Perú - LOS MIGRANTES DE VILLA EL SALVADOR
¿Por qué se van nuestros hijos?
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Walter Montañez Vargas
www.vecinodeves.blogspot.com
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Quién no tiene un amigo o familiar fuera de Villa El Salvador, que salieron del Perú, huyendo de la pobreza, como lo hicieron nuestros padres, en la década del 60 y 70, cuando migraron del interior del país hacia la capital buscando satisfacer sus necesidades básicas (alimentación, vivienda, educación y trabajo), que lo encontraron. Abanto Morales, sintetiza lo acontecido, en ese tiempo, con su canción “El provinciano”: “Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo y abandone mi casa para ver la capital. Como recuerdo el día, feliz de mi partida; sin reparar en nada, de mi tierra me aleje…”.
Nuestros padres, jóvenes en ese entonces, no les interesaban emigrar fuera del Perú, solamente se afanaban en llegar a la capital, pues en Lima, podían encontrar, todavía, un trabajo digno, y un espacio, del Estado, en el cual edificar su vivienda, caso de Villa El Salvado y otros distritos. En esa época cualquier labor que hacían nuestros padres, en Lima, sea como obrero, o como trabajador ambulante, garantizaba el bienestar de su familia. Es decir el hambre no tocaba la puerta de la casa, como ahora. Bien dice, mi anciano padre: “antes, con mi salario, que era el mínimo, se comía bien; Incluso se tomaba “lonche”. Recuerdo, cuando, yo, era niño, todos los domingo, salíamos a pasear con la familia, bien asistiendo al Coliseo Nacional, ubicado en el Porvenir (La Victoria) para deleitarnos con la música de Pastorita Huaracina, o asistir al “Cachascán” y gozar con la lucha libre de “Manolo Moza”,” Butcher”, “Yanqui”. En ese aspecto, puedo decir, el salario de mi padre alcanzaba hasta para divertirnos, lo que no se puede hacer, hoy, con el salario mínimo.
Ahora los jóvenes, hijos nuestros, profesionales o no, para huir de la pobreza y del desempleo, emigran masivamente fuera del Perú, ilusionados, como lo fueron sus abuelos cuando salieron de su pueblo natal hacia la capital. La salida de los jóvenes hacia otros lares, buscando un mejor porvenir, es penoso para los padres, tal es así, que la partida de un hijo es como si a uno le desgarraran parte de nuestro cuerpo.
Los jóvenes migrantes, en la actualidad, vienen siendo perseguidos, maltratados y discriminados. La civilización occidental no los quiere (xenofobia), los considera como “sobrantes” y “lacras sociales”, por lo cual les obligan a regresar a su país de origen. En la Unión Europea (UE) y EE.UU se implantó una política migratoria que criminaliza a todo migrante ilegal mediante el encarcelamiento. En EEUU, nación que se constituyó, en el siglo XVII-XVIII, con migrantes, a la vez que expulsa al migrante, del siglo XXI, se les confisca sus propiedades. El derecho a la vida, a la supervivencia, de los desplazados, no cuenta para la civilización occidental.
Vemos, pues, el egoísmo, de los países del primer mundo, que no quieren compartir y/o retribuir, ahora, su opulencia con los desvalidos (migrantes). Estos países, gracias a la extracción (o robo) del tesoro del imperio incaico y de los aztecas pudieron salvar, en ese entonces, su civilización. Este latrocinio continuó con la independencia del Perú, con la venia de los gobiernos de turno, al permitir que las potencias occidentales siguieran amasando riqueza, astronómicamente, con la explotación y depredación de nuestros recursos naturales, dejando a su paso pobreza y miseria. Según la FAO (organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación) en el mundo mueren diariamente de hambre 100,00 personas. Y una persona de cada 6 en el planeta está subalimentada.
Debemos recordar, los primeros hombres, de las cavernas, gracias a la solidaridad que mostraban entre ellos pudieron sobrevivir en un mundo inhóspito. Se unieron para defenderse y compartir la comida. Si hubieran tenido la conducta humana del siglo XXI, egoísta e individualista, el hombre hubiera desaparecido, en sus comienzos, de la faz de la tierra. Por consiguiente, la solidaridad, el compartir y el respeto mutuo, entre los seres humanos, es la única vía que la especie humana se conserve a lo largo del tiempo. Esto, no es garantizado por el sistema inequitativo de la civilización occidental, pues su modelo de desarrollo se basa en la ideología liberal que es inhumana.
Teniendo en cuenta que las sociedades del primer mundo funcionan bajo el principio: “El mercado es el único que asigna los recursos”. Entonces ¿Por qué no dejan que la ley del mercado laboral regule la oferta y demanda de la mano de obra? Y no que el Estado intervenga, en el mercado, expulsando a los migrantes. En ese aspecto, podemos decir, existe una hipocresía descarada por parte de los gobernantes de la UE y de EE.UU, pues solamente divinizan al “Mercado” cuando es de su conveniencia. Por otro lado, si con la globalización los bienes, servicios y capitales circulan libremente, sin fronteras, ni barreras que lo impidan. Entonces, de la misma manera ¿por qué no circula libremente la mano de obra, que es un recurso humano para la producción? ¿Dónde queda la economía global?
Villa El Salvador (VES) cuenta con decena de cientos de jóvenes que salieron del Perú. En estos momentos vienen siendo maltratados e inclusive comienzan ser encarcelados por los países del primer mundo. En ese sentido, el pueblo de VES y sus autoridades políticas deben solidarizarse con ellos, no podemos dejarlos abandonados a su suerte. Ellos, con las remesas de dinero que le hacen llegar a sus familiares contribuyen tambien con el desarrollo del distrito.
