EEUU - México Arellano: ‘No voy a callarme’
La activista afirma que seguirá en la lucha desde su país natal
Jorge Morales Almada
jorge.morales@laopinion.com
21 de agosto de 2007
TIJUANA, Baja California, México.— Desde otra trinchera, desde el sur de esta frontera, la misma que la separa de su hijo Saúl, de 8 años de edad, Elvira Arellano seguirá en la lucha por la legalización de los millones de indocumentados que viven en Estados Unidos.
"Ni deportada me van a callar", dice esta mujer de 32 años que durante un año estuvo refugiada en una iglesia metodista de Chicago y que el domingo fue arrestada en Los Ángeles y deportada por Tijuana.
"Y menos estando en mi país", insiste. "Yo aquí en mi país soy libre y puedo hablar y decir lo que yo quiero y puedo seguir luchando, así que estoy en todo mi derecho de hacer lo que yo quiera en mi país, y nadie va a venir a callarme".
Agentes de la Oficina de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) la detuvieron el domingo pasado a las 2:15 de la tarde al salir de una misa en la iglesia de la Placita Olvera, en el centro de Los Ángeles, y ocho horas más tarde la enviaron a México por la garita de San Ysidro.
Pasó la noche en un pequeño departamento de una colonia popular de esta ciudad, en la zona de Otay, un espacio que le prestó el hermano de Gloria Saucedo, una activista de Los Ángeles dirigente de la organización Hermandad Méxicana.
Para Elvira, lo más importante de su deportación es la movilización que ha generado en la comunidad latina.
"Tenía que levantar al pueblo. Si mi arresto tenía que unir a la comunidad, a los líderes comunitarios y religiosos, para luchar todos juntos, para mí es satisfactorio haber pagado ese precio y estoy contenta porque sé que el pueblo se está levantando", comenta.
Las ojeras que se carga son el reflejo de una noche larga, la de su deportación.
Con pocas horas de sueño, Elvira atiende a decenas de periodistas y cuenta cómo fue su detención: "Íbamos saliendo de la iglesia, fuimos al carro, me di cuenta que alguien nos iba siguiendo, se paró el chofer, se bajó junto con mi pastor para ver quién era, pero no pudieron porque traía vidrios polarizados, cuando regresaron e iban a arrancar el carro, llegaron los agentes".
Luego de que varios vehículos rodearon la camioneta en la que viajaba Arellano, bajaron unos 15 agentes para arrestar primero al chofer, Roberto López.
"Saulito empezó a entrar en pánico y yo no quería dejar a Saulito de esa manera. Les pedí un minuto para hablar con Saulito. Le dije que todo estaba bien, que todo iba a estar bien, que no se preocupara, que yo iba a estar bien y ya después de ahí, cuando me subí al carro, porque me pusieron las esposas, me arrestaron y subí al carro miré que soltaron a Roberto López".
Dice que luego la llevaron al centro de detención de "la migra" y que el proceso fue muy rápido para deportarla, que no le dieron tiempo de hablar con alguien del Consulado de México en Los Ángeles, sino hasta que llegó a San Diego y a petición de las propias autoridades consulares.
"A ellos les urgía deportarme, ellos me consideraban una amenaza para los Estados Unidos, porque lo que hice y lo que estaba haciendo era levantar de nuevo el espíritu de la gente para seguir luchando por una legalización".
Elvira considera que hizo lo que tenía que hacer y que se siente satisfecha de que al menos no la agarraron cruzada de brazos, sino en plena lucha por la reforma migratoria.
Luego de pasar unos días en esta ciudad, Elvira viajará a Michoacán, donde ya la esperan sus papás, a quienes no ha visto desde 1997, cuando entró indocumentada a Estados Unidos por la zona desértica de Caléxico.
Asegura estar feliz de pisar de nuevo suelo mexicano.
"Me siento contenta porque estoy en mi país, porque estoy libre. Aquí nadie me está tratando como criminal, solamente mantengo ese espíritu fuerte de seguir luchando desde aquí para seguir apoyando a nuestra gente del otro lado de la frontera hasta lograr que haya una ley justa y humana para todos".
Ayer por la tarde, Elvira se reunió con su hijo y con algunos activistas que viajaron de Los Ángeles para planear los siguientes pasos.
"Para mí, él está bien con las personas que se quedó [Emma Lozano], él viene más tarde y sé que vamos a tomar una decisión muy importante, respetando la decisión que tome, si quiere quedarse conmigo o si quiere regresar".
Por lo pronto, Saúl regresará a Chicago para asistir a la escuela que empieza cursos el 3 de septiembre.
Elvira se rehúsa a hablar de sentimientos.
"En este momento es en lo que menos quiero pensar, en el sentimiento. Hay mucho sentimiento, pero lo más importante es el mensaje que yo quiero mandar a la gente en Estados Unidos, de que tienen que seguir luchando, que tienen que mantener ese espíritu de lucha. Este es un tiempo muy importante para que el pueblo se levante y siga luchando por lo que quiere, que haya una legalización para sus familias".
No suelta lágrimas, las retiene y, a pesar de que el ICE la ha sentenciado a 20 años de castigo para no volver a ingresar al país, ella dice estar convencida de que no cometió ningún error al salir de la iglesia de Chicago para viajar a Los Ángeles a promover el mensaje por una reforma migratoria.
"No cometí ningún error, sólo fueron decisiones que tenía que tomar, no tenía otra opción, en cualquier momento inmigración iba a llegar a arrestarme y a deportarme y yo estaba preparada para lo que tuviera que pasar", dice muy segura. "Tampoco me siento derrotada. He ganado mucho, porque decidí luchar desde el momento en que me arrestaron en 2002, no me quedé callada y porque formo parte de esta lucha tan grande por la legalización"
Asegura que no volverá a Estados Unidos de forma indocumentada, que está valorando algunas ofertas de trabajo, de las que no quiso hablar, para luego determinar qué es lo mejor para su hijo, dependiendo de si en este país le puede ofrecer seguridad para su futuro.
Elvira se quedará en México, pero insiste en que no la callarán: "La guerra no ha terminado, esto es un nuevo comienzo".
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