Brasil - El capital internacional está dominando la agricultura brasileña
João Pedro Stedile *
ALAI AMLATINA, Sao Paulo, 30-7-08
ALAI AMLATINA, Sao Paulo, 30-7-08
.
El movimiento del capital financiero
En los últimos años hubo un proceso intensivo y permanente de concentración y centralización de las empresas que actúan y controlan todo proceso productivo de la agricultura mundial.
Concentración es el concepto utilizado por la economía política para explicar el movimiento que hacen las grandes empresas, para aglutinar, acumular y constituirse en grandes grupos. Así, en cada rama de producción se va generando una situación de oligopolio, donde unas pocas empresas controlan tal sector. El segundo movimiento del capital es la centralización, en el que una misma empresa pasa a controlar solita varios sectores de producción, a veces incluso sin relación entre sí. Esos dos movimientos lógicos del capital, ha sido complementado en el sector agrícola con un proceso de internacionalización del control del mercado y del comercio a nivel mundial. Es decir, algunas empresas han pasado a actuar en todos los países y a controlar el mercado a nivel mundial.
Ese movimiento del capital, que era más perceptible, desde la teoría del imperialismo, en las grandes empresas industriales, en los últimos diez años pasó a dominar también el sector agrícola. Y lo más grave, ahora, bajo la hegemonía del capital financiero, la velocidad y el volumen de capital que aportó en la agricultura llegaron con mucha más fuerza y alcance, de lo que había acontecido en los demás sectores productivos a lo largo del siglo XX. Y eso ocurrió, porque en los últimos años se acumuló en los países ricos, mucho capital en forma de dinero, es decir capital financiero. Y ese capital se fue desplazando a la compra de acciones de las empresas más lucrativas también del sector primario. Así, en pocos años, por efecto de la inversión de ese capital financiero en la compra de acciones, la concentración y la centralización se dieron de forma impresionante.
Resultado
Hoy, casi todas las ramas de la producción agrícola están controladas por grupos de empresas oligopolizadas, que se coordinan entre sí. Así, en la producción y comercio de granos, como la soja, maíz, trigo, arroz, girasol, están solamente Cargill, Monsanto, ADM, Dreyfuss y Bungue, que controlan el 80 % de toda producción mundial. En las semillas transgénicas, están la Monsanto, Norvartis, Bayer y la Syngenta que controlan toda la producción. En los lácteos y derivados encontramos a Nestlé, Parmalat y Danone. En los fertilizantes, aquí en Brasil, sólo tres empresas transnacionales controlan toda la producción de las materias primas: Bungue, Mosaico y Yara. En la producción del glifosato, materia prima de los pesticidas agrícolas, sólo dos empresas: Monsanto y Nortox. En la maquinaria agrícola también el oligopolio está repartido entre Agco, Fiat, New Holland, etc.
Ese movimiento que se desarrolló a partir de la década de los 90, se aceleró en los últimos dos años, con la crisis del capitalismo en Estados Unidos. Las tasas de interés en los países centrales cayeron al 2% anual, y, comparado con la tasa de inflación llevó a que los bancos pierdan dinero. Entonces, el capital financiero se desplazó a la periferia del sistema para protegerse de la crisis y mantener sus tasas de ganancia. En los últimos dos años, llegaron a Brasil cerca de 330 mil millones de dólares en forma de dinero. Parte de ese recurso fue invertido a través de los bancos locales, para incentivar las ventas a plazos de inmuebles, electrodomésticos y automóviles, a tasas promedio del 47% anual. Una locura, comparado con las tasas de los países desarrollados.
Otra parte del capital fue destinado a la compra de tierras. Un reportaje de Folha de São Paulo estimó que el capital extranjero compró, en los últimos años, más de 20 millones de hectáreas. En especial en las regiones del centro-oeste y en la nueva frontera agrícola del llamado Ma-pi-to (Maranhão, Piauí y Tocantis), donde los precios de las tierras estaban mucho más bajos. Otra parte enfiló hacia la Amazonía buscando áreas mineras, proyectos hidroeléctricos y la posesión de inmensas áreas de biodiversidad que más tarde darán frutos cuando sean explotadas por sus laboratorios.
