LA DISMINUCIÓN DE LA DEFORESTACIÓN EN EL CONVENIO SOBRE EL CLIMA

Posted by Correo Semanal on martes, marzo 25, 2008

Enviado por Johan Benard
Noticias Globales / 24 de Marzo de 2008
Asunción, Paraguay, lunes 24 de marzo de 2008, por Simone Lovera, trabaja para la Coalición Mundial de Bosques (Global Forest Coalition), Paraguay.
Este artículo fue publicado primero en Cobertura Forestal (Forest Cover), el boletín de la Coalición Mundial de Bosques, que se puede descargar en el sitio web: www.globalforestcoalition.org. Para obtener mayor información sobre la CMNUCC y los bosques, visite: http://unfccc.int y en particular http://unfccc.int/files/meetings/cop_13/application/pdf/cp_redd.pdf / Enfoque Sobre Comercio, boletín publicado por Focus on the Global South (FOCUS) - http://www.focusweb.org , Ecoportal.-
La disminución de la deforestación en el Convenio sobre el Clima:
¿se trata de financiar bosques, plantaciones o empresas y consultores forestales? Una política forestal equitativa, fundada en derechos y de bajo costo tiene que incluir el reconocimiento de los derechos territoriales de los Pueblos Indígenas y tribales y el apoyo a proyectos de conservación y de restauración de pequeña escala y a menudo dirigidos por mujeres, que ya lograron salvar millones de hectáreas de bosques. Las iniciativas de este tipo también mejoran la gobernanza de los bosques, que constituye quizás el desafío más importante de la política forestal en tiempos de expansión de los agrocombustibles. La melodía "The money keeps rolling" (El dinero sigue entrando) del musical "Evita" sonaba en mi cabeza mientras era testigo de los tejes y manejes con relación a los bosques, que tuvieron lugar en diciembre durante la 13ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), realizada en Bali. Esta canción habla de cómo los gobiernos populistas intentan ganarse el apoyo popular dándole dinero a la gente, en lugar de aplicar políticas responsables que alivien la pobreza del pueblo de manera sustentable. Las posturas de los gobiernos frente a las propuestas para la Reducción de las Emisiones resultantes de la Deforestación y la degradación de los bosques en los países en desarrollo (REDD) muestran algunos paralelismos evidentes. La reunión en sí tuvo escaso éxito, habiéndose acordado un proceso de negociación de dos años (muy intenso en carbono, en vista de todas las reuniones y viajes aéreos que implicará).
Sin embargo, en un intento desesperado por mantener a todas las partes en el mismo barco, incluido Estados Unidos, no lograron acordar una base firme para las futuras acciones de mitigación del cambio climático. Una propuesta de aceptar una meta mínima para la reducción de las emisiones de los países desarrollados, de entre 25 y 40%, tal como lo recomendara el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (PICC), fue diluida durante las sesiones de negociación de última hora, quedando solamente una microscópica nota al pie que sugiere que los gobiernos se remitan a los informes del PICC.
Las decisiones acerca de los bosques tampoco reconfirmaron los actuales compromisos vinculantes de reducción de la deforestación establecidos en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Por el contrario, la decisión final contiene solamente una simple recomendación a los gobiernos para que "tomen nota" de esos compromisos. Los resultados tampoco abordan un gran problema pendiente: la necesidad de mejorar la definición de "bosque".
En ausencia de una nueva definición, cualquier zona arbolada o conjunto de árboles, sean éstos nativos o exóticos e invasores, en pie, o "temporalmente desprovista de existencias", sigue contando como bosque para el Protocolo de Kioto. Esta mala definición es hoy más problemática que nunca, ahora que la reunión aceptó aplicar procedimientos simplificados que permiten que proyectos de "reforestación y forestación" (léase plantaciones de árboles) de mediano porte sean financiados al amparo del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL).
La ignorancia de los gobiernos sobre la importancia de la diferencia entre bosques y plantaciones de árboles quedó evidenciada en el hecho que por todas partes en el predio de la Conferencia de Bali se invitaba a los participantes a "compensar" las emisiones derivadas de sus vuelos de larga distancia, ayudando a financiar con tal fin el establecimiento de plantaciones de teca y caoba en la isla.
Como si los predios de la conferencia saturados de insecticidas no fueran de por sí suficientemente artificiales.
Danza de dólares, recorte de derechos
Por otra parte, lo que resulta aún peor es que los resultados de Bali han sido vaciados prácticamente de cualquier reconocimiento de los derechos humanos o la justicia social. Los derechos de los Pueblos Indígenas, que quedaron consagrados en la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas adoptada recientemente por Naciones Unidas, siguen siendo soberbiamente ignorados por el proceso de la CMNUCC.
La dimensión social de la política sobre los bosques se condensó en una única referencia vaga en el preámbulo de la decisión, que exhorta a abordar las necesidades de las comunidades locales y los pueblos indígenas. Tampoco hay un reconocimiento de las necesidades y derechos específicos de las mujeres con relación a los bosques y al cambio climático en general.
