti: “el olvido está lleno de memoria”. Es eso lo que se nos presenta en este mes. Nuestras memorias y nuestros olvidos, pero como ello se significa y representa en personas concretas, el desafío es a reflexionar sobre los olvidados de la memoria o, para rebuscar, en la memoria de los olvidados… de la historia oficial… y también de la otra historia.
Hablar de la memoria no puede ser sólo un mero ejercicio intelectual que traiga al presente determinados sucesos de nuestro pasado; si así fuera, la realidad indica que hay varios que lo hacen y su afán tendría una relación con la búsqueda explicativa que sirve a las academias o para tranquilizar algunas conciencias desvariadas en el pasado, está bien que lo sigan haciendo… En nuestro caso, hay un par de cosas que nos interesa de este escenificar la memoria y el olvido.
Una primera dice que el recordar, rememorar lo hacemos desde este presente, desde esto que nos corresponde vivir, desde esta realidad que reclama la visibilidad de la utopía que haga posibles y, sobre todo, necesarios los cambios. Se ha agitado, por ejemplo, la consigna de que “otro mundo es posible” y la verdad es que creemos que la memoria y la utopía deben exigirla y señalar la necesidad de otro mundo, de lo contrario la posibilidad de ese mundo nuevo sólo será una más entre otras posibilidades, aparte, ello no da cuenta del conflicto no resuelto y cuya solución es un reclamo, ético, político y humano. Desde este presente, la memoria no reconstruye nuestro pasado, sino que lo reinventa, lo imagina, lo carga de sentido para el presente, de esta manera el recordar, rememorar no es un acto neutral, es siempre desde una posición en la sociedad. El ejercicio intelectual ha sido manejar la memoria como garantía esencial para la impunidad – lo visible del conflicto no resuelto – que sigue siendo la fuente de atropellos y violencias que enfrentamos como sociedad. Ello se refuerza con discursos de autoridades – políticas y religiosas – que tienden a ocultarlo, a invisibilizarlo detrás de lo banal, lo superficial y lo insignificante.
El olvido social, por su parte, es un mecanismo al que recurren los grupos que desean imponerse, con ello se muestran como los más viables, los mejores administradores y a la larga les sirve como lo más adecuados para mantener sus posiciones de privilegio. Para ellos, lo que no se cuenta no existe, aquello que no se relata, una historia determinada, no existe. Los neoliberales, los tiranos, los traidores lo saben muy bien y es por ello que se van apurando en borrar los rastros de aquellos que se quiere reducir a la nada.
Si en el marco general de nuestra sociedad persiste un conflicto no resuelto – la lucha de clases – a nivel de la memoria y el olvido hay también una disputa: es la querella entre memoria colectiva y olvido social. Es por ello que el olvido se fabrica de manera distinta que la memoria, con distintos materiales y distintos procederes y con un actor agregado: el poder que, empíricamente es la forma del grupo dominante y ante su sola presencia se modifican los procesos y las prácticas que determinan, en últimas, que es lo que hay que olvidar y que es lo que debe mantenerse en la memoria colectiva.
Contrario a la memoria que recurre a múltiples voces para instalarse, el olvido precisa de una sola, la versión que desde el poder y la dominación se entrega como verdad absoluta.
Por último, la memoria nos remite necesariamente a la necesidad de la acción, la memoria colectiva debe estar en la base de los procesos emancipatorios. Está en la base de lo que llamamos continuidad, de ello la memoria es un componente fundamental.
Todo lo que significa – simbólicamente – este mes está cruzado por la memoria y el olvido, por aquello que corresponde hacer, por mirar nuestro pasado desde el presente de manera que potencie nuestro futuro: La necesidad de la Revolución Socialista.
Santiago, Septiembre 2 de 2008
(*) Sociólogo, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR
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