Argentina - Acumulación, inclusión... y valijas

Posted by Correo Semanal on domingo, diciembre 30, 2007

Agencia Pelota de Trapo

Por Oscar Taffetani

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(APe).- “Uno de los capítulos fundamentales de este proceso tiene un modelo económico de acumulación con matriz diversificada e inclusión social”, dijo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su discurso de asunción, el pasado 10 de diciembre.
Pocas horas después del mensaje, cuando los medios argentinos comenzaban a hacer una segunda digestión de las imágenes, chismes y discursos vertidos el fin de semana, la noticia de la intercepción de una valija con 800 mil dólares sin declarar, que viajaba en manos de un enigmático empresario venezolano, ganó la tapa de los diarios y se convirtió en el tema líder.
Nadie habla ya, en estas primeras semanas del gobierno de Cristina, de la “acumulación con inclusión”, de las cuestiones “de género”, del “relato que nos merecemos” y otras vaguedades. Y sí ha vuelto a aparecer, con matriz diversificada (perdón por la ironía) el viejo relato de la corrupción, el viejo relato de los negociados, el de la entrega del patrimonio público. Ese odioso relato del fraude político. Ese maldito relato argentino de la traición y la frustración de la fe popular.
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Capitalismo en serio
El narcotráfico es un negocio absolutamente capitalista. Hay allí campesinos explotados, obreros explotados, burócratas y gerentes, propietarios e inversores, bancos y compañías de seguros, ejércitos privados y también funcionarios del Estado, de mayor o menor categoría, que brindan la protección necesaria al inversor (es decir, al dueño del capital).

Para esa mercancía llamada droga, existe un mercado. O sea: existen consumidores de narcóticos y drogas prohibidas, capaces de gastar fortunas obedeciendo a su adicción.

En los tiempos del “uno a uno” menemista, la cocaína estaba barata en Buenos Aires y en la costa bonaerense. Así, fue creándose un mercado interno, con jóvenes de clase media baja y de estratos más pobres que entraban en el círculo de la adicción o participaban en la distribución.

Al terminar la convertibilidad, la cocaína volvió a estar inaccesible para los pobres, y entonces ese flamante mercado interno creado en la Argentina corría el riesgo de desaparecer.

Entonces, los empresarios de la cocaína introdujeron el “paco”, un residuo venenoso y mortal, entre los jóvenes de los cordones más pobres del conurbano bonaerense y de otras ciudades del país.

El aparato puesto al servicio de los empresarios del “paco” (que son, lógicamente, los mismos empresarios de la cocaína), se adaptó perfectamente. 

Y los chicos consumidores de ese veneno comenzaron a caer por docenas, en las villas y los barrios pobres, en las cuevas y rendijas urbanas, en esos pequeños lugares en donde ellos desafían con una única carta, marcada y sin valor, a la muerte.

Entonces, primero en voz baja y luego a viva voz, los accionistas e inversores del “paco” comenzaron a decir que esa droga cumple una función de regulación demográfica, ya que esos pibes “incorregibles” (el adjetivo ya lo está usando el ministro Stornelli) no pueden incluirse, no tienen lugar en la sociedad.

Para esos chicos “que sobran” (así lo hubiera expresado Malthus); para esos pibes que no tienen lugar y que no se quieren ir de buenas maneras (ya que se salvaron de la desnutrición, por ejemplo, o de la tuberculosis, el dengue o el chagas); para esos chicos que se rebelan, violentos, contra el destino que el capitalismo en serio les ha fijado, el sistema inventó el “paco”.

Y fue para esos mismos chicos -pensamos- que el sistema inventó los asesinatos tolerados, los escuadrones, el gatillo fácil, la muerte administrada como una rutina por las fuerzas del orden, de este orden injusto que ha hecho de la excepción la regla.

Hemos descripto aquí, con pocas palabras, el negocio de la droga y su articulación con un plan de exterminio. Podríamos haber hablado del juego y de la prostitución legales, también. O del juego y la prostitución ilegales. La diferencia es muy sutil.

O podríamos haber hablado de esos abultados cheques que se depositan en bancos, para pagar algún servicio o financiar alguna campaña. O de valijas llenas de dólares utilizados para pagar esos mismos servicios, sólo que al contado. La diferencia es muy sutil.

Tal vez podríamos haber hablado de la siembra directa de soja, previa eliminación del bosque nativo, previa expulsión de los pobladores originarios.

O de las pasteras, por qué no, esas pasteras indispensables para un mundo de cartón y apariencias; indispensables para la libertad de prensa y para el futuro de Occidente.
La acumulación (palabra marxista que súbitamente hemos hallado en boca de los gobernantes) es implacable. La acumulación no conoce término medio. O se acumula o no se acumula. Porque la lógica del capital es acrecentarse a sí mismo. Pedir entonces “acumulación con inclusión” es, cuanto menos, ingenuo.

Aquí estarás más cómodo / de lo que estabas en el mundo, cantaba Chico Buarque en su canción “Funeral de un labrador”. Es la parte que te toca / de este latifundio..., agregaba.
No hay elementos nuevos (¡y que lo digan los Sin Tierra!) para pensar que esa cruda realidad del capitalismo ha cambiado.