Chile - El Trabajo nº 186

Posted by Correo Semanal on martes, junio 10, 2008

El Trabajo
"Más vale una Hoja de Verdad que cien ‘Mercurios’ de Mentira"
INICIATIVA POR EL PARTIDO DE LOS TRABAJADORES (PT) - N° 186
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EDITORIAL
.A GENERAL MUERTO… GENERAL PUESTO
Gabriel Ugas
El haber denominado “General del Pueblo” al extinto jefe de la policía uniformada José Bernales, constituye un acto mediático y al mismo tiempo demagógico, cuyo objetivo central consiste en encubrir el carácter cada vez más represivo de las prácticas policiales. Se pretende vincular el rol de carabineros con la protección y bienestar de la población, y de este modo dar rienda suelta a las operaciones de inteligencia y de violencia que, a medida que aumentan los conflictos sociales, se van volviendo cada vez más intensas. Así, desde el gobierno se torna prioritario destinar recursos públicos a las fuerzas de seguridad en desmedro de la posibilidad de dar soluciones a las demandas sociales. Es el modo creativo de gobernar cuando las coaliciones en el poder han entrado en una fase de agotamiento.
De esta forma, y al igual como ocurría antiguamente con la institucionalidad monárquica a la muerte del supremo rey (de ahí el dicho: “…a rey muerto, rey puesto”, que hacía alusión a la necesidad de cuidar la integridad de la monarquía más que la memoria del difunto), el nuevo General Director -que asume en reemplazo del “General del Pueblo”- representa la continuidad de una política de “seguridad interior” que Bernales inició ya en la región de la Araucanía, cuando se encontraba al mando de la IX zona de Carabineros. No hay que olvidar que el General Bernales, el día de su muerte, se encontraba asistiendo a un seminario contra el terrorismo (hecho que pasó casi inadvertido, dadas las características del trágico accidente), lo que llama mucho la atención, a juzgar por el modo particular de concebir el terrorismo en la región.
Es muy probable que no hubiesen habido desaparecidos, ni torturados ni asesinados, sin el apelativo de “terrorista”. Tal apelativo constituye aquella degradación de la persona, previo paso a su prisión y/o aniquilación. Así ocurrió recientemente con los combatientes de las FARC masacrados en territorio ecuatoriano, en nombre de lo cual ni la soberanía nacional ni los derechos humanos valen. Así ocurre hoy con los mapuches acusados y juzgados según la
Ley de Seguridad Interior del Estado, y con testigos sin rostro. Es la vieja historia del “enemigo interno”; una historia repetida.1
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1 Lo cierto es que ya suman bastantes denuncias –muchas de ellas publicadas por El Trabajo- que refrendan lo que sostengo, y que nos recuerdan aquellos tiempos de guerra sucia instruida desde el aparato del Estado: la “invasión” a las poblaciones de Villa Francia (con la sospechosa muerte de un joven “sapo”) y Pudahuel, el pasado Once y el día del Joven Combatiente; el maltrato y amedrentamiento a documentalistas italianos y franceses, que en distintos momentos se han internado en el conflicto mapuche contra las empresas forestales; la detención de la documentalista Elena Varela y la requisición de su material audiovisual referido al conflicto mapuche; el maltrato y amedrentamiento cometido contra los estudiantes del Manuel de
Salas, antes de llegar a una manifestación estudiantil programada uso días atrás, etc., etc., etc.
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ANALISIS POLITICO NACIONAL
¿General del pueblo o el pueblo en una general idiotez?

Joaquín Figueroa.