En el área de la celulosa, tres grandes grupos: el noruego (Aracruz), el sueco-finlandés (Stora Enzo) y el estadounidense (International Paper) desplazaron toda su producción hacia las ricas condiciones edafoclimáticas encontradas en Brasil. Así, están previstos una expansión del monocultivo del eucalipto en toda la región que va del sur de Bahía hasta la frontera con Uruguay y seis nuevas fábricas proyectadas. Serán miles de hectáreas de esta plantación industrial que destruye todo y se transforma en un verdadero desierto verde.
Asimismo, hubo una elevada inversión de capital extranjero en la expansión del monocultivo de la caña de azúcar para la producción y exportación de etanol. El área de la caña pasó de 4 a 6 millones de hectáreas. Hay proyectos para 77 nuevas usinas de etanol, que serán construidas a lo largo de cuatro grandes alcoductos proyectados para transportar el alcohol del centro oeste hacia los puertos de Santos y Paranaguá. Y de la región de Palmas (TO) hacia el puerto de São Luis (MA). Dos de esos alcoductos son de Petrobras y dos serán de inversionistas extranjeros.
Aceleraron también sus inversiones en la producción y multiplicación de semillas transgénicas, en especial del maíz. De ahí la presión y el lobby de las empresas Syngenta, Monsanto y Bayer, para que el gobierno permita sus variedades de maíz transgénico. Algunas de esas variedades están prohibidas en Europa, pero por aquí... ¡todo vale!
El agronegocio
Esta avalancha del capital extranjero en el control de nuestra producción agrícola, en los insumos y en la expansión de los productos para exportación sólo fue posible por la alianza entre las empresas mencionadas y los grandes hacendados propietarios de la tierra. Los hacendados intervienen con sus grandes extensiones de tierra, con la depredación del medio ambiente y con la superexplotación del trabajo agrícola, y a veces hasta con trabajo esclavo, y se asocian subordinadamente a ellas.
Este modelo agrícola, que llamamos como agronegocio, es el matrimonio de las empresas transnacionales con los grandes propietarios de tierras. En él no hay espacio para la agricultura familiar, campesina. No hay espacio para el trabajo agrícola. Pues usan alta tecnología, mecanización en todos los niveles y herbicidas. (1)
El resultado ya se percibe en las estadísticas. Brasil está girando hacia el gran monocultivo para la exportación. Una especie de re-colonización agro-exportadora, que recuerda los tiempos del imperio. De las 130 millones de toneladas de granos producidos, nada menos que 110 millones son sólo de soja y maíz. Para la producción pecuaria bovina queda 300 millones de hectáreas, para producir para exportación. Y lo que sobra es un inmenso desierto verde de eucalipto. ¡Ese es el modelo brasileño! Dará mucha ganancia a algunos hacendados y a unas pocas empresas extranjeras. Pero, el pueblo brasileño se quedará con el pasivo ambiental, con el desempleo y la pobreza.
Las contradicciones afloran rápido
Las contradicciones de ese modelo perverso afloraron con rapidez. El precio de los alimentos se disparó, fruto de la especulación del capital financiero en las bolsas y el control oligopólico del mercado por las empresas. Se duplicó, en dólares, en el último año. Los alimentos están cada vez más contaminados por el uso intensivo de pesticidas. Y el agro-negocio no logra producir alimentos sanos, sin herbicidas. Sólo la agricultura familiar y campesina lo consigue. La producción intensiva de etanol por medio del monocultivo de la caña, no soluciona los problemas del calentamiento global, al contrario, los agrava. El mayor problema de los combustibles no es sólo el petróleo, es sobre todo la forma de transporte individual, alentada por el capital financiero que presiona por el aumento de las ventas de vehículos a plazos. Transformaron nuestras ciudades en un infierno.
Esa forma de monocultivo agota los recursos naturales, el suelo, el agua subterránea y afecta la calidad y localización de las aguas. El monocultivo destruye la biodiversidad y desequilibra el medioambiente de la región.