Sin embargo, a pesar de la ausencia de virtualmente cualquier garantía para la aplicación de políticas sólidas que reduzcan la deforestación y promuevan la conservación de los bosques, el dinero corría visiblemente como agua en Bali.
Los países donantes demostraron su compromiso con la reducción de la deforestación volcando millones de dólares al Fondo para reducir las emisiones mediante la protección de los bosques (FCPF por sus siglas en inglés), recientemente creado por el Banco Mundial. Algo realmente destacable, si tenemos en cuenta que en la última reunión anual del Banco Mundial, el tema dominante fue la publicación de un informe del propio Panel de Inspección del Banco, que dio lugar al último escándalo del Banco Mundial en torno a los bosques: un préstamo pos-conflicto otorgado al sector forestal de la República Democrática del Congo.
Se estableció que en ese préstamo se violaron prácticamente todas las normas internas y las pautas del Banco, abriendo la Cuenca del Congo a las grandes compañías madereras que destruyeron trechos enormes de bosques tropicales prístinos y pisotearon los derechos y las formas de sustento de las comunidades indígenas. Menos de dos meses después, casi una docena de gobiernos se alinearon para contribuir con montos de entre 5 y 40 millones de dólares cada uno, para otro gran emprendimiento forestal del Banco.
Esto demuestra, quizá mejor que ninguna otra cosa, que los países del Norte están más interesados en crear un mercado de compensación de emisiones de carbono en el que puedan comprar créditos de reducción de emisiones a bajo costo, que en establecer mecanismos y políticas de conservación de los bosques eficientes y equitativas, basadas en los derechos. Los millones de dólares literalmente danzaron por el suelo del salón de Fiestas del Hyatt Bali el 11 de diciembre de 2008 durante el lanzamiento del FCPF, entre aplausos y auto-elogios que casi ahogan los gritos de la gente que estaba afuera del salón, exigiendo que el Banco Mundial se mantuviera fuera de sus bosques y reclamando que se respetaran sus derechos territoriales.
Los países donantes del Norte ganan en todos los casos
El FCPF del Banco Mundial ciertamente representa una opción sin riesgos y sólo ganancias para los países donantes. Es una forma sencilla de mostrarse generosos y aparentar contribuir a la conservación de los bosques tropicales, sin tener que preocuparse por políticas de financiamiento responsables. Y, si el fondo resulta ser un desastre, el Banco es una oveja negra fácil de culpar.
A fin de que incluyan sus bosques en el mercado internacional del carbono después de 2012, el Fondo también estimula a los países en desarrollo potencialmente reacios, otorgándoles a los países donantes acceso a abundantes créditos baratos que los ayuden a evitar dolorosas reducciones de emisiones en sus propios territorios. Como premio adicional, la mayor parte de los dineros del Fondo indudablemente terminarán de vuelta en esos mismos países donantes, en los bolsillos del sector de consultores forestales de esos países.
Una lectura cuidadosa del borrador propuesto revela que la mayoría de los fondos se destinarán al tipo de actividades en las que se especializa este gremio en pleno auge: el establecimiento de metodologías de monitoreo y contabilidad para estimar las reservas de carbono, y la generación de capacidad en los países para que puedan 'vender' los proyectos existentes de conservación de bosques como "nuevos y adicionales" (y por ende elegibles para los créditos de carbono).
Esta nueva industria del carbono forestal mostró su verdadero rostro en la primera conferencia del Día de los Bosques, organizada el 8 de diciembre por el Centro Internacional de Investigación Forestal (CIFOR, por sus siglas en inglés) junto con otros miembros de la Asociación de Colaboración en materia de Bosques (Collaborative Partnership on Forest).
A pesar de los intentos del propio CIFOR por agregar cierto equilibrio de género y algunos enfoques indígenas a la reunión, la jornada estuvo dominada por cientos de asesores forestales, principalmente del Norte y de sexo masculino, quienes acudieron en masa para promover lo que sin dudas se transformará en un negocio muy rentable para ellos. Después de todo, es al sector de consultores forestales al que se recurrirá para que ayuden a los países en desarrollo a "prepararse" para el mercado de emisiones.
El Banco Mundial sin duda los llamará para pedirles que desarrollen sistemas de monitoreo y metodologías de contabilidad, y para que diseñen y ejecuten los "proyectos piloto" que el Banco Mundial viene proponiendo. Además, los gastos generales por concepto de asesoría en los proyectos del Banco Mundial siempre han sido muy altos.
A manera de ejemplo, el fallido Proyecto de Conservación de la Diversidad Biológica del Sundarbans en Bangladesh, financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) administrado por el Banco Mundial, malgastó no menos de un 53% de su presupuesto en consultores extranjeros y un 19% adicional en consultores locales y viajes relacionados con las consultorías. Los conejillos de India humanos llevan todas las de perder Entre tanto, en el otro extremo de la balanza, los pueblos de los bosques que serán los conejillos de India humanos en este "proceso de aprendizaje", llevan todas las de perder.
