Chile - ESOS LOCOS BAJITOS

Posted by Correo Semanal on viernes, junio 06, 2008

Juan Varela Reyes (*)

“Cantad alto: oiréis que oyen otros oídos
Mirad alto: veréis que miran otros ojos
Latid alto: sabréis que palpita otra sangre”

(Rafael Alberti)


Como país nuevamente hemos presenciado las movilizaciones de los estudiantes que han puesto encima de nuestras preocupaciones uno de los problemas centrales de nuestra vida como es la educación. Ciertamente las demandas de ellos tienen que ver con los problemas endémicos que en ese plano se han ido agravando y profundizando durante todos estos años. Es una evidencia que la educación, en este neoliberalismo a la chilena, se ha transformado en una mercancía más, en un objeto de la voracidad de empresarios y políticos que ven en ella una forma de acrecentar sus ganancias y su poder.

Una “nueva” ley espera ser aprobada y supuestamente ello es valioso y “representa un gran paso en un sector que ha demostrado dificultades para ponerse a la altura de las exigencias de una sociedad compleja” 1

Esa situación es justamente el motivo central de la movilización estudiantil y cuyo origen se remonta a las movilizaciones de hace ya dos años y en aquella oportunidad, la “solución” fue la instalación de la consabida “mesa” de trabajo y que fue la base para la generación de esta ley, que no es otra cosa que un acuerdo de las cúpulas administradoras del modelo, acuerdos que en lo esencial consagra el lucro en la educación. Lo contradictorio es que las “dificultades” que se señalan están justamente en el carácter de esta ley, que es más de lo mismo y la “altura” de las exigencias no es otra cosa que seguir con la privatización, causante de esas dificultades expresadas por el decano de la mentira.

Se afirma que apremian avances en el campo de la educación y que ésos no pueden ser trabados “por la acción de grupos minoritarios que, a fin de cuentas, persiguen sus propios intereses antes que los de Chile” 2 Es decir, los intereses de los estudiantes ¿no son los de la mayoría de los chilenos?, ¿cuáles son entonces aquéllos intereses?, ¿los de unos pocos que siguen ganando a costa de la formación y educación de los niños y jóvenes?, ¿los miles de estudiantes no son representativos de las demandas de los chilenos, que aspiran a que la calidad de la educación no sea tan sólo una cuenta de notas y dinero, que sólo aumentan el poder de unos pocos y las cuentas alegres de un modelo fundado en la racionalidad cuantitativa?.

Si el motivo de las movilizaciones estudiantiles tiene que ver con las contingencias políticas de leyes hechas a espaldas de las mayorías, desde los subterfugios de una democracia amañada a los intereses empresariales, la causa central tiene que ver con algo un poco más profundo, con algo que está relacionado con el sentido que tiene la educación como soporte de las concepciones de hombre y de sociedad que están detrás de cada modelo de desarrollo. Tiene que ver con la formación de sujetos que, en últimas, son los que sostienen los proyectos sociales o en sujetos con capacidad para plantearse sus propios paradigmas, sus propias maneras de avanzar y construir una nueva realidad, un nuevo país, una nueva sociedad.
Durante estos años de neoliberalismo concertacionista se han ido construyendo modelos de ser de los chilenos, como figuras que supuestamente deben encarnar identidades sociales y que son por una parte el resultado de los modelos culturales y educativos aplicados y, por otra, los que sostienen desde sus prácticas la reproducción de esos modelos.

Uno de ellos es el emprendedor, el empresario, aquel personaje con capacidad para la competencia, para el éxito de cualquier forma y que con su empuje, su iniciativa individual es capaz de sobrepasar todas las diferencias y contradicciones, de clase, de educación, de sexo. El emprendedor y su acción aparecen entonces como el antídoto contra la pobreza, no importa su condición social o económica, su aura les permite transitar por el camino de la igualdad de oportunidades y que les conducirá al progreso y al crecimiento. Estas figuras proponen una ruta, la del bienestar, que todos los chilenos estarían en condiciones de recorrer, de forma independiente a su pertenencia social, de clase, cultural.

Una segunda figura tiene que ver con aquel apelativo neutro de “la gente” que sirve para denominar a cualquier sujeto. No importa, en este caso, tampoco su condición social, de clase o cultural. La gente es algo indeterminado, un conjunto aislado de sujetos que no conforman nada. En base a ello se ha instalado también algunas propuestas políticas, que se guían por las “necesidades de la gente” y ellas se han convertido en un indicador político, importante aparece conocer lo que “la gente” sienta y piensa y una mala política es no saber los deseos de la gente.

Una tercera figura es la del “cliente – consumidor”. Nos relacionamos como chilenos como clientes consumidores en una sociedad chilena que se ha convertido en todos sus niveles en un mercado. El estudiante asiste al colegio y a las universidades como un cliente y exige de esas instituciones un trato como tales. Lo mismo pasa en la salud, en las municipalidades. Se trata como en los otros casos de una ficción funcional que sólo sirve para ocultar las diferencias sociales, culturales y de clase.

Por ahí y por otras rutas hay que ubicar las demandas de la educación. Lo que está en juego va un poco más allá de simples malestares como se quiere hacer creer; tiene que ver con el sentido que tiene la educación como proceso y como fundamento de construcción de una gran proyecto; de construcción de una sociedad libre efectivamente, de nuevas relaciones sociales fundadas en la decisión de todos los humillados y ofendidos.

Ciertamente los jóvenes están manifestando su rebeldía frente a esta situación y nos están preguntando a nosotros también por nuestras rebeldías, elementos fundantes de nuestra memoria colectiva.


Santiago, Junio 6 de 2008
(*) Sociólogo – Magíster en Ciencias Sociales.
1 El Mercurio : 5 de Junio de 2008
2 El Mercurio: 5 de Junio de 2008