Frente a esa situación es que los movimientos sociales reunidos en la Vía Campesina de Brasil resolvieron unirse e incrementar sus protestas. En los últimos meses se multiplicaron las protestas de campesinos en todos los estados del país. Contra el modelo y contra la actuación de las empresas transnacionales, como la Monsanto, Cargill, Syngenta, Bungue, Bayer, etc. Esas protestas han servido como una especie de pedagogía de masas. Una alerta para que la sociedad brasileña despierte dada la gravedad del problema y sus consecuencias futuras.
La respuesta de las empresas...
Las empresas extranjeras y sus perros guardianes nacionales saben de los problemas sociales y ambientales que causan. Y como no tienen razón en su forma de dominar la naturaleza, resolvieron enfrentar a los movimientos de la Vía Campesina con diversas tácticas combinadas. Primero, con campañas publicitarias millonarias, con artistas famosos, en la prensa. Segundo, con la manipulación de sectores derechistas del aparato judicial y del Ministerio público, que adhieren a ellos por ideología, para que criminalicen, con muchos procesos, a los líderes y militantes sociales. Y dónde nada de eso resuelve, apelaron a la represión, en especial en aquellos estados gobernados por partidos derechistas como en Río Grande Do Sul (2) , São Paulo, Río y Minas Gerais, donde los gobiernos no vacilan en utilizar las policías militares en la represión violenta a los movimientos.
Se engañan al creer que ese tipo de problema se resuelve con publicidad o con represión. Se trata de una disputa histórica entre dos formas de producir alimentos. Una que busca sólo el lucro, incluso envenenando la naturaleza y sus productos. Y la otra que se orienta a la producción de alimentos saludables como un derecho de toda la población. Muchas batallas habrán, ciertamente.
.El movimiento del capital financiero
En los últimos años hubo un proceso intensivo y permanente de concentración y centralización de las empresas que actúan y controlan todo proceso productivo de la agricultura mundial.
Concentración es el concepto utilizado por la economía política para explicar el movimiento que hacen las grandes empresas, para aglutinar, acumular y constituirse en grandes grupos. Así, en cada rama de producción se va generando una situación de oligopolio, donde unas pocas empresas controlan tal sector. El segundo movimiento del capital es la centralización, en el que una misma empresa pasa a controlar solita varios sectores de producción, a veces incluso sin relación entre sí. Esos dos movimientos lógicos del capital, ha sido complementado en el sector agrícola con un proceso de internacionalización del control del mercado y del comercio a nivel mundial. Es decir, algunas empresas han pasado a actuar en todos los países y a controlar el mercado a nivel mundial.
Ese movimiento del capital, que era más perceptible, desde la teoría del imperialismo, en las grandes empresas industriales, en los últimos diez años pasó a dominar también el sector agrícola. Y lo más grave, ahora, bajo la hegemonía del capital financiero, la velocidad y el volumen de capital que aportó en la agricultura llegaron con mucha más fuerza y alcance, de lo que había acontecido en los demás sectores productivos a lo largo del siglo XX. Y eso ocurrió, porque en los últimos años se acumuló en los países ricos, mucho capital en forma de dinero, es decir capital financiero. Y ese capital se fue desplazando a la compra de acciones de las empresas más lucrativas también del sector primario. Así, en pocos años, por efecto de la inversión de ese capital financiero en la compra de acciones, la concentración y la centralización se dieron de forma impresionante.
Resultado
Hoy, casi todas las ramas de la producción agrícola están controladas por grupos de empresas oligopolizadas, que se coordinan entre sí. Así, en la producción y comercio de granos, como la soja, maíz, trigo, arroz, girasol, están solamente Cargill, Monsanto, ADM, Dreyfuss y Bungue, que controlan el 80 % de toda producción mundial. En las semillas transgénicas, están la Monsanto, Norvartis, Bayer y la Syngenta que controlan toda la producción. En los lácteos y derivados encontramos a Nestlé, Parmalat y Danone. En los fertilizantes, aquí en Brasil, sólo tres empresas transnacionales controlan toda la producción de las materias primas: Bungue, Mosaico y Yara. En la producción del glifosato, materia prima de los pesticidas agrícolas, sólo dos empresas: Monsanto y Nortox. En la maquinaria agrícola también el oligopolio está repartido entre Agco, Fiat, New Holland, etc.