En primer lugar perderán sus bosques, por la apropiación de sus tierras. Esto ya está sucediendo, ahora que los grandes terratenientes se dan cuenta que pueden aplicar la fórmula "páguenme o sigo talando" en cada hectárea de bosque que logren arrebatarles a los Pueblos Indígenas y los campesinos sin tierra. Los proyectos de pago por servicios ambientales ya están teniendo efectos negativos sobre la reforma agraria y sobre las reivindicaciones territoriales indígenas, y los efectos indirectos a gran escala no se resolverán con promesas vagas de consultas previas e informadas asociadas a proyectos específicos.
Obviamente, tal como lo aclaró Vicky Tauli-Corpuz, presidenta del Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas durante el lanzamiento del Fondo del Banco Mundial, el consentimiento previo e informado en torno a iniciativas como el FCPF es totalmente diferente a la consulta previa e informada efectuada en el terreno, sobre todo cuando no hay garantías de que los resultados de tal consulta serán tomados en serio. La solución propuesta por el Banco Mundial – tres meses más de consultas apresuradas con las comunidades indígenas – no inspira gran confianza al respecto.
En segundo lugar, la mayor parte de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales no obtendrán ningún beneficio con esos "proyectos piloto" de reducción de la deforestación, ya que no tienen tasas de deforestación para reducir, porque la mayoría han conservado exitosamente sus bosques durante siglos. No obstante, el Fondo y otras propuestas similares de reducción de las emisiones derivadas de la deforestación y degradación de los bosques (REDD), apuntan claramente a premiar la tala destructiva y a las empresas de soja y palma aceitera, y a los países que practican la deforestación. Esos mismos países y empresas que durante años recibieron financiación del Banco Mundial y otros bancos para destruir los bosques, ahora serán premiados por su eventual disposición a dejar de hacerlo.
En tercer lugar, esos hombres y mujeres saldrán perdiendo porque se encuentran en la primera línea de fuego del cambio climático, con poca o ninguna protección frente a los impactos que se avecinan. La compensación de emisiones de carbono a través de la deforestación evitada o reducida pondrá en entredicho la adopción del régimen climático severo, sí, pero equitativo y respetuoso de los derechos, que con tanta urgencia se necesita para poder sortear éste desafío social y moral, que es el mayor que jamás se le haya planteado a la comunidad mundial. Cegados por El Dorado de la compensación de emisiones de carbono Como era de esperar, las conclusiones formales de la conferencia de Bali respecto de la REDD no abordan la pregunta fundamental: ¿la disminución de la deforestación contribuirá a mitigar el cambio climático, o será acaso que ese mecanismo socavará el régimen climático debido a su inclusión en el mercado internacional de emisiones? Por definición, las compensaciones de carbono no reducen las emisiones (simplemente compensan las continuidad de las emisiones en otra parte).
Por lo tanto, el hecho de incluir actividades relacionadas con los bosques no significa que los instrumentos para la disminución de la deforestación generen necesariamente una reducción de las emisiones. No obstante esa sencilla realidad, y a pesar de los discursos ensordecedores de Bali sobre la necesidad de medidas urgentes, una gran cantidad de países y muchas organizaciones conservacionistas siguen apoyando que se financien actividades de REDD a través de los mercados de emisiones, lentos e ineficaces. El Dorado de los millones de dólares disponibles para sus actividades de conservación de los bosques es evidentemente demasiado tentador para ignorarlo.
Sin embargo, la idea de que los proyectos de compensación de emisiones son incompatibles con la equidad, la conservación, los derechos humanos y un régimen climático eficaz parece estar ganando terreno. Y, felizmente, también hay otras opciones alternativas. Una de ellas, claramente, es el anuncio del gobierno de Noruega, que donará US$ 545 millones por año durante el período 2008-2012 para ayudar a los países en desarrollo a conservar sus bosques. Esta generosa contribución no sustituye la reducción de emisiones de Noruega, sino que la complementa.
Es falso el argumento que dice que "no hay suficiente dinero de la ayuda oficial" para conservar los bosques. El desafío reside no tanto en la cantidad de dinero que se destina a la conservación de los bosques, sino en la forma de utilizarlo. Si ese dinero se dedicara a generar la voluntad política indispensable para conservar los bosques mediante la sensibilización, la educación y el fortalecimiento de las capacidades de las organizaciones de la sociedad civil y de los Pueblos Indígenas, las políticas de conservación eficaz de los bosques no tienen porqué ser costosas.
Una política forestal equitativa, fundada en derechos y de bajo costo tiene que incluir el reconocimiento de los derechos territoriales de los Pueblos Indígenas y tribales y el apoyo a proyectos de conservación y de restauración de pequeña escala y a menudo dirigidos por mujeres, que ya lograron salvar millones de hectáreas de bosques. Las iniciativas de este tipo también mejoran la gobernanza de los bosques, que constituye quizás el desafío más importante de la política forestal en tiempos de expansión de los agrocombustibles.
Sin embargo, por ser relativamente poco costosos, estos proyectos son mucho menos atractivos para el gremio de los consultores forestales. Ojalá que al transitar el camino iniciado en Bali, los gobiernos estén dispuestos a anteponer los intereses de los bosques y de los pueblos que los habitan, por encima de los intereses de las empresas y consultores forestales y sus plantaciones de árboles.