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Walter Montañez Vargas
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Quién no tiene un amigo o familiar fuera de Villa El Salvador, que salieron del Perú, huyendo de la pobreza, como lo hicieron nuestros padres, en la década del 60 y 70, cuando migraron del interior del país hacia la capital buscando satisfacer sus necesidades básicas (alimentación, vivienda, educación y trabajo), que lo encontraron. Abanto Morales, sintetiza lo acontecido, en ese tiempo, con su canción “El provinciano”: “Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo y abandone mi casa para ver la capital. Como recuerdo el día, feliz de mi partida; sin reparar en nada, de mi tierra me aleje…”.
Nuestros padres, jóvenes en ese entonces, no les interesaban emigrar fuera del Perú, solamente se afanaban en llegar a la capital, pues en Lima, podían encontrar, todavía, un trabajo digno, y un espacio, del Estado, en el cual edificar su vivienda, caso de Villa El Salvado y otros distritos. En esa época cualquier labor que hacían nuestros padres, en Lima, sea como obrero, o como trabajador ambulante, garantizaba el bienestar de su familia. Es decir el hambre no tocaba la puerta de la casa, como ahora. Bien dice, mi anciano padre: “antes, con mi salario, que era el mínimo, se comía bien; Incluso se tomaba “lonche”. Recuerdo, cuando, yo, era niño, todos los domingo, salíamos a pasear con la familia, bien asistiendo al Coliseo Nacional, ubicado en el Porvenir (La Victoria) para deleitarnos con la música de Pastorita Huaracina, o asistir al “Cachascán” y gozar con la lucha libre de “Manolo Moza”,” Butcher”, “Yanqui”. En ese aspecto, puedo decir, el salario de mi padre alcanzaba hasta para divertirnos, lo que no se puede hacer, hoy, con el salario mínimo.
Ahora los jóvenes, hijos nuestros, profesionales o no, para huir de la pobreza y del desempleo, emigran masivamente fuera del Perú, ilusionados, como lo fueron sus abuelos cuando salieron de su pueblo natal hacia la capital. La salida de los jóvenes hacia otros lares, buscando un mejor porvenir, es penoso para los padres, tal es así, que la partida de un hijo es como si a uno le desgarraran parte de nuestro cuerpo.
Los jóvenes migrantes, en la actualidad, vienen siendo perseguidos, maltratados y discriminados. La civilización occidental no los quiere (xenofobia), los considera como “sobrantes” y “lacras sociales”, por lo cual les obligan a regresar a su país de origen. En la Unión Europea (UE) y EE.UU se implantó una política migratoria que criminaliza a todo migrante ilegal mediante el encarcelamiento. En EEUU, nación que se constituyó, en el siglo XVII-XVIII, con migrantes, a la vez que expulsa al migrante, del siglo XXI, se les confisca sus propiedades. El derecho a la vida, a la supervivencia, de los desplazados, no cuenta para la civilización occidental.
Vemos, pues, el egoísmo, de los países del primer mundo, que no quieren compartir y/o retribuir, ahora, su opulencia con los desvalidos (migrantes). Estos países, gracias a la extracción (o robo) del tesoro del imperio incaico y de los aztecas pudieron salvar, en ese entonces, su civilización. Este latrocinio continuó con la independencia del Perú, con la venia de los gobiernos de turno, al permitir que las potencias occidentales siguieran amasando riqueza, astronómicamente, con la explotación y depredación de nuestros recursos naturales, dejando a su paso pobreza y miseria. Según la FAO (organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación) en el mundo mueren diariamente de hambre 100,00 personas. Y una persona de cada 6 en el planeta está subalimentada.
Debemos recordar, los primeros hombres, de las cavernas, gracias a la solidaridad que mostraban entre ellos pudieron sobrevivir en un mundo inhóspito. Se unieron para defenderse y compartir la comida. Si hubieran tenido la conducta humana del siglo XXI, egoísta e individualista, el hombre hubiera desaparecido, en sus comienzos, de la faz de la tierra. Por consiguiente, la solidaridad, el compartir y el respeto mutuo, entre los seres humanos, es la única vía que la especie humana se conserve a lo largo del tiempo. Esto, no es garantizado por el sistema inequitativo de la civilización occidental, pues su modelo de desarrollo se basa en la ideología liberal que es inhumana.
Teniendo en cuenta que las sociedades del primer mundo funcionan bajo el principio: “El mercado es el único que asigna los recursos”. Entonces ¿Por qué no dejan que la ley del mercado laboral regule la oferta y demanda de la mano de obra? Y no que el Estado intervenga, en el mercado, expulsando a los migrantes. En ese aspecto, podemos decir, existe una hipocresía descarada por parte de los gobernantes de la UE y de EE.UU, pues solamente divinizan al “Mercado” cuando es de su conveniencia. Por otro lado, si con la globalización los bienes, servicios y capitales circulan libremente, sin fronteras, ni barreras que lo impidan. Entonces, de la misma manera ¿por qué no circula libremente la mano de obra, que es un recurso humano para la producción? ¿Dónde queda la economía global?
Villa El Salvador (VES) cuenta con decena de cientos de jóvenes que salieron del Perú. En estos momentos vienen siendo maltratados e inclusive comienzan ser encarcelados por los países del primer mundo. En ese sentido, el pueblo de VES y sus autoridades políticas deben solidarizarse con ellos, no podemos dejarlos abandonados a su suerte. Ellos, con las remesas de dinero que le hacen llegar a sus familiares contribuyen tambien con el desarrollo del distrito.
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