Ese movimiento que se desarrolló a partir de la década de los 90, se aceleró en los últimos dos años, con la crisis del capitalismo en Estados Unidos. Las tasas de interés en los países centrales cayeron al 2% anual, y, comparado con la tasa de inflación llevó a que los bancos pierdan dinero. Entonces, el capital financiero se desplazó a la periferia del sistema para protegerse de la crisis y mantener sus tasas de ganancia. En los últimos dos años, llegaron a Brasil cerca de 330 mil millones de dólares en forma de dinero. Parte de ese recurso fue invertido a través de los bancos locales, para incentivar las ventas a plazos de inmuebles, electrodomésticos y automóviles, a tasas promedio del 47% anual. Una locura, comparado con las tasas de los países desarrollados.
Otra parte del capital fue destinado a la compra de tierras. Un reportaje de Folha de São Paulo estimó que el capital extranjero compró, en los últimos años, más de 20 millones de hectáreas. En especial en las regiones del centro-oeste y en la nueva frontera agrícola del llamado Ma-pi-to (Maranhão, Piauí y Tocantis), donde los precios de las tierras estaban mucho más bajos. Otra parte enfiló hacia la Amazonía buscando áreas mineras, proyectos hidroeléctricos y la posesión de inmensas áreas de biodiversidad que más tarde darán frutos cuando sean explotadas por sus laboratorios.
En el área de la celulosa, tres grandes grupos: el noruego (Aracruz), el sueco-finlandés (Stora Enzo) y el estadounidense (International Paper) desplazaron toda su producción hacia las ricas condiciones edafoclimáticas encontradas en Brasil. Así, están previstos una expansión del monocultivo del eucalipto en toda la región que va del sur de Bahía hasta la frontera con Uruguay y seis nuevas fábricas proyectadas. Serán miles de hectáreas de esta plantación industrial que destruye todo y se transforma en un verdadero desierto verde.
Asimismo, hubo una elevada inversión de capital extranjero en la expansión del monocultivo de la caña de azúcar para la producción y exportación de etanol. El área de la caña pasó de 4 a 6 millones de hectáreas. Hay proyectos para 77 nuevas usinas de etanol, que serán construidas a lo largo de cuatro grandes alcoductos proyectados para transportar el alcohol del centro oeste hacia los puertos de Santos y Paranaguá. Y de la región de Palmas (TO) hacia el puerto de São Luis (MA). Dos de esos alcoductos son de Petrobras y dos serán de inversionistas extranjeros.
Aceleraron también sus inversiones en la producción y multiplicación de semillas transgénicas, en especial del maíz. De ahí la presión y el lobby de las empresas Syngenta, Monsanto y Bayer, para que el gobierno permita sus variedades de maíz transgénico. Algunas de esas variedades están prohibidas en Europa, pero por aquí... ¡todo vale!
El agronegocio
Esta avalancha del capital extranjero en el control de nuestra producción agrícola, en los insumos y en la expansión de los productos para exportación sólo fue posible por la alianza entre las empresas mencionadas y los grandes hacendados propietarios de la tierra. Los hacendados intervienen con sus grandes extensiones de tierra, con la depredación del medio ambiente y con la superexplotación del trabajo agrícola, y a veces hasta con trabajo esclavo, y se asocian subordinadamente a ellas.