El accidente ocurrido en Panamá donde perdió la vida la comitiva chilena incluído el
Carabineros, Bernales, remeció los sentimientos de muchos chilenos y chilenas en pos de una solidaridad con la familia sobre lo trágico de la pérdida de vidas humanas.
Pero esto fue manejado por los medios de comunicación como la señal de que el general gozaba de la estimación del pueblo chileno, llegando a inventar y poner en el tapete público la idea de que el fallecido director era la encarnación del "general del pueblo".
Lejos de causar algarabía nacional, como ha ocurrido con otros decesos en los años anteriores (General Pinochet, por ejemplo) este accidente caló profundo, sobre todo en esa idea incierta del pasaje a mejor vida de manera abrupta y trágica. Nos recuerda el tremendo remezón que convocó el sentir nacional al saber del deceso de cientos de chilenos en el siniestrado avión de la aerolínea peruana fawcett, ocurrido el 29 de febrero de 1996, donde también hubo masivos
sentires de gran pesar a lo largo de todo el país. No cabe duda que el pueblo resiente estas tragedias de manera fuerte.
Pero este hecho, el accidente en Panamá, manipulado desde un comienzo por los periodistas de los mass medias, dio pié a un circo de frases descomedidas acerca del dolor nacional por la tragedia. La mas emblemática, sin dudas fue esta, la del "General del pueblo", aparecida desde las primeras horas de la noticia, desde algunos canales televisivos, sin constar que ello haya salido de la voz del pueblo chileno. En este caso, asistimos entonces a un "General del beneplácito de los mass media" y no a lo que los mismos atañen al pueblo de chile. Una vez masificada, no se escuchó otra voz y se dejó de lado toda otra capacidad de asociación de ideas ajenas al sentir amargo.
Por ejemplo, en una comitiva oficial, qué hacían las esposas de estos generales no como acompañantes, si no como parte oficial de la comitiva? Es que todos los chilenos le pagamos a los organismos de seguridad para tener visitas pagadas "oficiales" a otros países del continente no solo a sus representantes si no a su familia?
Se puede hablar de "general del pueblo" sobre un general que lo que demostró en su gestión y en sus dichos fue el ataque a mansalva sobre el pueblo chileno acoplándose siempre a los intereses privados de las grandes empresas? No olvidemos a Matías Catrileo, baleado por la policía uniformada el año pasado, de un balazo cobarde por la espalda. No olvidemos al pequeño Alex Lemún, muerto por un balazo oficial en una toma de terrenos en el sur, no olvidemos la tragedia de los trabajadores forestales y los mas de siete balazos a Rodrigo Cisternas de parte de la policía uniformada; o sin ir mas lejos, las brutales detenciones a estudiantes secundarios en las jornadas de lucha por la derogación de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Educación) donde además de apremios ilegítimos (golpes y uso desmedido de la fuerza) se llegó a la perversión, en una comisaría de santiago de desnudar y vejar a niñas estudiantes de educación media.
No olvidemos, tampoco, la "dura batalla a la delincuencia", frase del general occiso, que se concentra en las poblaciones del país, en las capas de estrato social bajo, es decir, la mayoría del pueblo de chile.
No dejo de estremecerme, como todo ser humano, por un deceso tan trágico. Pero tampoco eso me hace suprimir mi suspicacia, mi angustia, mi dolor por lo que vive actualmente el pueblo chileno, donde la mayor tasa de delincuencia se concentra en las capas altas, en las esferas políticas, tanto cuantitativamente como cualitativamente. El cobre chileno regalado por los ladrones que controlan el país a las trasnacionales, los abusos de poder y los robos al estado,
es ahí donde se concentra el mayor robo y delincuencia en el territorio nacional. Y son estos los que hoy le rinden pleitesía a uno de sus fieles guardianes del orden.
El General Bernales fue un defensor de un sistema injusto, violento, coercitivo hacia el pueblo de chile. Ese fue su puesto, esas fueron sus órdenes y ahí tuvo sus lealtades. No con el pueblo de chile.
Trágica su muerte, sí. Pero no vengan a vendernos santos por demonios, no. Las lealtades al pueblo en chile se pagan con la vida. Lo demostró Allende, defendiendo la moneda y murió en su ley.
El General Bernales también murió en su ley. En un helicóptero del gobierno panameño con desperfectos, por la tacañería y la estupidez de quien debe velar porque eso no suceda.
El general hacia una visita oficial para intercambiar formas de represión… a sus pueblos.
Así que dejémonos de idioteces.
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LUCHA IDEOLÓGICA

LOS UTOPISTAS
(Enviado por Ricardo Andrade Jardí)
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¡Ilusos, utopistas!, esto es lo menos que se nos dice, y este ha sido el grito de los conservadores de todos los tiempos contra los que tratan de poner el pie fuera del cerco que aprisiona al ganado humano.
¡Ilusos, utopistas!, nos gritan, y cuando saben que en nuestras reivindicaciones se cuenta la toma de posesión de la tierra para entregársela al pueblo, los gritos son más agudos y los insultos más fuertes: ¡ladrones, asesinos, malvados, traidores!, nos dicen.
Y sin embargo, es a los ilusos y a los utopistas de todos los tiempos a quienes debe su progreso la humanidad. Lo que se llama civilización, ¿qué es si no el resultado de los esfuerzos de los utopistas? Los soñadores, los poetas, los ilusos, los utopistas tan despreciados de las personas serias, tan perseguidos por el paternalismo, de los Gobiernos: ahorcados aquí, fusilados allá; quemados, atormentados, aprisionados, descuartizados en todas las épocas y en todos los países, han sido, no obstante, los propulsores de todo movimiento de avance, los videntes que han señalado a las masas ciegas, derroteros luminosos que conducen a cimas gloriosas.
Habría que renunciar a todo progreso; sería mejor renunciar a toda esperanza de justicia y de grandeza en la humanidad si siquiera en el espacio de un siglo dejase de contar la familia humana entre sus miembros con algunos ilusos, utopistas y soñadores. Que recorran esas personas serias la lista de los hombres muertos que admiran. ¿Qué fueron si no soñadores? ¿Por qué se les admira, si no porque fueron ilusos? ¿Qué es lo que rodea de gloria, si no su carácter de utopista?
De esa especie tan despreciada de seres humanos surgió Sócrates, despreciado por las personas serias y sensatas de su época y admirado por los mismos que entonces le habían abierto la boca para hacerle tragar ellos mismos la cicuta.
¿Cristo? Si hubieran vivido en aquella época los señores sensatos y serios de hoy, ellos habrían juzgado, sentenciado y aun clavado en el madero infamante al gran utopista, ante cuya imagen se persignan y humillan.
No ha habido revolucionario, en el sentido social de la palabra; no ha habido reformador que no haya sido atacado por las clases dirigentes de su época como utopista, soñador e iluso.
¡Utopía, ilusión, sueños... ! ¡cuánta poesía, cuánto progreso, cuánta belleza y, sin embargo, cuánto se os desprecia!
En medio de la trivialidad ambiente, el utopista sueña con una humanidad más justa, sana, más bella, más sabia, más feliz, y mientras exterioriza sus sueños, la envidia palidece, el puñal busca su espalda; el esbirro espía, el carcelero coge las Llaves y el tirano firma la sentencia de muerte. De ese modo la humanidad ha mutilado, en todos los tiempos, sus mejores miembros.
¡Adelante! El insulto, el presidio y la amenaza de muerte no pueden impedir que el utopista sueñe...
Ricardo Flores Magón. (De Regeneración, 12 de noviembre de 1910).