Este modelo agrícola, que llamamos como agronegocio, es el matrimonio de las empresas transnacionales con los grandes propietarios de tierras. En él no hay espacio para la agricultura familiar, campesina. No hay espacio para el trabajo agrícola. Pues usan alta tecnología, mecanización en todos los niveles y herbicidas. (1)
El resultado ya se percibe en las estadísticas. Brasil está girando hacia el gran monocultivo para la exportación. Una especie de re-colonización agro-exportadora, que recuerda los tiempos del imperio. De las 130 millones de toneladas de granos producidos, nada menos que 110 millones son sólo de soja y maíz. Para la producción pecuaria bovina queda 300 millones de hectáreas, para producir para exportación. Y lo que sobra es un inmenso desierto verde de eucalipto. ¡Ese es el modelo brasileño! Dará mucha ganancia a algunos hacendados y a unas pocas empresas extranjeras. Pero, el pueblo brasileño se quedará con el pasivo ambiental, con el desempleo y la pobreza.
Las contradicciones afloran rápido
Las contradicciones de ese modelo perverso afloraron con rapidez. El precio de los alimentos se disparó, fruto de la especulación del capital financiero en las bolsas y el control oligopólico del mercado por las empresas. Se duplicó, en dólares, en el último año. Los alimentos están cada vez más contaminados por el uso intensivo de pesticidas. Y el agro-negocio no logra producir alimentos sanos, sin herbicidas. Sólo la agricultura familiar y campesina lo consigue. La producción intensiva de etanol por medio del monocultivo de la caña, no soluciona los problemas del calentamiento global, al contrario, los agrava. El mayor problema de los combustibles no es sólo el petróleo, es sobre todo la forma de transporte individual, alentada por el capital financiero que presiona por el aumento de las ventas de vehículos a plazos. Transformaron nuestras ciudades en un infierno.
Esa forma de monocultivo agota los recursos naturales, el suelo, el agua subterránea y afecta la calidad y localización de las aguas. El monocultivo destruye la biodiversidad y desequilibra el medioambiente de la región.
Frente a esa situación es que los movimientos sociales reunidos en la Vía Campesina de Brasil resolvieron unirse e incrementar sus protestas. En los últimos meses se multiplicaron las protestas de campesinos en todos los estados del país. Contra el modelo y contra la actuación de las empresas transnacionales, como la Monsanto, Cargill, Syngenta, Bungue, Bayer, etc. Esas protestas han servido como una especie de pedagogía de masas. Una alerta para que la sociedad brasileña despierte dada la gravedad del problema y sus consecuencias futuras.
La respuesta de las empresas...
Las empresas extranjeras y sus perros guardianes nacionales saben de los problemas sociales y ambientales que causan. Y como no tienen razón en su forma de dominar la naturaleza, resolvieron enfrentar a los movimientos de la Vía Campesina con diversas tácticas combinadas. Primero, con campañas publicitarias millonarias, con artistas famosos, en la prensa. Segundo, con la manipulación de sectores derechistas del aparato judicial y del Ministerio público, que adhieren a ellos por ideología, para que criminalicen, con muchos procesos, a los líderes y militantes sociales. Y dónde nada de eso resuelve, apelaron a la represión, en especial en aquellos estados gobernados por partidos derechistas como en Río Grande Do Sul (2) , São Paulo, Río y Minas Gerais, donde los gobiernos no vacilan en utilizar las policías militares en la represión violenta a los movimientos.
Se engañan al creer que ese tipo de problema se resuelve con publicidad o con represión. Se trata de una disputa histórica entre dos formas de producir alimentos. Una que busca sólo el lucro, incluso envenenando la naturaleza y sus productos. Y la otra que se orienta a la producción de alimentos saludables como un derecho de toda la población. Muchas batallas habrán, ciertamente.
* João Pedro Stedile es miembro de la Coordinación Nacional de la Vía Campesina de Brasil.
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Notas de ALAI
(1) Sobre el modelo agrícola brasileño, ver: "Queremos producir alimentos", Vía Campesina Brasil http://alainet.org/active/24605&lang=es
(2) En el Estado de Rio Grande do Sul, el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) enfrenta una fuerte persecución judicial: el Ministerio Público ha llegado a pedir su disolución y varios militantes de movimientos sociales han sido enjuiciados. Ver: http://alainet.org/active/25134&lang=es
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